Capítulo 1: Vuelta a la rutina.

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El sonido a todo volumen de mis auriculares retumbaba en mis oídos mientras yo miraba por la ventana con nostalgia como si de un videoclip se tratase. De un momento a otro el coche en el que viajo toma un desvío de la autopista en dirección a Valladolid, más en concreto hacia Laguna de Duero, el pueblo en el que residían los padres de Emma, y Emma.

Dirijo mi atención hacia dentro del coche y desbloqueo mi teléfono para  informar a Emma sobre la situación.  Poco después, el coche se para en frente de una casaza de piedra a las afueras del pueblo.
Veo a Emma abrir la puerta y acarrear consigo dos maletas, seguida por sus padres, quienes también cargaban con alguna que otra caja.

Bajé del coche y abrí el maletero con la intención de ayudar a Emma a colocar su equipaje, pero esta soltó las maletas y se me tiró encima en un abrir y cerrar de ojos.

-¡Te he echado de menos M&M!.- decía mientas me abrazaba con mucha fuerza.

-No... puedo... respirar.- conseguí decir

-Ups... perdón.- se disculpó Emma.- la emoción.- aclaró.

Acto seguido me dirigí a saludar a los padres de Emma, a quienes ya conocía, mientras su palomita, que era como apodaban a su hija menor muy frecuentemente, se las apañaba para meter las maletas y las cajas en el coche.

-Cuídate mucho palomita.- le decía su madre, abrazándola con nostalgia.

-Y ten cuidado con los sitios a los que vas y las personas con las que andas.- la advertía su padre.

-Si, no te preocupes.- le contestaba.- estaré bien, además, está Miriam conmigo, la amiga responsable.- decía a la vez que me daba golpecitos en la espalda.

Después de acabar con la despedida, que a mi parecer fue eterna (como sería la mía con mis padres una vez nos dejasen en el piso nuevo), Emma y yo nos metimos en el coche y este arrancó, continuando con el viaje.

Durante el trayecto nos pusimos al día sobre todo lo que había pasado durante el verano, ya que, a pesar de mantenernos en contacto, no es lo mismo hablar por teléfono que en persona. Justo en este instante, Emma me estaba contando sobre como acabó volviendo con Manu, su ex, ahora novio; y como luego fueron juntos a Vitoria a conocer a la familia de este.

-Me alegro mucho de que os vayan bien las cosas, de verdad Emma.- le dije yo.

-Y yo Miriam, le quiero tanto...

-Quién te lo iba a decir hace unos meses, ¿eh?.- me reía yo.

-Ay calla... fui un poco dramática, ¿no?.- me preguntaba Emma.

-Que va, sólo no quisiste salir de la habitación en varios días y me obligabas a mirar películas románticas y a comer helado mientras te lamentabas.- ironicé

-Idiota.- Emma se reía, había echado de menos estos momentos durante todo el verano, vaya.- ¿Y tú qué? ¿No hay ningún chico a la vista? ¿O chica?

Emma alzó una ceja y yo me sonrojé ante tal pregunta, aunque lo cierto es que no había absolutamente nadie.

-Si, eso, hai por aí algún rapaz do que non me falaras?.- habló mi padre desde el volante.

-No papá.- le aclaré yo.

Por Dios, que vergüenza. No por nada, pero no estaba acostumbrada a hablar de estos temas delante de mis padres. Ni de nadie, en realidad. Como mucho con Sara, y últimamente también con Emma, después de compartir habitación durante un año, se coge confianza, quieras o no.

-Que non me entere eu de que andas a darte bicos por ahí.- amenazaba mi padre, mientras yo que echaba las manos a la cabeza, pero también me hacía gracia, para que mentir, y Emma se reía a carcajada limpia.

-Que si papá, no te estreses.

En realidad tampoco podía culpar a mi padre por ser tan sobreprotector, sobretodo después de lo todo lo que pasó con Alex, fue tan surrealista, que a veces a mi también me cuesta creer que me pasó a mi.

-Ey Miriam.- me llamó la atención Emma.- ¿hablaste con Brisa? No me contestó el último mensaje que le mandé.. tiene que ser una fantasía estar en St. Tropez

-Sip.- dije remarcando la 'p'.- bueno, tampoco hablamos mucho, no coge mucho el móvil al estar de vacaciones, pero me dijo que llegaba el martes.

-Guay.

Pasada una hora, aproximadamente, después de repetirle a Emma varias veces que no necesitaba un novio, y darle varias taquicardia a seguidas a mi padre por el mismo tema, e incluso de intentar echar una cabezada de forma fallida, el tráfico se hacía mayor, lo que solo podía significar una cosa: nos estábamos adentrando en Madrid.

Poco después, pasadas las nueve y media de la noche, tomamos un desvío en dirección a Madrid, capital de España. Quién sabrá que aventuras no esperan este año... si solo yo supiera.

Besa la verdad | Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora