Revela tu amor. (1/2)

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Johan Marión se describía a sí misma como una mujer formal, educada y demasiado precavida con aquellas imperfecciones que pudieran surgir. Si fuera por ella, se describiría en una sola palabra: perfección. Ella tal vez no era de esas mujeres que se la pasan en el hogar como amas de casa, pues era una mujer de pensamientos nuevos que creía en la equidad de la responsabilidad de ambos padres. Ella, una mujer indudablemente capaz de mantener una familia hecha y derecha; con un esposo en un excelente trabajo, atento y cuidadoso, y con un hermoso hijo a quien le había inculcado todos los valores positivos posibles, nunca tuvo que preocuparse de él, pues su hijo era la responsabilidad en persona y, aunque sonase arrogante, era una creación suya, había crecido así gracias a la perfecta educación que le había inculcado durante su infancia. Todo era perfecto, esposo perfecto e hijo perfecto. O eso pensaba.

Ese día llego a casa temprano, desgraciadamente había olvidado su agenda y por lo tanto había tenido que regresar. Estando allí, aprovecharía para comer son su hijo, quien ya se debía encontrar en casa, a menos que se haya quedado en la escuela estudiando un poco, algo muy común en él.

Al entrar, vio que sobre e piso había pequeños charcos de agua, lo que casi hace que se infartara al ver que Eddward no se había tomado la molestia de limpiar. Tirado en el piso también se encontraba su hermoso suéter verde, regalo de la tía Gertrudis, así sin más en el piso, eso lucía un poco raro, porque, conociendo a su hijo, él no hubiera sido capaz de hacer un reguero así. Por un momento temió que alguien más hubiera entrado, o que algo le hubiese pasado a su hijo, pero se controló inmediatamente y opto por ir a verlo a su habitación. Gravísimo error, tal vez debió tocar unas tres o cuatro veces a la puerta. Ensayo y error*. Jamás volvería a entrar sin permiso.

Lo primero que vio fue a su delicado angelito, y lo único que alcanzó a ver fue que se encontraba sin playera, en milésimas de segundo miró a su compañero, Kevin Grells, quien al parecer también se encontraba desnudo del torso. Sin pensarlo, lo único que hizo fue cerrar la puerta y allí se quedó, tras la puerta, paralizada, sin saber que pensar. Su hijo, SU único hijo, en cama, con otro chico, ambos desnudos. ¿Qué debía pensar? Estaba preparada para muchas cosas, su pubertad, su adolescencia, rebeldía, hasta el inicio de su sexualidad, pero éste último tema debía ser platicado por su padre y su hijo debía de estar interesado en una chica, no así. Esto no encajaba en su esquema, en su calendario, en su perfección ¿Cómo es que de la nada daba tan tremendo giro?

Bajó rápidamente las escaleras y se sirvió un pequeño vaso de agua, hasta la boca se le había quedado seca de la sorpresa. Una vez en la cocina pensó con más claridad lo que acababa de pasar, e inhalo hondo para controlarse. Ok, vio a su hijo desnudo en compañía de uno de sus vecinos, y por solo ver esa escena cualquiera podría deducir lo que acababa de pasar entre ellos dos, sin mencionar las sábanas rojas, las rosas y las velas, pero, puede que aún hubiera otra explicación, una más lógica y creíble... Ay, ¿A quién engañaba? ¡Su hijo acababa de tener relaciones sexuales! ¡Y con un hombre! ¡En su casa! Su niño, su bebé tan pequeño, no lo creería de él, de seguro había sido el otro pervertidor quien lo había convencido de semejantes cosas ¡Sí! ¡Eso debía ser! ¡Y si el maldito se había atrevido a obligarlo la iba a oír!

Volvió a caminar a la habitación de su hijo con está idea en mente, era tanto el coraje que sintió de sólo pensar que ese mocoso se había aprovechado de su ángel que las pisadas retumbaban. Poco a poco sus pisadas se hicieron mas delicadas y silenciosas pues otro pensamiento invadió su mente. Sábanas, velas, rosas... dormidos, juntos, el sonrojo de su hijo al verla ¿Enserio se atrevía a pensar que su hijo no estaba de acuerdo con todo eso? Se detuvo a la mitad de las escaleras. Acéptalo Johan, tú hijo acaba de tener relaciones sexuales, con un hombre y en tu casa, y quien sabe cuantas veces ha pasado, o quien sabe desde cuando. Volvió a bajar las escaleras y se dirigió a la sala, donde se sentó en uno de los sillones y espero a su hijo, no precisamente con toda la paciencia del mundo, pero sabía que en cualquier momento debía bajar.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora