Epílogo.

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15. Ámalo.

Su alarma sonó a las 9 de la mañana en punto. Era más temprano de lo que acostumbraba levantarse en un domingo, pero no le importaba, de hecho a penas y había conseguido dormir algo la noche anterior nervioso por el día de hoy. Se levantó entusiasmado colocándose frente a su armario, en realidad casi nunca hacía esto, seleccionar detenidamente la ropa a ponerse, sabía que se veía estúpido haciéndolo pero le importaba un carajo, quería lucir bien o por lo menos decente para este día. Conforme con su atuendo salió con sus llaves en mano y los dos cascos recientemente adquiridos, dispuesto a pasar por su amor.

Su amor.

Qué raro sonaba eso para él, pero tan solo en días se había acostumbrado a llamarle así y a pesar de que sonaba extraño en su mente, en realidad le encantaba decirlo, ya que al fin podía gritarlo al viento sin pena alguna, con todo orgullo y sin miedo a nada.

Sí, sin miedo, y no es que él tuviese miedo de alguien, más bien, miedo del fracaso en el que pudo haber terminado esta relación; por su parte, al no aceptarlo desde un principio, y por la reacción de la madre de Edd, que justo ahora está de más recordarlo. A final de cuentas Johan, aquella mujer a la que en algún momento llamó estúpida, había caído en cuenta de sus errores, es por eso que de nada servía recordar lo pasado, sobre todo cuando ya se había perdonado lo hecho. Aunque tal vez Johan no lo había perdonado del todo, ya que cada que la veía su mirada reflejaba odio, ese tipo de odio que se le da a los yernos, del normal podría decirse. Aun así, no podía evitar los nervios al estar cerca de su querida suegra.

Por otra parte, el suegro no le causaba batalla alguna ya que él no había estado presente durante el suceso precipitante, y por lo tanto él desconocía esa "parte" de su familia, él solo llegó un lunes en la mañana como si nada, preguntando sobre las nuevas noticias que se habían suscitado en su ausencia obteniendo como respuesta una sonrisa cómplice entre Johan y Edd. Sí. Qué diferente se hubieran tornado las cosas si el bendito señor hubiera estado presente al momento del caos, ya que cuando Edd le mencionó de la relación que sostenía con Kevin, dejando implícita su orientación sexual, éste no se alteró ni una décima parte de como su madre lo hizo, obvio le cayó como cubetazo de agua helada pero no pasó a mayores, aparte de que Johan estuvo ahí para calmarlo. Como desenlace, sus padres le habían dicho que si él era feliz no había problema. Pero que jodida era la vida ¿cierto? ¿No pudo haber pasado eso desde un principio? fue lo que pensó Kevin al enterarse de todo. Pero bueno, ya no podía quejarse, al final todo había resultado bien. Excepto por los ojos asesinos que Johan le dedica cada que le veía.

Y hablando de eso, justo ahora estaba por enfrentarlos. ¿Recuerdan que la noche anterior no había dormido debido a los nervios? Pues bien, eran consecuencia de que hoy tendría un esplendoroso desayuno con sus suegros. Excelente, ¿qué mejor manera de comenzar el día que con una charla en extremo incomoda?

Llegó al portón de la casa y tocó el timbre con extrema delicadeza. Fueron dos segundos cuando el padre de Edd apareció al otro lado de la puerta.

—Llegas tarde, muchacho, pasa —mencionó sin ningún deje de enojo—. ¡Johan!, ya llego el mocos- Kevin —corrigió de inmediato.

—Lo siento, buenos días —entró dedicándole al señor una de esas sonrisas falsas, obviando el hecho de que le había llamado mocoso.

Si de algo se había dado cuenta, a lo largo de los días transcurridos, era que el padre de Edd era muy diferente a su madre, juntos hacían una especie de Yin y Yang, mientras Johan era sinónimo de seriedad y severidad, Lennard, lo era de simplismo e informalidad. Pero lo que tenían en común era ese afán por "perfección" solo que en diferente grado.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora