CAPITULO I

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La provincia de Kebhek, era sin lugar a dudas el lugar más peculiar que podría existir sobre la faz de la tierra. Contaba con lagos naturales, así como una extensa vegetación y animales, tan extraños como bellos. Los habitantes vivían en paz, conviviendo con la naturaleza que lograron rescatar. Sin embargo, los habitantes de Kebhek, tenían ciertas peculiaridades que los convertían en personas únicas y se puede decir que un tanto extravagantes. Desde su forma de hablar, vestir, andar, pensar y expresarse. En Kebhek, no existían los exquis, ya que la prueba N dejo de aplicarse y por consecuencia, tampoco había dotados.

El grupo proveniente de la provincia de Athala, junto con algunos otros refugiados de las demás provincias, esperaban afuera de una gran habitación con la vista baja. Dentro de dicha habitación se encontraban dos chicas, una de ellas atada a una cama por cientos de cables que le impedían moverse con libertad. La otra, la más pequeña, se encontraba sentada a su lado hablándole en voz baja, como para evitar que alguien pudiera escuchar su conversación, a pesar de ser consiente que aquel lugar, era a prueba de ruido y absolutamente nadie podría escuchar nada.

Ahora que la primer chica había despertado, los médicos, científicos y sanadores de Kebhek tenían miedo entrar y realizar las pruebas pertinentes. Aquella joven, no era una joven común y corriente, y su acompañante tampoco lo era. Ya una vez, los habitantes de aquella provincia sufrieron por causa de alguien de la misma condición de aquella extraña joven. Los estragos que provocó fueron tales, que aun después de tantos años, el miedo prevalecía para todos los pobladores del lugar, pues aunque muchos pequeños no vivieron dichos acontecimientos, los rumores y chismes nunca faltan y mucho menos en lugares tan pequeños como lo era aquel. Lo cierto era, que aquella pequeña joven, de apariencia frágil y débil, tenía suficientes motivos para provocar miedo. Aquella chica era un Nikkei. Un ser humano especial que poseía la habilidad de despertar su cerebro en un cien por ciento. La joven a su lado, su pequeña hermana, tampoco figuraba como una niña normal. Ella era conocida como una Detha, un ser humano alterado genéticamente de tal manera que su cerebro se desarrolló de forma más extensa, haciendo al igual que su hermana, que portara habilidades asombrosas que aun, ninguna de las dos era capaz de descubrir. La única diferencia entre estas pequeñas, además de la edad y de la apariencia física, era el control que el clero podría ejercer sobre ellas. El nikkei no puede ser controlado, la Detha en cambio, al ser un arma creada por el mismo clero, corre el peligro de ser fácilmente controlada por ellos.

El mundo no había vuelto a ver un nikkei, desde aquel desastroso día en el que el líder de Kebhek estallo, destruyendo todo a su paso. De aquel fatídico día se cumplieron once años, los mismos que dicha provincia permaneció cerrada, haciendo correr el rumor que un peligroso y contagioso virus invadía el lugar y que era sumamente peligroso que alguien entrara o saliera de ahí. Las únicas que logaron escapar con vida de aquel infierno, fueron un par de hermanas, quienes eran descendientes directas de uno de los fundadores del ilunithe. La mayor de ellas, llevaba consigo a una niña de no más de tres años. De cabello castaño y ojos color chocolate, haciendo juego con el tono canela de su piel. La otra mujer, tenía un embarazo demasiado avanzado y era solo cuestión de tiempo para que diera a luz.

La mayor de ellas, de cabello castaño, ojos grandes color ámbar y la piel bronceada, había planeado todo detenidamente. Rescató a su hermana, antes que aquel hombre pudiera darse cuenta de su partida. Rosette Demore, era una estratega nata. Tenía un cerebro privilegiado pero aun así, no dejaba de ser un ser humano. Su única y menor hermana, Helen Demore, era la esposa del gobernante de Kebhek; Caleb Thenevet, un hombre en apariencia, confiable y respetable, apuesto y caballeroso, nadie imaginaria nunca el oscuro secreto que este ocultaba. Todos en la provincia lo respetaban y lejos de verlo como un inquisidor, lo veían como su rey. Las hermanas Demore fueron cercanas a este desde muy niñas, debido a su condición de "nobles" puesto que por sus venas corría la sangre de un ilustre personaje. Al morir los padres de las hermanas, dejándolas huérfanas a muy corta edad, la familia de Caleb se hizo cargo de ellas, haciendo que aquella amistad se forjara aún más. Sin embargo con el paso del tiempo, ambas hermanas se dieron cuenta que sus sentimientos por Caleb, iban mucho más allá de una simple amistad. Rosette, la mayor de ellas decidió hablar y dar a conocer sus sentimientos por su primer amor, pero llego tarde. Caleb había tomado una decisión y desposaría a Helen, a quien siempre había amado. En silencio y con el corazón roto, Rosette Demore aceptó su derrota y pretendió vivir como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, las cosas se complicaron luego que se anunciará el primer embarazo de Helen. Por ley, tenía que recibir la famosa vacuna de ley, que se le era aplicada a toda mujer de cada provincia. Sin embargo, al recibirla su organismo no fue capaz de soportarla. Fue enviada de inmediato al hospital más cercano donde nada pudieron hacer por salvar la vida que se encontraba en su vientre. Ocurrió lo mismo un año después, cuando se anunció el segundo embarazo de Helen. Esta vez, no solo la vida de aquel ser que aún no nacía, corría peligro, sino también la vida de Helen, quien se encontraba demasiado débil como para recibir un tratamiento adecuado. El pueblo pedía un heredero, pero la esposa de su rey no podía dar a luz. Desesperada por que Caleb y el pueblo estuvieran conformes y abstuvieran lo que deseaban, Helen pidió a su hermana que hiciera algo verdaderamente inverosímil; que fuera ella quien le diera un hijo a Caleb. Asustada por dicha proposición Rosette se negó. Escapó del edificio gubernamental, que bien pudiera haber pasado por un castillo por lo excéntrico que era. Huyó a las afueras de la provincia, sin contar jamás con que en su paso se encontraría con Elizabetha Thenevet, la madre de Caleb quien de rodillas le pidió que aceptara la descabellada proposición de su hermana. Confundida y asustada, Rosette termino por aceptar. Amaba con todo su ser a Caleb y era consciente que él deseaba con toda el alma poder ser padre, al igual que su hermana, así que decidió cumplir con los deseos de esta. Así pues, Rosette fue oculta dentro de aquel gigantesco castillo. Todo se hizo de forma clandestina, para evitar el descontento del pueblo, por lo que el clero desconocía dicha acción y la vacuna de ley no fue administrada en Rosette. Tres meses pasaron y el vientre de la mujer había crecido considerablemente, preocupando a los médicos y sanadores del lugar, quienes no sabían cuál podría ser la causa de semejante suceso. Cerca de los cuatro meses de gestación, Rosette dio a luz a una saludable pequeña a la que nombraron, Merina.

Descendientes || The Last (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora