Capítulo 14

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Manse se removió y comenzó a gemir. Jeong Yeon vio un babero y se lo extendió en el hombro. Luego levantó al bebé y lo acunó contra su pecho. Sentía lástima de él, por tener una madre tan inestable. Pero quizá Manse no mereciera su compasión. Había sido bendecido con un tío dispuesto sin duda a cuidar de él, sin importarle las conjeturas que pudiera propiciar en el trabajo.

Comenzó a acunar al bebé en sus brazos y él dejó de gimotear. Ji Min cerró el grifo y se secó las manos.

- Ji Min -aventuró Jeong Yeon-. ¿Por qué has dicho que me merezco cualquier explicación que pueda haber?

Ji Min se acercó a ella y la cogió de los brazos.

-Creo que sabes la razón -dijo con expresión enigmática y le dio un beso en la frente, luego la soltó y se dirigió a la puerta-. Ahora que Manse está tranquilo, quizá podamos trabajar un poco-sugirió con voz suave mientras salía de la cocina.

-Ya no me puedo concentrar -anunció Jeong Yeon, dejando a un lado la libreta en la que estaba tomando notas.
Miró a Ji Min.

Eran casi las diez de la noche; habían trabajado sin parar durante más de tres horas.

-¿Cansada? -preguntó él, alzando la mirada de los papeles que estaba leyendo.

-Exhausta - Jeong Yeon se desperezó lánguidamente, luego movió la cabeza de un lado a otro para aflojar los músculos del cuello.

Ji Min la observó con atención, como tratando de adivinar la causa de su fatiga. Ella no había pasado una mala noche cuidando a un bebé llorón, después de todo. Pero reprimió el impulso de preguntar.

-¿Qué tal te sentaría una taza de café? -sugirió.

Ella sonrió con ironía.

-Viniendo de ti, no es una invitación muy tentadora. Nadie se ha muerto por tomar café instantáneo.

-Nadie se ha muerto por aprender a preparar verdadero café-replicó Jeong Yeon-. ¿Para qué compraste una cafetera si no querías aprender a usarla?

-No la compré -respondió él-. Alguien me la regaló.

Se movió al decir esto, bajó la mirada y la fijó en la chimenea, que se encontraba al otro lado de la habitación. Su actitud le pareció evasiva a Jeong Yeon, incluso un poco avergonzada.

-Sin duda te la regaló una amiga, ¿verdad?

Jimin se volvió a mirarla, con una enigmática sonrisa.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Oh, no sé -dijo Jeong Yeon con un exagerado encogimiento de hombros-. ¿Quién si no podría regalar una cafetera? Debió ser alguien que pensaba pasar aquí algunas noches pero no soportaba la idea de tomar café instantáneo al levantarse por la mañana.

-Apuesto que eres una de esas personas quisquillosas que no se pueden pasar sin tomar una taza de café auténtico por la mañana-comentó Jimin-. ¿Me equivoco?

Jeong Yeon rió de buena gana, pero no contestó nada. Ji Min se incorporó y la miró de frente.

-¿Qué tiene de particular que yo tenga una vida social activa?-preguntó con tono acusador-. ¿Es un crimen que un soltero de treinta y cuatro años reciba en su casa alguna amiga para pasar la noche de vez en cuando?

-¿De vez en cuando? -preguntó Jeong Yeon con escepticismo, sin dejar de reír-. Sin duda el tenorio de Powell &Decker está siendo demasiado modesto.

Ji Min la miró con ojos entornados. Parecía estar controlando la ira. Después de respirar hondo, dijo:

-No sé cuál es tu fuente de información, Jeong Yeon. Pero puedo asegurarte que mi reputación es mucho más excitante que mi vida real. Como te he dicho antes, la mitad de las cosas que se dicen sobre mí son falsas.

Jeongyeon se asombró por el interés que parecía tener en convencerla de su decencia; estaba asombrada y conmovida. Le sorprendía aun más que sus ojos brillaran con tal intensidad a pesar de su evidente fatiga y que la opinión que ella pudiera haberse formado de él le importara tanto.

