mary.

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   —Nunca te dije esto, John, y la razón fue que era demasiado triste para un par de jóvenes estúpidos.

Mary fue la mejor mujer que John pudo conocer en toda su vida. Negar que estuvo enamorado de ella a los quince sería una estupidez. Por supuesto que la quería, la quería tanto que hubiese deseado tener su marca.

Pero más allá de quererla como su pareja romántica, la veía como la mujer que siempre tiene la razón, y la que da lecciones de vida gratis. Mary Morstan fue su primer amor y su mejor amiga. Ambos podía hablar de lo que sea, por más vergonzoso o asqueroso que fuera, como la vez donde John le dio consejos a Mary para cortar de una vez por todas la diarrea. O la vez donde John quedó atorado en las atracciones de un McDonald's estando un poco ebrio durante la preparatoria.

Sin embargo, a pesar de años de amistad, habían unas cuantas reglas que John debía tomar a consideración si quería seguir teniendo el amor y la simpatía de Mary. La primera era: no se habla de la marca de Mary Morstan. La segunda era: NO se habla de la marca de Mary Morstan. La tercera regla es: Si hay pelea, ésta termina cuando uno de los contendientes grita «alto», pierde la vertical o... Uh, suena diferente a como recordaba.

En fin, ahora ambos siendo adultos (o, al menos, universitarios), y John permaneciendo enamorado de Sherlock Holmes, a.k.a: su alma gemela, Mary decidió revelarle su más preciado secreto desde que cumplió los veintiuno.

Ambos yacían sentados en el porche de John, con la brisa invernal congelándoles el rostro. John quería tiritar de frío, pero se controló porque la intriga de saber sobre el alma gemela de su mejor amiga le era más importante que una posible hipotermia. Quizá comenzaría a nevar. Era a mediados de noviembre y la chamarra verde que llevaba puesta no le era suficiente para andar en el exterior. Mary, en cambio, parecía calmada, como si el frío y lo plomizo le pertenecieran de nacimiento. Inhaló como si le fueran a quitar el aliento, y exhaló después de unos largos segundos, soltando un vaho de aire condensado.

  —¿Y bien?—John estaba impaciente, y congelado. Se frotó ambas palmas para entrar en calor—. ¿Es algo malo? ¿La encontraste?

Mary desvió la mirada del horizonte. La verdad es que la vista desde la casa de los Watson era hermosa. Un poco alejada de la ciudad pero con la valiosa ventaja de ver un campo precioso por las mañanas. A Mary le gustaba ese campo tanto como le gustaba pasarla con John. Pero ahora lo estaba mirando a él; con una sonrisa enternecida, casi con compasión. Sus ojos cansados ya le habían dado la premisa a lo que sería la respuesta y John se preparó para lo peor.

  —No la he encontrado... porque no existe.

John soltó una risa ahogada, esperando que fuera una broma. ¿Una persona sin alma gemela? Imposible. Pero Mary ya no sonreía, y sólo volvió a mirar hacia el brumoso campo moteado de verde militar. Se sentía fatal. Acababa de encontrar a su alma gemela y descubrió que su mejor amiga no tenía una y jamás la tendría... John se odió por alardear demasiado sobre Sherlock, cuando se besaban, cuando lo sorprendía con regalos en su apartamento, cuando llegaron a segunda base con un roce de tercera.

Era el peor amigo que la mejor persona en el mundo podría tener.

  —¿Cómo no va a existir, Mary? ¿Ya... ya te revisaste todo el...?

  —Sí, John Watson, ya me revisé todo el cuerpo. La espalda, debajo de las tetas, en las nalgas, en todos los lados inimaginables, y a menos que esté tatuada en algún órgano no visible, mi alma gemela no existe.

  —Oh, Mary... Lo siento.

  —¿Por qué lo sientes, tonto? ¿Fuiste tú el que la borró de mi cuerpo?—le dio una palmada. John creía que él debería estar consolándola y no al revés, pero Mary lucía demasiado calmada—. Estoy bien, de verdad. Ya he tenido tiempo de procesar esto. Y está bien, no todas las personas están destinadas a encontrar con quien pasar el resto de su vida.

  —Eso es mentira—John espetó, frunciendo el ceño—. No tienes una marca, ¿y qué? Aún puedes amar a las personas que te aman y esperar que funcione, sin ninguna premisa como nuestras marcas.

  —¿Y cómo voy a saber si es el correcto, John?

  —No lo sabrás, es cuestión de suerte. Pero, ¿eso no lo hace más emocionante? Cualquiera podría ser tu alma gemela, Mary. Cualquiera podría ser el indicado para ti.

  —Cualquiera que no tenga una marca—corrigió. Y John sabía que tenía razón. Pero gente sin marca alrededor de todo Londres debía existir. Mary Morstan no es un caso aislado—. Gracias, John. Pero te prometo que estoy bien. ¿Y no tenías una cita con Sherlock hace como diez minutos?

John la miró por largos segundos, y se dio cuenta que tenía razón. Había quedado con Sherlock de almorzar en Speedy's a las once y media.

  —Mierda. Tengo que irme, Mary. Puedes quedarte el tiempo que quieras, lo sabes, ¿verdad?

  —Lo sé, lo sé. Si tengo algo de suerte, tendré un trío con tu hermana y su novia—se puso de pie y abrazó a John con todas sus fuerzas. Un sentimiento de soledad emergió en su interior. La vacua necesidad de abrazar a alguien a quien puedas llamar tuyo. Mary jamás tendría uno de esos. No llegaría a su apartamento con la expectativa de encontrar a alguien esperándola y diciéndole cuánto la extrañó. Pero estaba bien. Tenía a John. Y aunque el rubio no tuviera su marca impresa en el dorso de la mano o en ningún otro lugar, sabía que ambos serían amigos toda la vida. Y que siempre podía contar con él cuando sintiera que el mundo jugaba en su contra.

Y la verdad es que, en un mundo donde los encuentros están predestinados y la vida entera es una fantasía de algún romántico empedernido jugando a ser Dios, encontrar a una persona más allá de las estúpidas marcas y el destino, resulta bastante agradable. Mary no necesitaba una señal para saber que John era su alma platónica. Y, viéndolo marchar con la sonrisa de idiota impresa en el rostro, realmente creía no necesitar nada más.





N/A: Buenas gente, ¿Cómo los trata la cuarentena? A mí me sacó de mi hiatus. ¿

Sólo quería avisarles que estaré subiendo pequeños extras de todo y pedirles que por favor vayan a leer mi nueva historia Break my heart again, que apenas lleva un capítulo pero iré actualizando rápido. Y pues nada, los tqm.

DON'T YOU KNOW. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora