Capítulo 25

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Tragué ante mi confesión, prácticamente le había dicho lo que sentía por ella. Le había dicho que la quería cerca de mí sin pensar en la reacción que ella pudiera tener y eso de alguna manera me ponía nerviosa. Camila simplemente podría no sentir lo mismo, de repente el miedo me invadió ante su silencio. Miré su rostro através de los barrotes, tenía una expresión que no pude descifrar tal vez se encontraba asimilando mis palabras. Ella tomó algo de aire.

–¿Qué haces aquí?–volvió a preguntar, esta vez de una forma más seria.

Sentí una presión en mi pecho claramente decepcionada por su respuesta pero intenté ocultarlo.

–Ya lo dije, vine por tí y no pienso salir de aquí sola.

Miré a mi alrededor buscando alguna llave que me permitiera abrir la celda de Camila, con eso conseguiría olvidar lo que acababa de pasar y de paso liberaría a la castaña.

–¿Buscas algo, preciosa?–la voz del mismo tipo molesto de antes me hizo girar los ojos-Tal vez puedas encontrarlo aquí–incluso sin verlo sabía que él se estaba tocando su entrepierna.

–Déjala idiota–gruñó la castaña frunciendo su ceño, sus manos apretaban los barrotes haciendo que sus nudillos se pusieran blancos.

Los otros hombres comenzaron a reír y a burlarse por la contestación de la chica, logrando que el otro se enfadara. Calló a los demás a base de insultos mientras fulminaba a Camila con la mirada. En este momento agradecía que ambos estuvieran encerrados porque estaba segura que en otra circunstancia ellos terminaría peleándose hasta terminar con la vida de alguno.

–Maldita perra, tienes suerte de que esté en esta celda porque sino ya te hubiera enseñado a ser una verdadera mujer desde el momento en el que te metieron a esta habitación.

–¿Si, pensabas enseñarme algo con esa pequeña cosa que tienes ahí?–dijo la castaña mirando hacia el bulto que tenía el hombre–A penas puedo verlo desde aquí–continuó burlándose.

Los demás rieron divertidos por lo que estaba pasando alrededor. El tipo soltó unas cuantas maldiciones listo para contestarle a la chica, sin embargo pasé mis manos entre los barrotes y tomé el rostro de Camila. Si seguía perdiendo el tiempo terminaríamos muy mal. Necesitaba que me prestara atención y la única manera que se me ocurrió para que lo hiciera fue besandola, aunque fue algo incómodo por la celda que nos separaba. Cuando me separé pude ver como sus ojos estaban cerrados y sus labios entreabiertos, unos segundos después parpadeó un par de veces ahora si con toda su atención fijada en mí. Dejó salir un suspiro.

–Camz–acaricié su mejilla con mis nudillos–Tenemos que salir de aquí pero para eso necesito que te calmes y me digas como puedo abrir la celda.

Ella se relamió los labios rápidamente para luego asentir torpemente con su cabeza aún sin apartar su mirada de la mía. De nuevo la voz del molesto hombre cortó el silencio que se había formado, ni siquiera le presté atención a sus palabras, solo me dediqué a Camila. Ella abrió su boca dispuesta a responder pero antes de poder hacerlo escuchamos unas voces que provenían fuera de la habitación.

–Llegaron por nosotros muchachos–habló uno de los hombres, riendo como si no le importara que estuvieran a punto de llevarlo a la horca–Llegó la hora.

–Mierda–susurré con pánico mientras mis ojos se posaban en la puerta por donde había entrado.

–Hey ojitos, mírame–pidió la castaña–Escucha, ve y párate junto a la puerta cuando lleguen los españoles te encargas de ellos. De seguro tienen alguna llave por ahí.

Negué repetidamente con la cabeza con el miedo recorriendo cada parte de mi cuerpo, no podía hacer simplemente lo que ella me pedía. No podía hacerme cargo de varios hombres a la vez y mucho menos armados.

Sueños de agua (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora