El ambiente en el lugar se volvió tenso. Elizabetha, no quería dar su brazo a torcer respecto a su opinión sobre la pequeña Sula, quien no hacia mas que estar de pie acariciando a Mithra. La rejuvenecida mujer, caminaba de un lado para otro con las manos en la espalda, meditando sobre la decisión que debería de tomar en esos momentos.
El orgullo del ser humano, siempre a sido uno de los mas grandes obstáculos, que se haya puesto a si mismo cualquier otro ser.
Aceptar a aquella pequeña, iba en contra de todos sus principios. Era como admitir que se había equivocado, y una mujer como ella, prefería morir antes que rebajar su orgullo de esa manera. Merina lo sabia, pero le daba lo mismo lo que su abuela opinará. Después de haber visto a Dagha actuar, estaba mas que decidida en tomar las riendas de la misión para derrocar al clero. Tenía un plan en mente y estaba cien por ciento segura de él, por lo que no imaginó que debería de cambiarlo tan rápido.
De pronto, Sula dejó caer a Mithra de golpe, haciendo que el pobre cachorro emitiera un ligero quejido, lamentando aquel echo. Las tres mujeres giraron hacia la pequeña, quien tenia la mirada aun mas perdida que antes. Sus ojos se pusieron completamente en blanco y su cuerpo permanecía inerme. Hazel trato de acercarse a ella, pero Merina se lo impidió.
Pasaron solo unos cuantos segundos, que aquellas mujeres les parecieron eternos, cuando la pequeña regreso a la normalidad.
─Ella viene ─dijo entre dientes. Tanto Hazel como Merina, lograron escuchar a la perfección, pero para Elizabetha, aquello se escuchó más como un balbuceo.
─¿Qué has dicho, niña? ─cuestionó molesta. La pequeña avanzó un poco hasta quedar cerca de ellas.
─Ella viene, aquella cuya sed de poder es insaciable se dirige hacia acá, y no viene sola, trae consigo un ejercito enorme que viene dispuesto a matar o morir por su causa ─. Dijo con voz monótona, tomando por sorpresa a todos. Elizabetha, seguía cegada por su orgullo y se negaba a creer en las palabras de la pequeña. Dio la vuelta y rió escandalosamente, tratando de dejar en ridículo a la niña, pues aquellas palabras, simplemente carecían de coherencia para ella.
─¿Vas a decirnos ahora que puedes ver el futuro? ¡Por favor, Merina! ¿ no me digas que vas a creer semejante tontería? ─Merina giró hacia ella y la vio realmente furiosa. Se acercó a ella con paso lento, haciendo que su rejuvenecida abuela retrocediera con miedo. Era la primera vez que, su abuela actuaba asustada por causa suya y eso intensifico aun mas el estado de animo de la chica.
─Escúchame bien, "abuela", a partir de este momento, quien tomará las decisiones en este lugar, seré yo. Ya tuviste la oportunidad de hacer algo por tu pueblo y fallaste, yo no voy a cometer ese error.
Las palabras de la joven nikkei, dieron de lleno al orgullo de aquella mujer, haciendo que su miedo se transformará en ira.
─¡ESO SERÍA TRAICIÓN! ─expresó con los ojos desorbitados.
─¿Y crees que eso importa? ─, replicó Merina─, el miedo mueve a las masas, querida abuela. Ten por seguro que el miedo que me tienen es mucho mayor a la devoción que te profesan.
Elizabetha no fue capaz de replicar, consciente de que aquello que acababa de escuchar, era cierto. Estaba acorralada, y ese no era un sentimiento que le fuera grato.
─Entonces ─dijo tratando de modular la voz─, ¿qué vas a hacer? ─Merina se acercó a Hazel y Sula y les sonrió de manera cómplice─ ¿tienes un plan?
─¡Por supuesto! ─respondió la chica─ ¡Llama a los padres de los dotados y prodigios!, Hazel, tu llama a los dotados y prodigios, quiero a todos aquí ─Elizabetha, dio la vuelta de mala gana, dispuesta a llamar a sus invitados, cuando Merina la detuvo, justo antes de tocar la puerta─ ¡Oh, abuela! Trae también a Arthas, lo necesito mas que a nadie.
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Descendientes || The Last (Libro 2)
Science FictionMerina y Hazel, al fin saben cual es su estatus. Saben que son las armas que el clero necesita para ganar de una vez por todas la guerra contra los rebeldes. Sin embargo, ninguna de ellas piensa colaborar en eso. Ambas hermanas están ahora obligada...