-En realidad, no he oído hablar tanto de ti -dijo ella-. Pero te he visto en acción.

Ji Min abrió la boca, pero inmediatamente la cerró, como si hubiera decidido pensar mejor lo que quería decir.

-¿Te refieres al hecho de que te besara ayer? -preguntó con voz apacible.

No era a eso a lo que se refería jeongyeon. Se refería a las veces que le había visto sonreír a las secretarias con intención seductora.

Por alguna razón había supuesto que lo sucedido entre Jimin y ella la noche anterior era de una naturaleza completamente diferente. No había estado flirteando con ella entonces; no había percibido nada frívolo ni superficial en su acercamiento. Su beso había sido algo muy serio, casi solemne.
Pero no estaba dispuesta a hablar de ello aquella noche... ni nunca. Tenía la esperanza de que si apartaba el incidente de su cabeza, conseguiría olvidarse de ello a la larga. Sin embargo, era una suposición ridícula, decidió. Aún no había olvidado aquel beso de hacia cuatro años. ¿Cómo podía esperar olvidar un beso de hacía solo veinticuatro horas?

Ahora que Ji Min había sacado a la luz el asunto, pendía entre ellos como una entidad tangible
.
-¿Por qué no fingimos simplemente que ese beso nunca ha existido? -sugirió ella, irritada por el leve temblor de su voz.

-Porque no quiero olvidarlo -declaró Jimin.

Se acercó a ella en el sofá y le cogió una mano. Observó los largos dedos de la joven.

-Me gustaría besarte otra vez -confesó-. Me gustaría besarte de tal manera que nunca trataras de huir de mí. Dime cómo debo hacerlo, Jeong Yeon. Dime qué debo hacer para no asustarte.

Ella rió nerviosamente.

-Podrías dejar de hablar de ese modo -sugirió, tratando de ignorar la corriente de sensualidad que corría por su mano y se filtraba por todo su cuerpo.

-¿Es porque trabajamos juntos? -preguntó él, sin dejar de acariciarle la mano-. ¿Es porque he salido con algunas de las chicas de la compañía? ¿Es eso lo que te molesta?

-Ya sabes lo que me molesta -mantuvo Jeong Yeon, tratando infructuosamente de apartar la mano. La hipnótica caricia le gustaba demasiado-. No me gusta tu opinión sobre las mujeres. No me gusta tu actitud hacía las mujeres.

-Amo a las mujeres -aseguró él-. Las respeto. Tienen sus debilidades y sus aciertos, como los hombres, pero no las considero inferiores.

-No las tratas como iguales -dijo Jeong Yeon con un leve temblor en la voz cuando el pulgar de su interlocutor le acaricio con suavidad la sensible piel de la muñeca.

-No, no las trato como iguales -aceptó él-. Trató a los hombres como hombres y a las mujeres como mujeres -alzó la mano de la joven hasta su boca y le besó la palma.

Ella suspiro involuntariamente, luego logró desasir su mano y se replegó en el sofá.

-Por favor, basta, Jimin -murmuro.

-¿Por qué? -pregunto él, aunque no intentó volver a atrapar la mano de la joven-. Tú también me deseas, Jeong Yeon, puedo sentirlo. No me odias. En realidad, te gusto. De modo que dime qué es lo que se interpone en mi camino.

-Quizá tu ego -sugirió Jeong Yeon

Jimin ignoró el ataque.

-¿Es que tienes una mala opinión de los hombres en general?-preguntó-. ¿Acaso te ha roto HoSeok el corazón?

-No -respondió Jeong Yeon con sinceridad, todavía asombrada de que Jimin hubiera hecho tanto caso a los chismes de la oficina sobre su vida sentimental.

La realidad era que HoSeok no le había causado la menor desazón. Lo único que había sucedido era que su relación había llegado a un punto muerto y había empezado a estancarse. Las flores que el le enviaba empezaban a tener mas vida que los sentimientos que debían expresar. Su relación se había ido marchitando, simplemente, sin dramatismos ni dolor.

•It Was Not A Plan• // pjm+yjyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora