Expresa tu amor.

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A veces el comino hace bien a la salsa —murmuro mientras empujaba la pesada puerta de vidrio del Cafe.

Ahora el olor de aquel café recién molido e hirviente era más penetrante pero eso ya no le interesaba. Busco con la vista a la mujer que segundos atrás había seguido, hallándola, sin mucho esfuerzo, en la caja registradora.

—Añada un café americano —mencionó el pelirrojo a la chica que en esos momentos atendía a Johan, quien inmediatamente volteo para ver de quien se trataba—, yo pagaré la cuenta.

—Ni de chiste —dijo apretando los dientes. Solo esto le faltaba, ser embestida por el mocoso que arruinó a su hijo—. Cancele la orden —dicto a la muchacha quien solo miraba la escena confundida e intrigada. Dio media vuelta dispuesta a salir de ahí, antes de que aquel niño le hiciera perder su valioso tiempo.

El pelirrojo, viéndose ignorado, no tuvo de otra más que seguirla hasta la entrada cediéndole una mueca de disculpa a la demostradora, a quien solo le importaba enterarse del chisme.

—Solo deme unos minutos, intente escucharme —mencionó en forma de suplica al alcanzarla. Se encontraban fuera del lugar, en donde por las puertas de cristal, toda la gente los miraba embobados con la situación.

—No tengo nada que hablar contigo —saco las llaves de su auto y quito los seguros subiéndose al frente. Kevin aprovecho el hecho de que auto no tuviera los seguros y se subió del lado del copiloto, antes de que comenzará a arrancar.

—Por favor —volvió a suplicar ya que no había querido lucir agresivo, esa no había sido su intención inicial y si así lo había percibido la señora debía arreglarlo.

Johan lo miró indignada por sus acciones ¿cómo se atrevía con esa confianza a subirse a SU auto? Eso es un delito, ahora sí ya la había hecho enojar.

—Bájate ahora mismo, o llamaré a la policía —dictó severa mientras tomaba su bolsa y revolvía todo intentando buscar su celular.

—No será necesario porque lo haré, pero en cuanto haya hablado con usted —intentaba sonar calmado aunque por dentro moría por gritarle muchas cosas—. Sé que usted es la madre de Edd, y que podría pensar que esto no me incumbe, pero, de hecho, es un tema tanto de él como mío... por favor, déjeme hablarle de nosotros.

El escuchar la palabra nosotros le hizo sentir escalofríos, de cierta manera le resultaba repulsiva debido al contexto. Pero tenía razón, nada de esto le incumbía a él, ella ya había platicado con su hijo. Sí, ya había tenido una dura charla, de la cual no le había agradado nada la conclusión, pues su hijo había decidido no acatar su orden de dejarlo, de hecho, le había importado muy poco haberle dicho que si seguía con esa idea de amar a otro chico dejaría de verlo como a su hijo. Y justo ahora tenía delante a culpable de todo, el culpable del cambio de su niño, al culpable de que lo prefiriera a él por encima de ella, su madre. Ella también había estado deseando decirle unas cuantas cosas, y si ahora era el momento, pues bien, tendría que soportarlo.

—Bien —contestó sin quitar aquel gesto de enojo—, yo también te quiero decir algo.

Kevin sonrió por dentro, ahora tenía el campo abierto, era un paso más.

—Tú, pusiste a mi hijo en mi contra —hablo mirando a aquel niño, según ella, culpable de todo. Kevin solo abrió los ojos ante tal sandez—, te ha elegido a ti, antes que a su propia madre, tú infeliz, no sé qué le hiciste a mi pequeño Edd, pero lo deformaste y lo convertirte en eso ¿Acaso te hace feliz ver como destruyes a su familia poco a poco? Si pensarás un poco en él, te alejarías, le dejarías ser feliz y normal, ¡Dejarías de lavarle el cerebro para hacerlo un completo fenómeno! ¡Si tanto te interesa, ayúdale a ser normal otra vez! Deja en paz a mi hijo, él cree que te necesita pero no es así, el mismo se miente, lo que él necesita es a su familia —mencionó entrecortado pues sus ojos comenzaron a cristalizarse—. Como madre, te pido que lo dejes ser a lo que era antes, un chico normal.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora