Atada de pies y manos, Merina observa a su, ahora anfitriona quien la ve con algo de burla. el resto de su equipo, se encuentran inconscientes y atados en lo que parece ser, una especie de sillones viejos y desgastados. Todos llevan los ojos vendados, salvo por Merina quien mantenía un duelo de miradas con aquella chica de ojos claros.
Ninguna hablaba, esperando tal vez, que la otra rompiera el hielo.
De la nada, un joven de cabello oscuro y ojos iguales a la chica, se acercó e inclinó junto a esta.
─ Tal vez, no debiste traerlos aquí ─le dijo con algo de culpa─ ninguno de ellos me inspira confianza.
─ Pero a mí, si, Anthony ─protestó la chica, sin despegar la mirada de Merina─ ¿de donde dices que vienen? ─le preguntó a esta.
─ La provincia de Kebhek ─respondió Merina sin quitarle la mirada de encima.
─ ¿Lo ves? ¡vienen del otro lado de las murallas! ─replicó el chico, evidentemente alarmado. Arriethe permaneció calmada. En ese momento, los compañeros de Merina comenzaron a despertar y el duelo de miradas, entre las chicas quedó de lado. Arriethe ordenó que les quitaran las vendas, tal vez para poder apreciar el rostro de sus rehenes.
─ ¡Vaya forma de dar la bienvenida! ─expresó Merina, con una sonrisa hipócrita que fue rápidamente correspondida por Arriethe.
─ Yo, a ustedes los conozco ─dijo de pronto Serith de Evenigh quien observaba a ese par de chicos con los ojos bien abiertos. Ambos giraron hacia algo confundidos─ ustedes son los hijos de Rachel y Edmon Mar ─. Ambos chicos cruzaron miradas.
─ ¿De modo que esos son los nombres de nuestros padres? ─dijo el chico con algo de aspereza.
─ Han pasado varios años ¿como es que has logrado reconocernos? ─preguntó Arriethe poniéndose de pie y acercándose al hombre quien continuaba atado.
─ Sus ojos no son algo fácil de olvidar ─contestó el hombre con seriedad─ sus padres eran los encargados de las relaciones exteriores de Evenigh. Lo último que supe de ellos, fue que habían sido enviados a Aomine para culminar con una investigación que había quedado inconclusa.
─ ¡Mentira! ─exclamaron ambos chicos al unisono.
─ Esa mujer los envío fuera de las murallas que dividen las provincias.
─ ¿Murallas? ─se atrevió a preguntar Merina─ ¿de que demonios están hablando estos chicos? ─le dijo a Serith, quien estaba tan blanco como la cera.
Ambos chicos se colocaron frente a ellos, chasquearon los dedos e hicieron que las cuerdas que los tenían sujetos a aquellos asientos, se desataran dejándolos en libertad. Merina se puso de pie, sin quitarles la mirada de encima. Zoé, Estela y Fabien se fueron a su lado, junto con un par de chicos más. Serith observaba desde atrás algo temeroso.
─ Siganos ─dijo el chico mientras ambos les daban la espalda. El equipo obedeció y siguieron a los chicos a una especie de balcón, desde el cual podía verse con completa claridad, las ruinas de lo que parecía haber sido una imponente ciudad. Merina, observó con cuidado y observó hacia el noroeste. A la distancia se lograba distinguir una especie de honda invisible para el ojo común, pero muy clara para ella.
─ ¿Qué es eso? ─preguntó apuntando con el dedo. El resto de su equipo trató en vano de observar lo mismo que la chica, pero ninguno lo consiguió. Arriethe sonrió y se le acercó a su hermano.
─ Te dije que esta chica me inspiraba confianza ─le dijo sin apartar la vista a la chica─ es igual a nosotros.
─ No lo creo ─se opuso el chico─ hay algo distinto en ella.
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Descendientes || The Last (Libro 2)
Science FictionMerina y Hazel, al fin saben cual es su estatus. Saben que son las armas que el clero necesita para ganar de una vez por todas la guerra contra los rebeldes. Sin embargo, ninguna de ellas piensa colaborar en eso. Ambas hermanas están ahora obligada...