Agosto: Retorno

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Seis coma cinco resultó ser mi promedio este primer semestre, los supe apenas cuando mi madre —como siempre—, fue a retirarlas atrasada varios días por su agobiante trabajo. Al parecer seguiría conservando la aclamada beca, si es que la mantenía o subía en el segundo. Me sorprendió gratamente en realidad, ya que esperaba una drástica baja debido a mi angustia y al tan temido cambio de Básica a Educación Media.

Los días calmos se sucedían mientras dejábamos atrás el gran descanso, como siempre ocurría, estábamos todos tan aletargados como antes de salir y el ritmo de las clases nos golpeaba de nuevo con toda su fuerza. El acostumbrado cóctel de trabajos y proyectos grupales no se hizo esperar, y he de agradecerle a este muchas cosas.

En primer lugar, por mi querido mejor amigo con el que obligadamente debíamos hacer equipo, ya que, aunque suene triste pocos lo aceptarían por su casi nulo aporte, sin embargo, yo no lo quería por eso, sino por su compañía. Y así fue como lentamente entre los cálculos de física y las medidas exponenciales, fuimos recuperando lo nuestro, y a la vez mezclándolo con cálculos recientemente hechos sobre alimentos, golosinas y precios.

Por otro lado, durante las clases de química en las que afortunadamente debíamos trabajar con los grupos formados a principio de año, podía trabajar y experimentar junto a Raúl, estrechando aún más nuestros vínculos y afianzando nuestras opiniones y discusiones hacía rumbos aún más profundos de los que ya habíamos logrado penetrar.

Mientras las hojas llenas de ecuaciones químicas sin balancear desfilaban ante nuestros ojos y resueltas en conjunto por nuestras cuatro compenetradas manos, nuestras lenguas danzaban criticando al Golpe de Estado y sus repercusiones, sopesando los pros y los contras en un exquisito debate de sabrosos argumentos. En tanto las miradas extrañadas de Alex y Lucas, que distraídos gozaban de la satisfacción de no hacer nada, aunque ofreciéndonos su ayuda de vez en cuando. Era tan gratificante hablar de Historia con alguien que me entendiera como Raúl, aunque muchas veces discrepáramos.

Incluso habíamos tomado a veces la innovadora costumbre de andar juntos los cinco; Raúl, Murga, Sam, Luis y yo. Razonando sobre cosas sin sentido, juegos, y el rap que tanto encantaba a los cuatro. En ocasiones a Raúl se le salía disparatadamente —no sé si accidental o deliberadamente—, alguna referencia a mi homosexualidad o de lleno a mi historia, uno de sus clásicos era decirme "amiga" como apelativo, y muchas veces Luis le escuchaba.

"Eh, no. El Raúl que webea o a lo mejor escuchaste mal weón", trataba de excusarme ante la mirada poco convencida de mi mejor amigo, al que esperaba a que se volteara para pegarle un codazo o plantarle mi dedo medio frente a su cara a Mi Confidente junto a una mirada entre asesina e irónica.

A pesar de mis amistades recuperándose, las clases eran harina de otro costal. Durante estas, especialmente las de matemáticas, mi mente era destruida por los cálculos y el derrumbe de mi "podio", Scarlett había ya echado raíces en el curso y se había convertido en un contradictorio y explosivo cóctel de conocimiento y mal comportamiento. Superaba a cualquiera en materia de notas, y con su lógica infalible ofuscaba a cualquier profesor que se opusiera a su imparable conversación o sus paseos por el aula. Siempre terminaba fuera por orden de los docentes y dejaba tras de si la risa en boca de todos nosotros.

Sonará pedante en extremo, pero la verdad es que nunca me había topado con alguien como ella, es poco decir que la admiraba, era todo lo que me faltaba y añoraba. Contribuía ella también a mi caída, al no tener alguien que se me contrapusiera en el pasado, siempre había yo sido el estereotipo del "nerd" o a quien recurrir en caso de dudas o copiar la tarea, y ahora todo ello podía hacerlo perfectamente ella, y además ser el punto donde convergía la atención de los chicos.

Danza de espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora