Que empiece la fiesta

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La cena estaba buenísima, la barbacoa con los vecinos era siempre genial, porque todo el mundo llevaba muchos tipos de carne, condimentos y bebidas diferentes, de modo que comíamos de todo y de todos. También llevaban unas mesas muy largas donde cabían veinte personas en cada una y las ponían en medio de la carretera que iba hacia la playa, al lado del parque donde estaban las barbacoas. Aún así, yo comía lo más rápido posible para salir corriendo con los amigos y los colegas. Aiden estaba en la mesa de enfrente con sus padres y su hermano Gael.
Gael era el contrario de Aiden. Si a Aiden le gustaba nadar, a él le encantaba correr, si a Aiden quería hacer surf, el otro quería subir en monopatín. Una de las grandes diferencias entre ellos, es que se podría decir que Gael era la oveja negra de la familia. La perfección que tenía en Aiden, él no la tenía. A diferencia de su hermano, Gael era un chico que no se cuidaba, tampoco era muy estudioso por lo que había escuchado por ahí y según lo que decía él, pasaba de todo. Pero sorprendentemente, a pesar de no cuidarse, se podría decir que estaba bastante bueno.

Me quedé mirando cómo competían tirándose patatas fritas al aire para ver quién era capaz de coger con la boca. Chicos, simplemente chicos. Bajé la cabeza y seguí comiendo la carne y las patatas fritas que tenía en el plato, pensando me como sería la noche, o como acabaría.

El móvil me empezó a vibrar en el bolsillo. Lo saqué y vi que tenía una llamada pérdida de Alana. Sonreí y terminé de comer rápidamente. Sabía perfectamente que la llamada que me hacía Alana al principio de la noche, era para indicar que estaba todo preparado y que fuera hacia allí. Cuando terminé de cenar fui a la mesa de Aiden y me lo llevé atrás del chiringuito. Allí todos los adolescentes de 15 años hacia arriba se reunían muchas noches de verano para beber, fumar o simplemente hacer el tonto por la noche.

- ¡Hey Melia, Aiden! ¡Estamos aquí! - Alguien nos llamó. Localicé a nuestro grupo sentado junto a una pequeña barca de madera anclada en la arena, donde de día los niños pequeños jugaban. Reconocí la voz de Alana. Ella siempre había sido muy... ¿cómo decirlo? ¿Liberal, abierta...? No lo sé, pero era una muchacha muy extraña. Era lo contrario de mí, era morena, bajita, ojos castaños yendo hacia amarillo, eso sí, ¡tenía un cuerpo que flipabas! Se hacía perfectamente con los chicos y siempre se metía en problemas. Aún así era mi mejor amiga.

- ¡Hola Alana! ¿Que tenéis por ahí? - Señalé las bolsas llenas de botellas de colores. Sonrió y rió sin parar. Esta había empezado a beber antes de la hora seguro.

- Pues mira, aquí tenemos vodka negro y Jack Daniel's, nos lo ha conseguido Albert, ya sabes que hace dos meses cumplió dieciocho. - Me cogió del brazo y me condujo hacia el grupo, mientras que Aiden iba detrás de nosotras.

Visualicé a todos alrededor de una hoguera hecha con troncos del bosque. Megan llevaba un altavoz de aquellos ultramodernos con el iPod conectado y la música sonando a toda castaña. El ambiente era de fiesta, la gente cantaba la canción que sonaba por los altavoces, la típica música chumba chumba, con la cantante de fondo que casi no se la oye.

- ¡Eh gente! ¡Vamos hacia el bar de la playa que ahora empieza el espectáculo de polinesia! - Alana estaba muy emocionada, siempre lo estaba al principio de las noches de fiestas, pero cuando terminaba la fiesta ya no estaba tan feliz debido a que como bebía tanto le cogía una depresión a última hora de la madrugada.

Hola mis queridisimos lectores!! Aqui os dejo una imagen de como me imagino a Gael, el hermano de Aiden.

Don't let me fall [no me dejes caer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora