8.

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Sherlock.


Al día siguiente, las cosas marcharon con normalidad para Holmes. Tomó su taza de café, le dio un mordisco a los deliciosos scones hechos por la señora Hudson, se vistió y se marchó directo a la universidad. Esta vez, sin Victor a su lado. Su mejor amigo decidió caminar con Madeline, su novia, por ese día.

En realidad a Holmes no le importaba que Victor pasara tiempo con su novia; eran pareja, después de todo. Y Mads era una buena chica, tan artística y espontánea como Trevor. No le sorprendía que resultaran almas gemelas. Y, oh, por supuesto que no le importaba, pero le dolía no pasar los escasos minutos del 221B de Baker Street hacia la universidad junto a su mejor amigo.

Así que Sherlock llegó a la facultad solo. La verdad, es que no esperaba ni tenía intención de encontrarse con otra persona, conocida o desconocida. En ese momento se sentía más que cómodo en su propio silencio, pero para su -mala- fortuna, alguien tocó su hombro, buscando llamar su atención.

—Hola, oye...

—¿De nuevo tú?—Sherlock rezongó, mirando a cierto rubio confundido. No podía creer que el tal Watson siguiera tratando de hablarle después de lo que ayer habían conversado.—¿Qué quieres?

John iba a decir algo. Abrió su boca por un segundo y al siguiente la cerró, frunciendo el ceño, indignado. Aquello le hizo gracia.

—Vamos en la misma aula, ¿recuerdas? El profesor Lestrade me dijo que era menester que nosotros hiciéramos equipo durante la semana que mezclaremos clases.

El rostro de Sherlock era el retrato de la agonía pura. El de John, sólo mostraba temor.

—¿Qué...? ¿Pero por qué?

John carraspeó.

—Cree que nos llevamos fatal, y él quiere un ambiente de amistad mientras pasa la semana. Tuvo la idea de que nos llevaríamos mejor su hacemos el proyecto juntos.

—Es una estupidez.

—Eso le dije yo, pero aún así no cedió.

Sherlock suspiró. Su día comenzó de mal en peor. Después, fijó su vista en el rubio; éste se estremeció y desvió la mirada. Los ojos de John eran azul oscuros y metálicos, casi grises.

—Bien—bufó finalmente.—No tenemos opción, ¿cierto?

—Eh, cierto, ja, ja—agregó John, rascando su nuca.—Bueno, sólo tenía que decirte eso, mh, Holmes. Nos vemos en clases.

John se despidió de Sherlock, y, afortunadamente para el estudiante de medicina, éste también se despidió correctamente, sin llegar a ser cortante o grosero. Y la verdad, es que Holmes estaba confundido por el comportamiento del rubio. Ayer le había llamado antipático y amargado y rarito, y hoy se había comportado como si nunca hubieran discutido antes. 

Quizá sólo estaba siendo profesional, olvidar las diferencias personales y centrarse en lo que de verdad importaba en ese momento: calificaciones. Sherlock Holmes podía ser profesional también, y se lo demostraría a John Watson.

DON'T YOU KNOW. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora