Habían transcurrido ya casi dos semanas desde su secuestro. Cada día que pasaba Hermione lo dedicaba en avanzar en el hechizo que le garantizaría algo de tiempo libre para su cordura, por poco que fuera. Tenía que aguantar miradas asesinas allí donde fuera con Voldemort y para colmo estaba viendo una parte de él que nunca habría imaginado. Su parte inteligente y perspicaz. Incluso había conseguido llevarse bien con Nagini, al que consideraba como su único amigo en aquel lugar.
Una vez cuando ya casi estaba terminando el hechizo y le había mostrado sus avances a Voldemort, no se pudo contener y se lo preguntó.
-¿Por qué me volviste a besar?
El mago elevó la mirada de los apuntes para clavarla en ella.
-No necesito ninguna razón para hacerlo.
-¿Cómo que no? ¡Soy una sangre sucia! ¡Tú quieres eliminarnos a todos!
-Tú eres distinta, Hermione- que usara su nombre logró calmarla- pero no tanto como para que te permita elevar el tono. No suelo dar tantas oportunidades.
-¡Sólo dime por qué me besaste!- no iba a suplicar pero se lo estaba poniendo difícil.
-Ya te he dicho que no necesito ninguna razón. Desde el momento en el que te toqué por primera vez, desde que mi magia quedó absorbida en ti, fuiste mía. Yo cuido mi propiedad y hago con ella lo que yo deseo. Y te advertí que no me volvieras a elevar la voz.
Efectivamente logró que cerrara de una vez la boca. Se volvió a su sitio a seguir leyendo el último libro que le ayudaría a terminar con el conjuro, mas no lograba avanzar más de una línea. Algo en su pecho se lo impedía.
Aquella vez no pudo elegir entre ningún vestido. Voldemort lo eligió él mismo. Desde que le había faltado el respeto el mago había puesto un nuevo tipo de límites. Más bien le había hecho ver todas las elecciones que le había permitido hacer hasta el momento. La comida, las horas de ir al baño, los libros que leía e incluso qué peinado se hacía. Y no le había soltado más que tres minutos al día. Estaba a punto de buscar el perdón, mas todo su orgullo e incluso honor se lo impedía. Ella no iba a ser otro Mortífago y Lord Voldemort lo tenía que ver. Con un movimiento de varita él la peinó de forma que el pelo cayera suelto y el cuello se viera lo menos posible. Luego le llevó agarrada hacia una de las zonas de desaparición.
El jardín seguía tal y como lo recordaba. Era de las pocas que le gustaba de los vampiros. Sabían cuidar de todo aquello que no tuviera sangre, y desde luego que hacían un precioso trabajo. Lástima que tuvieran aquella ansia por beber.
Esa noche se les concedió la entrada mucho más rápido y al llegar las puertas ya estaban abiertas. Avanzaron por el conocido pasillo sin hacer caso de los vampiros que aparecían entre las sombras hasta llegar a la misma sala de la última ocasión.
-Buenas noches, caballero, señorita- saludó Blaine. Aquella vez no tenía un vaso con el líquido rojo pero se encontraba exactamente en la misma posición que le dejaron hace poco más de una semana.
-Blaine- se limitó a responder Voldemort. Hermione hizo una pequeña inclinación de cabeza.
-Tu mujer no tiene muy buena cara, Voldemort- comentó Blaine.
-Ha sido una larga noche.
Hermione no pudo contener la exclamación indignada ante el doble sentido. Blaine soltó una carcajada, claramente entretenido.
-No seas vergonzosa, pequeña, que un macho te tenga satisfecha es motivo de alegría. Y si lo que buscas es otro macho, no dudes en venir a mí.
-Blaine,- interrumpió Voldemort con una mirada letal en su dirección- vinimos a discutir el ataque.
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Atada al señor oscuro
FantasiaLa historia no es mía la saque de un fanfiction pero quería que más gente disfrutara así que los derechos son de la autora