Junio I: Sombras y Luces

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"¿Me gusta Alex? Siento en estos días algo parecido a lo de hace un año, pero claro que menos intenso. Aunque me aqueja una gran preocupación, no quiero enamorarme y pasar por todo aquello nuevamente, parecerá estúpido, pero tengo miedo de amar".

Así rezaban las notas que escribía por estas fechas, y que para mi sorpresa aún conservo entre las montañas de papel que repletan mi habitación. Podrán notarlo, efectivamente al sentirme al fin libre de Matías, mi corazón se sentía vacío, sin nada a lo que aspirar u asirse.

¿Qué era de esperarse de mi subconsciente? Por supuesto que necesitaba un referente al que aferrarme lo más rápido posible, y después de sopesarlo fuera del rango de mi consciencia, Alex fue el escogido. Supongo que de alguna manera creía tener oportunidad con él, ya que, aunque ni siquiera hubiéramos cruzado en meses nada más que ciertas frases protocolares, podía verlo a diario, saludarlo o también existía la posibilidad de contacto durante las clases de química.

Era para mí inevitable no observar a fondo a este chico, aunque dentro de todo me contradecía en cierta manera. Me explico, no entendía cómo podía atraerme alguien delgado y pálido como él, cuando en realidad mis gustos y preferencias generales se inclinaban hacía chicos machos y varoniles, cuando en realidad este... podría calificarlo como un poco femenino.

Me llamaba la atención observar su destreza manual, al ser un as en malabares se dedicaba a enseñárselo a los demás chicos durante los recreos o más bien practicar el mismo, ya sea fuera con pelotas o sus clásicas clavas. Comenzaba con dos, le agregaba otra e incluso algunas veces lo hacía con cuatro clavas, era una de las cosas que yo con mis reflejos nulos, nunca podría hacer. Con lo imaginativo que soy ya deben imaginar las amorosas situaciones que creaba en mi mente; él enseñándome malabares y sosteniendo cariñoso mis manos para ayudarme a hacer oscilar en el aire, en mudas peripecias, las coloridas esferas.

Pero como siempre, mi vida sólo de devanaba en ilusiones, cuando en el mundo real Alex, las pocas veces que me atrevía a hablarle, se mostraba casi huraño y bastante reticente a entablar algún diálogo. Mi mente cegada por idealizarlo como alguien perfecto, pasaba por alto estos "pequeños detalles", por lo que interpretaba todo a mi gusto y conveniencia.

Solsticio de invierno, días lluviosos se sucedían a montones y mi ánimo decaía inexplicablemente. Parecerá extraño que como al contrario de la mayoría de mis compañeros no me gusten los días lluviosos, me recuerdan a la niñez casi primitiva de los siete u ocho años, jugando entre charcos y barro con David y otros chicos ya perdidos en la memoria. ¿Será por esto que la lluvia me pone melancólico? Con ella rememoro tantos resfriados producto de caídas en el lodo, carrearas bajo las gotas y el huir de los profesores que nos reprendían.

En lo practico estos días eran desafortunados para Luis y yo, ya que significaba quedarnos irremediablemente al interior de los pabellones o vagar por pequeñas áreas atestadas de otros estudiantes, o en última instancia huir hacía la pequeña y también repleta biblioteca, en donde los más "friolentos" aprovechaban el calor de una escueta estufa a gas.

Que sorpresa y regocijo sentía al ver a veces por allí a la siguiente persona que seguía en mi lista de atracciones, Tomás tan pálido como siempre. Me hacía gracia a la vez que me entristecía el hecho de nunca haber tenido valor ni siquiera de haberle dirigido alguna palabra, él no sabía de mi existencia más allá de las extrañadas miradas con las que respondía a veces ante mis suplicantes ojos que se clavaban en sus marmóreas facciones y después huían tan rápido como la luz al ver los suyos girar en mi dirección.

"Vivo en mi cabeza, no soy más que un montón de teoría sin práctica alguna"

La desocupación consumía mis días ahora que mis manos ya no mecanografiaban y cómo mi mente estaba en blanco, decidía ocupar mis noches en chatear, conocer personas nuevas a las que pudiera enseñarles, henchido de orgullo, mi obra de arte.

Danza de espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora