Julio II: ταυτότητα

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Nada, todo era nada en mi cotidianidad. De pronto estaba tan solo como hace unos meses y nada lograba remediar mi decadencia hacía el vacío de mi conciencia. Podrán pensar ¿Por qué no consigue nuevos amigos? Pero la respuesta es fácil y ni siquiera sería necesaria darla en realidad, la timidez. Era increíble lo que habíame hecho el "auto ocultismo", pues estaba yo convertido en una máquina a-social que no era capaz ni siquiera de ir a comprar a unas cuadras de mi casa sin que me sumiera en ansiedad y pesadumbre de que... ¡Ni siquiera lo sé! Tal vez que me vieran o que los desconocidos notarán mi caminar semi femenino, que al hablar recayeran mi "tono", etc, etc.

Era tal la ansiedad que provocaba en mí y la timidez, que lo único que hacía —contario a los demás chicos de mi edad—, era desfilar cabizbajo de la escuela a casa y viceversa, en pocas palabras estaba rayando en la agorafobia. Cuando por otro lado mis amigos presumían de las fiestas, la buena vida y todas las personas que conocían dentro de la ciudad y más, de sus "andantes" o de aquellos con quienes se "pelaban".

Era triste, pensaba en mi doliente cabeza, ver a todos en la flor de su juventud, en el apogeo de su galantería y uno aquí sentado frente a un ordenador siendo apenas capaz de expresarse por medio de las letras, huyendo del contacto visual y del sufrimiento personal, camuflándome en el frio cibernético y recibiendo a cambio emociones sintéticas. Horizontes restringidos a simples contactos cotidianos y vacíos, emociones retenidas y añoranzas incumplidas.

Un ejemplo perfecto lo representa cuando imaginaba caminar por donde me placiera y entablar diálogo con quien quisiera, tener la seguridad que tanto admiré antes de Sand. A veces veía en mis caminatas silenciosas a aquel chico que enternecía mi corazón, Tomás. Sonreía imaginando acercarme. "¿Qué tal, caminemos juntos?" y recibir una sonrisa de su parte o incluso de recibir alguna mueca de extrañeza y rechazo, cualquier cosa era mejor que el aplastante anonimato impuesto por mi mente racional, que pasajeramente dominaba mi ser.

¿Y mis demás amigos? Podrán preguntarse, pues era poco lo que podían hacer en contra de mi voluntad, porque aunque Murga y Raúl junto a Sam trataran de acercárseme y llevarme con ellos, no hacía más que esquivarlos y excusarme con sonrisas falsas "Si, todo está bien. No más estoy esperando un rato al Lucho".

La razón no era complicada, pesaba sobre mí la vergüenza y el hastío de ser solo un objeto de lástima, no quería importunarlos ni cambiar sus hábitos por un idiota como yo que no es capaz de decir las cosas a la cara o contar lo que me sucedía. Los veía tan jubilosos y resueltos a ayudarme, pero no quería ser de ninguna manera una carga o peso muerto movido por la lástima.

Al fin se acercaba la fecha de nuestra partida temporal, las vacaciones de invierno, en pocas palabras se cumplía un año de mis desastrosos resultados de 2016. El descanso era mi único consuelo, el sueño era el lugar donde esperaba refugiarme en las raquíticas dos semanas de descanso. Dada la posición de mi familia no esperábamos nada más, sobreviviendo no podíamos darnos el lujo de viajar o hacer lo que la mayoría de familias felices decide realizar. Sólo debía conformarme con el "La familia es lo más importante" que siempre nos recalcaban cuando pequeños para consolar a los pobretones como yo que de pequeños nunca tenían buenos recuerdos que dibujar al volver a clases.

"Sí iremos a la nieve, a la Cordillera" "Me iré a pasar las dos semanas al sur". Toda suerte de comentarios volaba de boca en boca cuando los días se acortaban más y más. Mi corazón alborotado con malos recuerdos y resentido por la pobreza decidió volver a sus viejas costumbres y a mis manos llegó un nuevo autor, Ray Bradbury.

Las historias que narraban los tatuajes de aquel Ilustrado hombre me hicieron languidecer de nostalgia ¿Hasta que extremo llegaremos los seres humanos en nuestras ansias de poder? Lo mismo aplicaba a mí, ¿Hasta que extremos estaba dispuesto a llegar por ocultar mi verdadero ser?

Danza de espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora