Capítulo 5: Stargirl.

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Nunca en mi vida me habría imaginado el hecho de estar estudiando la carrera de marketing, es algo que nunca entró en mis planes, y si en el momento de hacer selectividad alguien me llega a decir que acabaría haciendo esto, probablemente me reiría en su cara.

De pequeña quería ser diseñadora de moda, aunque mi familia me lo gastó de tal manera que llegó un momento en el que no quería oír nada relacionado con el diseño. Después de esto, mi mayor aspiración era ser igual a Sara Carbonero, no solo quería ser periodista deportiva, sino que también tenía que estar casada con un futbolista, del Real Madrid, a pesar de que por aquel entonces yo era del Barça, no sabía por qué, pero lo era. De ahí pasé a querer ser campeona olímpica de Volley Playa, en lo cual me esforcé al máximo durante los cuatro años siguientes, pero mi sueño pasó a ser historia por una mala caída cuando tenía dieciséis años.

En fin, durante los siguientes dos años barajé mil y una posibilidades de a que dedicarme, sin hallar vocación alguna. Mi familia, por supuesto, quería una médica en la familia, lo cual ya me había impulsado antes a elegir el bachillerato de ciencias de la salud.
Una vez mi sueño de ser campeona olímpica se había quedado atrás, decidí que tal vez le podría pillar el gusta a eso de abrir cuerpos de par en par, y esas cosas, así que me esforcé al máximo para sacar las mejores notas y así entrar en la carrera, hasta que apareció Alex, haciéndome dudar de si realmente eso era lo que quería. En parte, le debo agradecer su aparición en mi vida porque sino no estaría aquí en este momento, pero tampoco quiero hablar de eso ahora.

Durante los meses que pasé con Alex comprendí que a veces es necesario arriesgarse en vez de ir directamente a lo seguro, lo cual nos trae al día de hoy, veinte de septiembre de 2017. Las clases en la universidad habían empezado hace apenas una semana, justo exactamente una semana después de la llegada de Brisa a Madrid.

Por si no os había hablado sobre Brisa antes, la conocí el primer día de clase, el año pasado. Brisa era madrileña y ya había visitado la facultad en unas numerosas ocasiones; yo acababa de poner el primer pie fuera del metro y estaba más perdida que la una. Desde el momento en el que le pregunté si por casualidad sabía donde quedaba la facultad de ciencias jurídicas y sociales se convirtió en una de mis mejores amigas en esta ciudad, pobrecita Brisa.

En fin, la vuelta de Brisa en Madrid significaba una cosa sobretodo: fiesta. Tenía suerte que aún no me hubiera mencionado lo de ir a clase de reenganche, aun tenía pinta de estar cansada de sus dos meses en St. Tropez, acompañada de un francés muy, muy guapo. Pero a juzgar por la expresión con la que me miraba en ese mismo instante, el momento temido no esperaría mucho más.

—Oye Miriam... —murmura.

—Dime —contesto.

—Sabes que el sábado es mi cumple y.. —mierda, el cumpleaños de Brisa, me había olvidado por completo—. Tenía pensado hacer como un pedazo fiestón.

—¿En el piso? Ni hablar—Aclaro.

—No, no, no—gesticuló con las manos, para luego añadir que había reservado una discoteca como súper exclusiva de la que yo no había oído hablar en mi vida, o puede que si pero tenía un nombre tan raro que posiblemente nunca me hubiera llegado a imaginar que eso fuera una discoteca de estas exclusivas.

—Vale, bien—frunció el ceño—. ¿Qué pasa? —añado a ver como me miraba.

—¿Vale, bien?—preguntó—. ¿Eso es un... Brisa voy a ir encantadísima?

—Eso es un... —pensé—. No me llama mucho la atención una híper mega fiesta en una discoteca súper exclusiva... pero es el cumpleaños de una de mis mejores amigas, no me lo perdería por nada del mundo. —sonreí.

Acto seguido la madrileña se abalanzó sobre mí, tal y como hizo el día de nuestro reencuentro hacía unas semanas.

—Eres genial Miri —susurró.

—Pero por favor —añadí— Olivier y tú dormís en un hotel.

Una carcajada se escapó de la boca de la Madrileña.

—Olivier no va a venir, tiene una viaje de negocios —añadió—. Pero prometió llevarme de viaje a donde yo quiera, los dos solos, el fin de semana que viene... Lo cual es perfecto porque así podemos tomarnos unos churros de reenganche el domingo por la mañana— la miré con una ceja alzada.

—No, de reenganche no— me niego a quedarme de reenganche—. ¿Qué? Sabes que me entra el sueño a la una de todos modos.

—Venga, ¡Enróllate Miriam!—insistió.

—¡Ya estoy en casa!— exclamó entonces la voz de una no silenciosa Emma que acababa de llegar a casa— ¿Estabais hablando del cumple de Brisa? He oído a Miriam negarse y supongo que es por eso, ¿me equivoco?

En ese momento supe que estaba perdido. Si ya no iba a ser capaz de resistir a los ruegos de Brisa, menos iba a tardar en desistir al tener no solo a Brisa, sino también a Emma insistiendo a la vez.

—Está bien—acabé por aceptar su maravillosa idea, nótese el sarcasmo, al pasar tal vez dos minutos desde que las dos empezaron a rogarme.

De todos no entiendo su insistencia si sabían de sobra que acabaría por aceptar su idea por muy poco que me lo pidieran. Era el cumpleaños de Brisa, y a pesar de lo muy poco que me gustaba la idea, quería que se lo pasase bien, y si eso es lo que quería ... en fin, muy encantada no estaba, pero yo lo aceptaba, además, aunque ella no se hubiese dado cuenta, tenía que compensarle el hecho de haberme olvidado de su cumpleaños.

***

(N/A): 20:52 en España... hora menos en Canarias... ¿se puede decir que me adelanté ocho minutos? Vale no, no cuela. Todas mis disculpas.. ¡espero que os guste!

Besa la verdad | Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora