Capitulo 12: Mi casa, su casa, nuestra casa.

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Jade.

Al parecer, una tormenta sobre Chicago obligó al vuelo de Perrie a retrasarse. He estado esperando en la sala del aeropuerto durante casi dos horas. Me siento pacientemente, tratando de prestar la máxima atención a mi libro, pero la anticipación de su llegada me está poniendo ansiosa. Últimamente, he estado inundada con los eventos de prensa y apariciones obligatorias en insignificante entregas de premios, pero todavía tengo tiempo más que suficiente para echarla de menos terriblemente. En este punto, extrañarla se ha vuelto tan abrumador que está empezando a ponerse en el camino de mis obligaciones.

El otro día tuve una entrevista emitida para un programa matutino, y no pude concentrarme en las preguntas que el entrevistador me estaba haciendo. Afortunadamente, Lawrence estaba en el escenario de sonido con el equipo de cámara. Se mantuvo chasqueando los dedos y haciendo gestos con el puntero , recordándome mantener el contacto visual con el presentador. De alguna manera, logré recuperar mi dirección y sobrevivir a la entrevista. Después, Lawrence me felicitó, irónicamente, por aparentar estar solo un poco dañada del cerebro en lugar de en completa muerte cerebral... Si él no hubiera estado allí, habría estado tan consumida por mis pensamientos que seguramente me hubiera comportado como si tuviera el coeficiente intelectual de un pez de colores comatoso. Pero Lawrence no puede estar cerca en cada momento de cada día. Tarde o temprano, seré atrapada completamente desprevida, diciendo algo perfectamente idiota

-Disculpa. ¿Vienes aquí a menudo? -Reconocería esa voz sensual, ligeramente grave en cualquier parte. Perrie. Alzo la vista de mi página, y ella se eleva sobre mí. Me pongo de pie y la abrazo asiosamente.

-Es curioso que lo preguntes. Sí, parece que llevo aquí una eternidad. - Doy un paso atrás y la estudio por un tiempo. Estoy totalmente cautivada. Se siente como si estuviera mirando a los ojos de algún tipo de aparición. Pero ella es real. Y está aquí. Y es inequívocamente preciosa.

Lleva una sudadera negra con capucha que abraza su cuerpo y jeans ajustados con agujeros en las rodillas. Su pelo está suelto. Tengo el impulso familiar de jugar con él, pero no me permito extender la mano. Ella sin embargo, va directamente a mi flequillo recién cortado. Suavemente, lo aparta de mi cara.

-Veo que has vuelto al castaño. Muy agradable. Te ves como tú de nuevo.

-Gracias. Ya no podía soportarlo. El color se desvanece muy rápido. Se necesita demasiado esfuerzo para mantenerlo.

-¿Sabes lo que es realmente demasiado esfuerzo? Volar. Esas fueron las seis horas más largas. No tengo idea de cómo pasas la mitad de tu vida en aviones. -Me río.

-El día todavía no ha terminado ni de lejos. Tenemos que reunir todas tus cosas, llegar al apartamento, y desempacar todo.

-Estoy agotada sólo de pensar en ello -hace pucheros.

-Venga. Vamos a adelantar algo. -Agarro su mano y la llevo hacia el reclamo de equipaje. Ella teje sus dedos largos, delgados, en los espacios entre los míos. Nuestras manos encajan perfectamente juntas, como si hubieran sido creadas para complementarse. No quiero volver a dejarla ir.

Me dijo que estaba empacando ligero pero tiene mucho menos cosas de lo que esperaba. Sus dos mochilas de estilo militar y dos guitarras cabían fácilmente en el maletero de mi coche.

-¿Qué tan lejos está tu casa?

-Nuestra casa -corrijo y ella sonríe- Eso depende. Unos veinte minutos, pero con todo el tráfico que hay hoy podría tomar mucho más tiempo. -Ella se abanica con su mano y revisa el indicador de temperatura en el tablero.

La Gravedad Entre Nosotras (Jerrie Thirlwards)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora