Capítulo 10

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-Creo que sobreviviré.

-Bien -ansiosa unos minutos antes por dejar la casa de Jimin, ahora permanecía allí en el frío aire de la noche de octubre, sin decidirse a marcharse-. Me ocuparé de poner en marcha el contrato para Kim Software mañana por la mañana y luego empezaré con los preliminares del plan.

-Yo trataré de trabajar un poco aquí -prometió Jimin.

-Bien... - Jeongyeon dio un paso por el sendero empedrado hacia la verja del edificio y luego otro.-. Buenas noches.

-Gracias, Jeongyeon.

-¿Por qué?

-Por todo -la vio dar otro paso por el sendero-. En especial por no preguntar -murmuró antes de que ella desapareciera en la oscuridad.

El pálido resplandor plateado de la luz del pasillo inundó la habitación de Jeongyeon a través de la puerta abierta.

Aunque siempre dejaba la tenue luz del pasillo encendida toda la noche, rara vez se le olvidaba cerrar la puerta cuando se acostaba. Hacía tiempo que trataba de convencerse de que si dejaba encendida la luz del pasillo era para no tropezar si tenía que ir al cuarto de baño durante la noche.
Pero aquella noche quería que la luz iluminara su habitación, que definiera las sombras de los muebles. Aquella noche necesitaba la luz para tranquilizarse, para convencerse de que no estaba desligada del mundo, de que no estaba sola, desamparada.
En su infancia nunca le había obsesionado la soledad, aunque con frecuencia había deseado tener un hermano o una hermana. Había crecido en una hermosa casa en las afueras de Suwon, rodeada de juguetes y una serie de amas de llaves. Su padre, ejecutivo de una importante compañía de inversiones, era un hombre reservado y austero. Jeongyeon tenía la impresión de que nunca le había conocido, pero sospechaba que había heredado de él su propia reticencia y reserva.
Su madre había ejercido una influencia más poderosa en su vida. Abogada de éxito, Choi Ji Hyun era el tipo de mujer que todo el mundo admiraba, especialmente en aquellos días, cuando pocas mujeres lograban realizar con éxito una carrera profesional y al mismo tiempo cumplir el rol de madres. No había sido una madre muy apegada a Jeongyeon, pero ésta no podía por menos que venerar a aquella guapa mujer cuya disciplina y dedicación le habían hecho ganarse una envidiable posición en un medio hasta entonces casi exclusivo de los hombres.

-Podrás lograr cualquier cosa si te lo propones y luchas por alcanzarlo -solía decirle su madre. Fija tu meta, persevera, y el mundo será tuyo.

Hubo ocasiones en las que Jeongyeon se permitió preguntarse si seguir el ejemplo de su madre era lo que en realidad quería hacer. Una vez pidió a una de las amas de llaves que la enseñara a cocinar y la mujer la había echado de la cocina, diciéndole con impaciencia:

-A tu madre no le gusta que te metas en la cocina, Jeongyeon. Vete y déjame hacer mi trabajo en paz.

En otra ocasión, cuando el ama de llaves favorita de Jeongyeon le había enseñado los rudimentos del arte de hacer punto, la madre de la niña había intervenido y le había quitado de las manos las agujas.

-No pierdas el tiempo aprendiendo esas tonterías -le había dicho-. Las mujeres que se pasan la vida haciendo punto jamás llegan a ser dueñas de su propio destino. Los hombres no las tratan como a sus iguales.

De manera que Jeongyeon nunca había aprendido a cocinar ni a hacer punto. Tampoco había aprendido a cuidar a niños, en parte porque a su madre no le gustaba que jugara con muñecas y en parte porque la niña no tenía ningún ejemplo en ese sentido que imitar. Las pocas veces que trabajó como niñera cuando era adolescente le enseñaron poco, ya que los bebés estaban por lo regular profundamente dormidos cuando ella llegaba a cuidarlos. El trabajo se reducía a ver la televisión, comer patatas fritas y asomarse de vez en cuando al cuarto del bebé para cerciorarse de que seguía durmiendo sin contratiempos.
No obstante, la infancia de Jeongyeon no había sido mala. Había sido razonablemente feliz. Sabía que muchos niños no tenían tantas ventajas como ella y le agradaba la posibilidad de tener una vida tan emocionante y llena de desafíos como la de su madre. Se aplicó en sus estudios, fijó sus metas y diseñó un plan de acción que la llevaría al mismo tipo de éxito profesional y respeto de que disfrutaba su madre.

