Recién llegamos a un parque cercano al colegio donde podamos permanecer un rato, buscar un transporte público que nos lleve a destino, sacar la cita y descansar un momento antes de irnos al hospital.
—Vins —llamo. Parece haberse cansado con la sola caminata hasta el parquecillo; su cara lo demuestra—, no tienes la tarjeta sanitaria, ¿o sí?
—Uno no suele venir preparado para una consulta médica cuando va a la escuela —responde.
—¿Ah, en serio? Tendré que comenzar a dejar todo eso en casa, entonces.
El rubio me ve entrecerrando los ojos a causa de mi sarcasmo y rueda los ojos.
—¿Al menos tienes el DNI?
—Creo que eso sí. Lo llevo en la billetera.
—Okey, será suficiente. ¿Comiste algo hoy? Estás muy pálido.
Me tiende la pequeña tarjeta plastificada de su documento y luego me mira a los ojos, negando con lentitud.
—¿¡No!? ¡Vins, tienes que comer algo! Así seguirás con la presión baja. ¿De verdad pensabas pasar seis horas en el colegio así? —niego con la cabeza y miro el documento que tengo en la mano—. ¡Qué lindo estás en tu foto carnet! Bueno, llamaré al hospital para reservar algún hueco, ¿sí? Espérame un segundo.
Me alejo unos pasos y marco el número del centro médico que nos queda más cerca. ¡Bingo! Todo está libre hasta dentro de dos horas y media. Agradezco, corto y me volteo a comunicárselo a mi bebé, cuando lo veo apoyado con una mano en un árbol y la cabeza gacha. Me aproximo casi al trote hasta él, preocupadísimo, razón por la cual levanta la cabeza y me mira, lejos de estar sonriendo. Tiembla, tiene los labios casi morados de repente y está muy pálido, por poco blanco. ¿¡Qué mierda le pasa!? ¿¡Qué puedo hacer yo!? Comienzo a asustarme hasta yo mismo. Le tomo la cara entre mis manos y, cuando al fin logra poner los ojos en los míos, noto que su mirada me pide ayuda a gritos.
—¿Qué pasa? ¿E-estás bien?
Entorna un poco los ojos, como si no comprendiera mis palabras del todo. Hace una mueca que pretendía ser una sonrisa y asiente.
—Estoy bien... solo me mareé un poco, es todo.
—M-me estás preocupando mucho. ¿Qué hago? ¿Necesitas algo?
—¿Hum? No te oigo, Manu...
Oh, no, ¡mierda! ¡Va a desmayarse!
—Eh, ¡no te vayas a desmayar! Espera, va a estar todo bien, ¿sí? Necesitas sentarte.
Lo tomo de la mano, puesto que no puede escucharme bien, y comienzo a ir a paso rápido rumbo al primer banco de piedra que encuentro a unos cuantos metros. Volteo a verlo mientras corremos y veo que apenas puede mantenerse en pie, así que decido cargarlo y lo llevo a cuestas hasta dicho lugar.
La mente parece habérseme bloqueado, porque no encuentro manera de ayudarlo. De repente, caigo en que no ha desayunado nada. ¡Ahí está el problema!
—¡Comer! ¡Necesitas comer! —grito casi como si hubiera descubierto algo alucinante y volteo la cabeza a ambos lados, buscando un lugar del que sacar comida—. E-espera, ya vuelvo, voy a pedir algo en aquella tienda —señalo un puestito lejano—. ¡No te desmayes!
Comienzo a alejarme a las corridas y oigo que me llama un par de veces, lo que indica que no escuchó del todo mis palabras. No importa. Solo necesito saber que estará bien. Estoy más asustado de lo que me gustaría, no hay nadie cerca que nos ayude...
Llego al pequeño puesto ya agotado por la pequeña carrera, pero no me importa eso ahora. Vins es prioridad. Me lanzo sobre el mostrador y miro al vendedor, que me observa exaltado.
YOU ARE READING
Tormento [Historia de Vincent y Manu]
Teen FictionSegunda parte de «Te Prometo [Historia de Vincent]». No pasó mucho tiempo desde que Manu vino a vivir a mi ciudad con sus padres. Las clases se reanudaron, nuestra relación perdura y... bueno, los maltratos de papá también lo hacen. Pero pretendo da...