Septiembre I: Cóctel de trabajo y fama

20 2 1
                                    


Incienso, audífonos, un buen café y la noche de fondo constituían mi perfecto hábitat, porque sí, ya había resuelto empezar un nuevo capitulo de mi vida, volvía a escribir al fin.

Habíame decidido por la opción más fácil, escribir tal como hacía antes sobre mi vida y los sucesos que la marcaban, aunque no fuera algo muy entretenido de leer, lo importante pensaba era expresarme, dar a conocer más que nada mis emociones, no mis acciones. Esperaba obtener como máximo un pequeño relato de unas cuarenta páginas, y si así me resultara en el futuro, usarlo como "esqueleto".Sentado frente al ya casi olvidado ordenador portátil, me sentía demasiado cómodo e incluso llegaba a inspirarme e imaginar en mi cabeza que mi libro podría servir en el futuro, me lo imaginaba vendiéndose en las librerías europeas, a la gente en los cafés diciendo "¿Ya has leído de las desventuras de aquel Mauro?" Me imaginaba como inspiración a otros, de gays aproblemados y reprimidos que como yo pasaran por lo mismo, y de hecho ocurría ya, porque muchos que ya habían leído la primera historia me comentaban al Whats "Me encantó tu historia me hizo recordar a mí cuando más pequeño...", y proseguían contándome más acerca de sus propias historias y dramas parecidos a los míos. 

 Era enormemente feliz al saber que mi historia tenía un fin y que de algo estaba sirviendo, así fue como comencé con mi nuevo proyecto, la presente obra Danza de Espadas.

 Las ventas iban de maravilla, nuestra lista de productos innovadores anteriormente planificada, lograba mantener a raya a la ya resentida competencia, que luchaba para mantenerse a flote. Eramos junto a mí mejor amigo unos magnates de las golosinas y en paralelo también mejoraba un área bastante oxidada en mí, las habilidades sociales.

 De alguna manera habíamos ascendido en la jerarquía de nuestro curso, teníamos influencia y la gente nos rogaba para que le "fiáramos", lo que hacíamos a cambio de otros favores o  cambio de difusión. Hablaba ahora sin pudores con todas las personas de mi curso, y en especial con los chicos, a los que tanto temor y reticencia tenía a caerles mal o desagradarles.

 Era ahora natural oír el "¡Mauro un tronco!", viniendo del otro extremo de la sala. Era gracioso verme tan solicitado y tímido a la vez, y así me lo decía Raúl cuando nos compraba su Zles de todas las mañanas, me estaba lentamente deshaciendo del lastre de la ansiedad que tanto me oprimía.

 En todos los sentidos nos iba bien, nadie nos había descubierto excepto la profesora de Historia, que mientras explicaba un nuevo proyecto, había comenzado a observar una extraña afluencia de personas hacia mi puesto y una cantidad anormal de basura en el piso. Así fue como después de acabar nos dijo "Mauro, Benja, Lucas, Jaime... —entre otros—, salgan al patio un momento".

 Y allí nos reprendió a todos, contándonos como había anotado a cada uno de los que iba hacia mí en un papel. Quedábamos perdonados, pero si ellos volvían a comprarme o yo a venderles en su clase, iría directo a inspectoría. Lo peor era que Luis se había librado triunfalmente, ni siquiera lo sacaron fuera con nosotros, sin embargo de todo sale algo bueno ¿No? De todas maneras esto reafirmo la complicidad entre yo y mis compradores, lo prohibido seguía teniendo encanto y las precauciones serían ahora mayores desde las dos partes.

 Con mis habilidades sociales aflorando, mi mente se mantenía estable, libre de cualquier suceso relativo a mi verdad o a su difusión. Excepto por una cosa... 

 "Me reí bastante con tu historia, pero igual me dio pena, en realidad quede INPACTADO XD, soy bastante macho y no me gustan estas cosas pero te respeto igual" 

 ...directo a mi buzón de mensajes de Wattpad. Me sorprendió, aunque mucho más lo hiciera si viniera de otra persona, esta vez se trataba de Sam.

Danza de espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora