Vincent
—Antes no era así, Manu. Desde que me confesé con él se ha vuelto totalmente distinto y no sé por qué. Digo, siempre fue algo violento, pero no así, ¿entiendes?
—En estos momentos me gustaría que estuviera Marco, porque yo no entiendo nada —espero una risa por su parte, pero ésta nunca llega. Solo se oye un suspiro—. Pero sigue, igual intentaré entender.
—También me gustaría que estuviera él... Da igual, me la paso hablando de mí, hace mucho no te pregunto por ti. ¿Te ha pasado algo interesante últimamente?
—Paso casi todo mi tiempo contigo, Vins —dice con voz risueña, notoria incluso a través de la línea telefónica—. Ya sabes todo lo que me pasa. ¿Qué hora es?
Me levanto de la cama de mala gana y me acerco a mi computadora para verificar. Luego me doy cuenta de que tengo un teléfono en la mano, así que no era demasiado necesario, pero bueno. Vuelvo a acurrucarme sobre el colchón y me hago un ovillo abrazando a mi almohada, acercando el celular a mi oreja nuevamente.
—Casi las once. Deberíamos irnos a dormir.
—Yo ya estoy acostado, hablemos hasta que uno de los dos se duerma. Duérmete. Es lindo escucharte roncar.
Muerdo mi labio para contenerme de decir algo estúpido y cagar el momento. Luego comienza a dolerme, así que lo suelto y dejo escapar una risilla. Oigo pasos de mamá en la escalera, pero no les doy importancia y sigo en lo mío. Estiro el brazo hasta la mesa de noche y tomo mis auriculares para no tener que mantener el aparato cercano a mi oído mientras hablamos.
—¿Es normal tenerle miedo a tu papá? —pregunto, volviendo al tema anterior a pesar de que hace segundos quería evitarlo—. A veces pienso en que preferiría no tenerlo a que esté aquí...
Se me ocurre alzar la vista y me asusta lo que veo. No era mamá quien estaba subiendo las escaleras... Papá me mira con una expresión que no logro descifrar como odio, dolor o completa indiferencia.
—A mí también me gustaría que no fueras mi hijo, pero ahí estás.
Oh, mierda. Me siento deprisa en la cama, sabiendo lo que sigue. Dios, me golpeará... No, me matará... Suelto el teléfono sobre la cama y me quedo mirándolo, pero, al contrario de lo que yo creía, mi padre únicamente niega con la cabeza y se dirige a su habitación. Yo... ¿lo lastimé?
—¡No, espera!
—¿Vicent? ¿Qué pasó?
Me levanto de un salto y lo sigo hasta el dormitorio de al lado, ignorando la pregunta de mi novio, pero antes de que pueda ingresar mi progenitor me cierra la puerta en la cara. Literalmente. Retrocedo unos pasos hasta chocar con la pared del pasillo, tomándome la nariz que me golpeé con la gruesa madera.
—¡Agh! —niego y me aproximo otra vez a la puerta, dando unos golpecitos en ella—. Papá, ¡espera! ¡Lo siento! ¡No quise decir eso!
Él no abre, y siento una terrible y repentina ira. ¿Él me golpea y encima yo vengo a pedir perdón? ¡No tengo por qué soportar esto! Me enfurezco casi tanto como la vez en que nos robaron y aprieto los puños.
—¡BIEN! —grito, enojado—. ¡SI NO QUIERES UN HIJO, NO LO TENDRÁS!
Desapareceré de su vida si es que tanto lo molesto. Lo siento, mamá.
Corro a mi habitación y agarro un bolso viejo y grande que tengo hace muchísimo. Dentro, tiro varias remeras de forma desprolija, algún que otro pantalón y también dos buzos al azar. También pongo dentro mi laptop aún prendida como está y su respectivo cargador, así como las llaves y mi billetera por poco vacía. No sé qué mierda estoy haciendo, pero no puedo siquiera pararme a pensarlo.
—¿Vins? ¡Vicent! ¿Estás todavía ahí? ¿Hola?
Miro afligido mi teléfono, en el que la llamada todavía no se cortó. No puedo contarle mis planes, al menos no por ahora, no me dejará hacerlo... Opto por cortar la llamada en silencio y seguir con lo mío.
