Habían transcurrido, poco más de veinticuatro horas y aun no había noticias de la Detha, la Nikkei, ni del grupo de refugiados.
Los prodigios permanecían encerrados en aquella extraña habitación, negándose a probar bocado, no por alguna clase de rebeldía, sino porque no eran capaces de hacer otra cosa, ms que intentar abandonar aquel lugar e ir en busca de sus compañeras y de sus padres.
Elizabetha, había perdido parte de su juventud y algunas de sus antiguas arrugas, habían vuelto a aparecer en su bello rostro, haciéndola ver demacrada. No estaba muy segura, sobre lo que se supone que tenia que hacer. En contra de todo lo que creía, dañando su orgullo y, sobre todo, ego, decidió dejar en libertad a los prodigios y confiar que pudieran traer de vuelta a sus nietas.
Del otro lado de la habitación, los gemelos golpeaban la puerta tratando de hacer que esta cediera mientras Dorothy se encontraba en un rincón con las manos en la cabeza, tratando de no perder la cordura. Phillipe permanecía a su lado, cubriéndola con su inmenso cuerpo, mientras Favela trataba de hacer que sus dijes funcionaran para poder escapar. Tadeo y Nicolás, discutían mientras Thara trataba de calmarlos. En ese instante las puertas se abrieron y ellos sin pensarlo se pusieron de pie, dispuestos a atacar a quien estuviera del otro lado. Sin embargo, apenas las puertas se abrieron unos pequeños destellos neutralizaron el ataque de los chicos, haciéndolos caer de rodillas con las manos en la espalda. Elizabetha se les acercó y los vio chasqueando la lengua.
─ ¿De verdad pensaban atacarme a mí? ─les dijo, fingiendo estar dolida ─ ¡Pero que desagradecidos son!
─ ¿Nos dejara salir? ─preguntó Tadeo. La mujer solo movió la cabeza, afirmativamente.
─ ¿Nos dejara ir por ellas? ─preguntó Nicolas. La mujer volvió a mover la cabeza. Chasqueo los dedos y dejo en libertad a aquellos chicos, quienes de inmediato se pusieron de pie.
─ Pero primero, es necesario que prueben bocado, necesito que tengan suficientes energías para enfrentar lo que sea que Dagha tenga preparado.
Aquel extraño grupo, avanzaba por los pasillos del lugar siguiendo a la mujer que no dejaba de hablar. Ninguno de ellos, le prestaba atención a sus palabras. Estaban sucios, demacrados y sus cuerpos estaban demasiado fatigados como para enfrentarse a cualquier enemigo, por mas inofensivo que este fuera. Kenay y Evelin los esperaban a la entrada de la sala de juntas. Esta ultima se lanzo a los brazos de Nicolas en cuanto lo vio venir, pero este la aparto de inmediato, como si el contacto con aquella bella chica le causara nauseas. Entraron a la sala y tomaron asiento, ahí ya estaban reunidos algunos miembros del consejo que habían sido convocados por la misma Elizabetha. Dichos miembros, no tuvieron la cortesía de ocultar su desagrado para con los recién llegados, quienes, como dije, se encontraban sucios y en mal estado, tanto emocional como físico. Sin embargo, a ellos poco les importaba todo eso y por lo visto a la misma Elizabetha le daba lo mismo. Lo que de verdad importaba en esos momentos era traer de vuelta a las princesas de Kebhek y los únicos que podían ser de ayuda, eran esos andrajosos chicos.
─ Mi señora, yo nunca me atrevería a contradecir su palabra, pero...
─ ¡Pero nada, Monsieur! ─sentencio la mujer mientras se ponía de pie ─, nuestras tropas no son suficientes y no podemos quedarnos sin hacer nada.
─ Si nos hubiéramos deshecho de esas chicas cuando tuvimos la oportunidad, no tendríamos que pasar por esto ─comentó uno de los cancilleres. Apenas termino de hablar, un filoso cuchillo roso su mejilla, clavándose en la pared que se encontraba detrás de él. El grupo de prodigios se le fue encima, mientras Nicolas lo tomaba del cuello con fuerza.
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Descendientes || The Last (Libro 2)
Science FictionMerina y Hazel, al fin saben cual es su estatus. Saben que son las armas que el clero necesita para ganar de una vez por todas la guerra contra los rebeldes. Sin embargo, ninguna de ellas piensa colaborar en eso. Ambas hermanas están ahora obligada...