Era sólo por la noche cuando sucumbía a la soledad. Era cuando el mundo se oscurecía y el sendero tan bien trazado de la muchacha desaparecía de su vista, cuando ella anhelaba algo más, algo diferente, algo cálido y consolador. No sabia con precisión qué quería. De niña, pensaba que quería un hermanito o una hermanita, o una mascota, o simplemente alguien que se sentara a su lado en la cama, la cogiera de la mano y le contara con voz suave cuentos de princesas y magos y castillos maravillosos entre las nubes. Cuando creció, pensó que quizá lo que deseaba era un novio, un amante. Pero ninguno de los muchachos, y más tarde los hombres, con quienes mantuvo relaciones fueron capaces de hacer desaparecer del todo aquella sensación.

Ni siquiera en los años en que había estado con Hoseok se había sentido completamente segura, satisfecha con su vida.

Había aprendido a dormir casi siempre con la luz apagada. Pero aquella noche se sentía dolorosamente sola. Aquella noche necesitaba la luz que venia del pasillo.

Hundiendo a cabeza en la almohada, fijó la mirada en el techo y trató de entender por qué se sentía tan sola. La respuesta que se estaba formando en su mente era que había disfrutado demasiado de la compañía de Jimin; su compañía y su beso, sus brazos rodeándola y el excitante calor de su cuerpo contra el de ella. Dejar su casa le había resultado muy difícil. Pero habría sido peor quedarse.

«Ni siquiera me cae bien»,

se recordó con impaciencia. Jimin tenía un criterio muy estrecho respecto a las mujeres.

Quizá ella no fuera menos susceptible al encanto de Park jimin que el resto de las empleadas de la compañía. Quizá también estuviera fascinada por los hoyuelos de sus mejillas, sus profundos ojos color castaño y su cuerpo atlético.
Pero el hecho era que durante los últimos cuatro años, sólo había sentido irritación en presencia de Jimin. Durante casi cuatro años, sus hoyuelos y sus ojos y su cuerpo no habían ejercido en ella el menor efecto. De cualquier manera, ella no había sido nunca el tipo de mujer que presta demasiada atención al aspecto físico de un hombre.
No había sido a su aspecto físico lo que había respondido esa noche, reconoció. En realidad, le había visto menos impecable y garboso que de costumbre. Su pelo estaba revuelto, su ropa desaliñada, su sonrisa era rápida y titubeante. Y sin embargo, le había encontrado irresistible.
¿Qué sentido tenía pensar en eso? Durante cuatro años ella se había resistido al encanto del casanova de la oficina y después de un día con él, oliendo a bebé y discutiendo sobre la forma de preparar el café, todas sus barreras habían caído y ahora suspiraba por él, sin poder conciliar el sueño. Él estaba durmiendo en compañía de un bebé inquieto, y ella se sentía sola y muy desolada.

Suni arrinconó a Jeongyeon a la siguiente mañana en el lavabo, donde la segunda estaba llenando una jarra de agua para la cafetera del vestíbulo.

Jeongyeon había encontrado más fácil rechazar a Jimin en su mente aquella mañana que la noche anterior. Había dormido mal y se había despertado con un leve dolor de cabeza.

El día amenazaba con ser agitado; tenía que realizar bastantes investigaciones sobre el asunto Kim y para colmo Jimin no pensaba ir a la oficina para hacer su parte del trabajo. Así que ella lo haría casi todo y Jimin se llevaría todos los honores. Esta idea y su dolor de cabeza la ayudaron a borrar todo vestigio de los sentimientos que la noche anterior habían despertado en ella el recuerdo de su compañero de trabajo.

•It Was Not A Plan• // pjm+yjyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora