Me aparté y lo miré. Tenía los ojos cerrados. Los abrió de golpe, me miró con gesto serio y se levantó de la cama. Yo saqué la cabeza de entre las sabanas y le miré. Adón agarró su ropa y se fue al baño a cambiarse. Me sentí decepcionada y cabreada conmigo misma. ¿Cómo se me ocurría hacer tal cosa? Después de la bronca que tuvimos Gael y yo… Iba y le ponía los cuernos. Genial. Me entraron ganas de llorar, y ahora encima tendría que convivir con Adón durante todo el verano después de besarlo… Al ver su reacción intuí que no le había gustado que hiciera eso.
- Mierda… - Susurré para mí misma. Me tapé los ojos con mis manos y contuve mis ganas de llorar. Siempre metía la pata.
Cuando me sentí lista para afrontar lo que me dijera Adón, me incorporé y me senté en mi propia cama.
Adón salió del baño, me miró y dijo:- Tengo que irme. – Cerró la puerta del baño y se dirigió a las escaleras de bombero que había en mi cuarto, dispuesto a bajar.
-¿Qué? ¿A dónde? – Le pregunté.
-Tengo que…Bueno, luego nos vemos. – Y se fue.
¿Quería marchar? ¿Dejarme sola? Me asomé al balcón que tenía en mi habitación y miré hacia la playa. Vi a Adón marchar por la orilla. Papá también se había ido por la playa.
Él dijo que luego nos veríamos… Pero… ¿Y si no volvía? ¿Y si había decidido dejar de enseñarme? El viento me revolvía el pelo sin peinar. Entré dentro y me tumbé en la cama. Estaba claro que sentía algo por Adón. Algo que no podía dejar marchar.Entonces me di cuenta. Él fue quien estuvo conmigo cuando yo lo necesitaba, él me secó las lágrimas, me abrazó en las noches de pesadillas y confió en mí. Gael nunca hizo nada de eso. Ni siquiera se había molestado en llamar o enviarme algún mensaje de texto para hablar. Ni yo tampoco, me dije a mi misma. La verdad, es que no me había importado demasiado. Pero si no me molestaba, tal vez era porque no me importaba. No tanto como Adón. Vale, estaba claro que no lo conocía des de hacía años, pero sentía como si fuera así. En cambio Gael era distinto. Suspiré y decidí levantarme a desayunar.
Fui a casa de Alana. Ella me preguntó por Adón, pues siempre íbamos juntos a todos lados. Yo le dije que tenía unos recados que hacer para sus padres. Ella me explicó que esa mañana irían todos al acantilado a saltar. Yo acepté ir. Estaba claro que no saltaría. Básicamente porque, uno, era agua de mar y me transformaría y dos, me podía matar. El acantilado tenía una altura de nueve metros. Había una cierta profundidad en el agua, pero una mala caída y te dabas contra las rocas o simplemente te pegabas el planchazo y podías llegar a morir, pues el agua cuando te tiras a cierta altura, puede llegar a ser más dura que un muro de cemento.
- ¿Te vas a tirar Melia? – Me preguntó Alana.
- Buf, que va. Ni loca. – Le respondí.
- Yo no lo sé…Me da miedo, pero todo el mundo que se tira quiere repetir. Debe ser divertido. – Alana miraba con cara de entusiasmo, como los demás se tiraban por el acantilado, como si fuera ella que se tiraba.
Apareció Victoria y se sentó en una roca al lado de nosotras. Nos miró y me preguntó:
- ¿No te vas a tirar por el acantilado Melia? – Me miró con un gesto malévolo.
-No. – Le dije tajantemente.
- Claro…Sería una pena que te mataras… - Sonrió. – Aunque los peces no le temen al agua. ¿Cierto?
Miré sorprendida a Victoria. ¿A qué se refería con lo de que los peces no temen al agua? Ella… ¿Sabía algo sobre quien era?
- Esta loca, déjala. – Me dijo Alana. Suspiré y miré como saltaban los demás. – Oye Melia… Me voy a tirar. – Se puso en pie y se quito la camiseta y los pantalones.
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Don't let me fall [no me dejes caer]
Dragoste¿Qué pasaría si tuvieras un secreto que solo sabe una persona? ¿Y si tu verdadero amor no es quién crees que era? La fantasía, el humor y el amor, están servidos en esta historia envuelta de seres mitológicos y leyendas. Acompaña a Melia a descubrir...