Lo siguiente es cargar la mochila del colegio de todas las cosas que pueda necesitar (como todos los libros y cuadernos de cada materia, lo cual resulta pesadísimo) y ponerme ambas en la espalda, por más de que pesen mucho. Mierda, no resistiré demasiado con ellas. No importa. Me pongo mi gorro, las zapatillas y los auriculares y salgo de casa a hurtadillas luego de dejar un post-it pegado en la puerta para mamá.
Y salgo. Pongo a sonar Drugs en mis oídos y comienzo mi caminata sin rumbo concreto, con ambas manos en los bolsillos y el volumen bien alto. Esta canción me destroza y me hace sentir mejor a la vez, es casi como si el cantante leyera mi mente. Voy cantándola por lo bajo y evitando a la gente que me cruzo por las calles, que en verdad no es mucha siendo un lunes por la noche. No quiero que se noten mis lágrimas.
El teléfono vibra contra mi muslo. Tras que la acción se repita varias veces, descubro que se trata de llamadas de Manu y mamá, quien de seguro ya descubrió mi ausencia. No me siento con ganas de hablar, así que solo silencio el aparato y sigo mi camino. Tengo frío, debí traerme mi campera... Comienzo a agotarme, y mi cuerpo exige a gritos que le permita dormir, por lo que decido que ya es suficiente paseo por hoy. ¿Dónde dormiré, si es que logro hacerlo? No tengo ni idea. Estoy solo ahora y, aunque bastante asustado también, dependo únicamente de mí mismo. Estoy muy lejos de casa...
Decido mirar la hora. ¡Mierda! Ya son las dos de la mañana. Debería responder ya a mi novio y a mi madre. A esta última le envío un mensaje avisándole que me encuentro bien (mentira) y al primero lo llamo, pero luego de presionar el botón con el símbolo de un teléfono comienzo a arrepentirme. Sin embargo, no me da tiempo a cortar, porque atiende enseguida.
—¡Vicent, ¿estás bien?! Lo siento, me quedé dormido, lo siento, ¡¿qué pasó?!
Su voz preocupada a pesar de los evidentes signos de soñolencia hace que me muerda el labio. Él no debería estar preocupándose por esto...
—Eh, estoy bien. No pasa nada, solo quería decirte eso. Duerme, que mañana hay colegio, ¿okay?
—¡No!
—¿No?
—No me iré a dormir, bebé. ¿Dónde estás?
—Vete a dormiir —insisto—. Nos vemos mañana, no te preocupes. Te amo.
Corto antes de que pueda replicar y doy un suspiro. Lógicamente, no alcanza a pasar ni un minuto antes de que vuelva a llamarme, pero no atenderé. Lo siento muchísimo por él, pero es que no tengo nada más que decirle por el momento.
Veo enfrente un parque, y por el momento parece la única opción factible para mí. Tengo un nudo en el estómago, dándole vueltas al tema en mi cabeza por la repentina incertidumbre de ni siquiera saber lo que será de mí mañana. Supongo que será mejor descansar.
Me dirijo directamente a un banco de madera, fingiendo no estar inquietado por el único sonido de algún grillo en la oscuridad del lugar. De los dos buzos extras que traje, uno me lo pongo por encima del que tengo para acobijarme del frío y el otro lo enrollo y lo pongo bajo mi cabeza a modo de almohada, porque no tengo nada mejor. Me quito los auriculares y guardo el teléfono en el bolsillo del buzo que traigo por debajo, para que así no me lo roben, y me hago un ovillo sobre la rígida superficie.
Pasé de ser el estereotipo de chico «perfecto» en la escuela y el hijo ejemplar que siempre sigue las reglas —que, por cierto, nunca me gustó ser— a haberme escapado de casa, no responder a mi pareja y estar intentando descansar en un parque cual vagabundo.
¿Qué mierda estoy haciendo con mi vida?
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Tormento [Historia de Vincent y Manu]
Teen FictionSegunda parte de «Te Prometo [Historia de Vincent]». No pasó mucho tiempo desde que Manu vino a vivir a mi ciudad con sus padres. Las clases se reanudaron, nuestra relación perdura y... bueno, los maltratos de papá también lo hacen. Pero pretendo da...