Odio

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Cómo deseaba que Dumbledore hubiera compartido sus pensamientos con ella. Así, tal vez no estaría atrapada bajo el cuerpo del mago más tenebroso de todos los tiempos. Temblaba bajo su peso, rezando para que aquella situación no durara mucho más o su mente terminaría anulándose a sí misma.

Una idea le asaltó de repente.

-¿N-No hay ningún método p-para que recuperes tu magia?- preguntó lentamente. O al menos de que no le tuviera que tocar para acceder a ella.

Poco a poco Voldemort se apartó ligeramente de ella, quedando tumbado a su lado en vez de sobre su cuerpo sin soltar su agarre. Un extraño brillo en su mirada le provocó la misma tensión anterior.

-Todos incluyen tu muerte y si tú mueres mi magia desaparece contigo, por lo que no, no hay ningún método.

Las cosas no podían ponerse peor.

-¿Estás diciendo que voy a tener que estar toda la vida así?- el filtro había desaparecido en ella. Para su desgracia Voldemort se giró volviendo a quedar tumbado sobre su cuerpo. El único pequeño e inútil pensamiento que le agradaba era que él, más que nadie, debía de detestar tener que tocar de aquella forma a una sangre sucia. Pensaba en todo lo que tendría que vivir y cómo se podría escapar cuando volvió a hablar.

-No toda la vida, pienso hacer que sea para toda la eternidad.

Actuó en completo instinto. Se revolvió tratando de huir hasta la puerta, completamente fuera de sí. Incluso consiguió liberar la mitad de su cuerpo antes de que unos fuertes brazos le agarraran y tiraran boca abajo en la cama, en una posición mucho más íntima que las anteriores, con él sobre ella. Desde luego notaba cosas que no debería de notar. Traicioneras lágrimas cortaron su respiración, ahogando sus sollozos contra el colchón. Con una mano Voldemort le obligó a mirarle a él. Su inexpresivo rostro no cambió al ver todas las lágrimas.

-No vuelvas a intentar separarte de mí. Haré sacrificios como dejar que te duches sola y tengas algunos minutos al día en tu propia compañía. No soy el psicópata salvaje que crees- increíblemente suavizó la voz- Merlín, al parecer la magia también se retrae cuando lloras.

Hermione de verdad trató de controlarse, mas era muy complicado con él encima. En su lugar más lágrimas se sumaron a sus ojos.

-Y-Yo... n-no quiero e-esto- sollozó- yo pertenezco al bando que planea tu derrota, no puedo ayudarte de esta manera...

-No tienes por qué pensarlo de esa manera- soltó su barbilla sin quitarse de encima- piensa que si evitaras que accediera a mi magia tu amigos morirían esta misma noche, seguidos de un gran número de muggles.

Es decir, que salvaba a más gente si le ayudaba. Era una maldita serpiente manipuladora. Ingenuo tenía que ser si creía que iba a estar de brazos cruzados en aquella situación.

-Tienes quince minutos para poder usar el baño- ordenó-. Un elfo ha dejado ropa nueva que te puedes poner si decides usar la ducha.

Increíblemente se apartó de ella y sin dudarlo un segundo Hermione corrió hacia donde el mago había señalado que estaba el baño.

.

Voldemort se incorporó en la cama, quedando sentado con la mirada fija en la puerta que había cerrado la niña tras ella. No era idiota. Si le concedía momentos sin gozar de su propia magia no era por caridad. La niña tenía que pensar que si no se portaba como él dictaba había algo más que le podía quitar aparte de sus amigos y familiares.

Y le estaba costando más de lo que creía. Nunca se había sentido indefenso en toda su vida. Tan lleno de sentimientos. Asco, eso era lo que sentía. En aquel mismo instante se encontraba comparándose con un repugnante muggle, y todo por esa niña amiga de Potter.

Atada al señor oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora