Capítulo 14

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Miré el atardecer mientras dejaba salir un quejido. Solté un poco de aire que estaba conteniendo y apreté más el agarre en las muñecas de Dinah. En todo este tiempo que llevábamos colgadas ella no había dejado de maldecir a Camila por habernos dejado en esta situación. Mis manos, al igual que mi tobillo, dolían debido a estar sosteniendo todo el peso de la otra chica. En ocasiones se me resbalaba y cuando eso sucedía la rubia no dudaba en clavarme las uñas como advertencia de que no la soltara.

De repente comencé a sentir que algo se resbalaba por mi bota, bajando lentamente.

–Mierda...–dije en voz baja al recordar lo que había guardado en ese lugar.

–¿Qué?–escuché preguntar a Dinah.

–Es la daga–le dije, ahora preocupada de que se saliera de mi bota y cayera.

El objeto podría caer hiriéndonos a ambas mientras lo hacía. Podría provocar la caída de la más alta si nos cortaba en alguna parte de los brazos, o en el peor de los casos la daga podría clavarse en Dinah.

Tal vez estaba exagerando un poco pero por lo visto aquí cualquier cosa podía suceder.

–¿Daga?. ¿Por qué mierda llevas una daga?.

–Camila me la dió hace algún tiempo–contesté nerviosa.

Sentía que la daga ya estaba llegando al final de mi bota. Con esfuerzo levanté la cabeza, observando la punta del arma asomarse.

–Dinah...–la llamé y sin esperar respuesta alguna continué–No quiero asustarte pero creo que se va a caer–en ningún momento había apartado la vista de mi zapato.

–Déjala, intentaré atraparla.

Sorprendida por sus palabras me apresuré a mirarla. Ella no lucía para nada preocupada con eso, me atrevería a decir que ni siquiera le importaba si la daga la cortaba cuando intentara hacer lo que dijo.

–¡¿Estás loca?!–le grité–Puede lastimarte o podrías caer por intentarlo. Es una simple daga, no importa.

–¡Claro que importa!–respondió la rubia también gritando–No es una simple daga, si Camila te la dió es por algo...mierda–finalizó moviéndose un poco.

Nos balanceamos ligeramente, golpeándonos contra el barco e inevitablemente el objeto punzante cayó. Fue tan rápido que apenas me dió tiempo de apartar mi cara por lo que sólo rozó mi mejilla y aún así consiguió cortarme. Solté un grito cuando Dinah se impulsó con sus piernas para esquivar la daga y otro más cuando se zafó de una de mis manos, estirándose  para alcanzarla. Increíblemente lo había logrado, con tan sólo dos dedos de su mano izquierda ella consiguió atraparla.

Con cuidado fue subiendo muy lentamente su mano, acercó la daga a su boca y la sostuvo con ella. Luego se apresuró en sostenerse de mí otra vez.

–¡No vuelvas a hacer eso!. Demonios, me has asustado.

Ella dejó escapar una pequeña risa, diciendo algo que claramente por la daga en su boca no pude entender. Después de que mi corazón volvió a su ritmo normal cerré mis ojos tratando de asimilar lo que acababa de pasar. Es que todo había sucedido como en una película y cuando digo todo es todo. Desde que desperté hasta este momento.

Un tirón en mi tobillo hizo que dejara a un lado mis pensamientos y que regresara de nuevo a la realidad, fue ahí que me di cuenta de que estábamos subiendo. Poco a poco pero lo hacíamos. Alguien tomó mis piernas y tiró de ellas para regresarme a la cubierta del barco, llevándome conmigo a Dinah. Las dos caímos en la madera del suelo con un fuerte golpe lo que provocó que soltara varios quejidos por mi parte y maldiciones por parte de la rubia. Cuando me recuperé un poco levanté mi cabeza observando como Gerd sujetaba la cuerda con la que había tropezado. Esta seguía enredada en mi tobillo que permanecía ligeramente en el aire a causa del gran hombre.

Sueños de agua (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora