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II. SERENDIPIAS

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Por la mañana tuve que ser más veloz que de costumbre. Había sucumbido ante el cansancio y ante esos "cinco minutos de más" que mi cuerpo clamaba. Ahora no contaba con demasiado tiempo para desayunar, vestirme y adecentarme.

Cuando llegué a clase aún no habían abierto así que me quité la mochila de encima, la abracé y deslicé mi cuerpo por la pared para sentarme en el suelo del pasillo a esperar. Una de las estudiantes me fulminó con la mirada, gratuitamente. Aparté la vista. Después apareció Ana, risueña, saludando a todo aquél que se iba topando mientras se acercaba hacia la puerta. O eso creí hasta que se sentó a mi lado. Me llamó la atención chasqueando la lengua, pero con la vista al frente, como para que nadie se diese cuenta de que quería mi atención. Saqué los auriculares de uno de los bolsillos de la mochila y me los puse. Ni siquiera estaban conectados a nada.

— Chss, chss. — Continuó incordiando. Pude ignorarlo hasta que me agarró del brazo y lo hizo tangible—. Oye.

— ¿Mhm? — Murmuré destapando una de mis orejas. Merecia un premio a la mejor actuación—. No quiero hablar.

— Lo siento, de verdad...

— Ya. — Volví a colocarme el auricular.

— Estoy siéndote sincera, siento mucho haber ayudado en lo del otro día.

— No te escucho ¿vale? No quiero hacerlo. Ya han abierto, espero que me dejes en paz durante lo que queda de curso. — Me levanté de golpe y ella hizo lo mismo. Giré la cabeza para mirarle directamente a los ojos—. Te lo advierto, no te acerques a mí.

Las horas siguientes no dejé de pensar de dónde me había salido aquella voz, aquella rabia. Yo, el corderito que se dejaba comer ¿había enseñado los dientes? o, al menos ¿había hecho el ademán? Irreconocible. Tanto observar a los callejeros empezaba a influir en mi, aunque quizá era yo sola la que cambiaba y crecía porque debía hacerlo para sobrevivir. De la noche a la mañana no iba a poder caminar entre la gente con la cabeza en alto, llena de orgullo, pero ¿podía hacerme respetar... un poco?

Podía. Sí. Claro que podía. Me lo acababa de demostrar.

Diré que sobrevivíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora