Capítulo 3: Una Brisa.. ¿francesa?

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Me remuevo entre las sábanas mientras los rayos del Sol se filtran a través de la persiana. Me acomodo de nuevo en la almohada y cierro los ojos intentando reenganchar el sueño que estaba teniendo antes de que la luz me despertara. No sé cuánto tiempo me mantengo así, pero lo cierto es que tras lo que fue posiblemente unos minutos, acabo por dar por perdida la opción de continuar mi sueño.
El mismo sueño se repite noche tras noche en mi cabeza y no tengo ni idea de que sentido tiene, solo se que pasa.

En el sueño estoy en una discoteca buscando a alguien, y de repente me cruzo con un chico, me tropiezo y le tiro mi cubata por encima, y para agravar más el asunto, de vodka negro. Después de eso el se da la vuelta, pero con la oscuridad y el ruído no le puedo apreciar la cara, parece molesto. Normal, le acabo de joder la camisa, que tenía pinta de ser cara.

—¡Madre mía! Lo siento muchísimo, iba despistada y...

Ya veo que ibas despistada—dice cortante.

De verdad que lo siento mucho—me disculpo, otra vez.

—Si, ya veo cuanto lo sientes, pero ni te preocupaste por mirar por donde andabas—contesta borde.

Yo... esto... no quería... ¿puedo comprarte otra camisa?—pregunto.

No quiero otra camisa.

Y después de decir eso desaparece entre la multitud. Y todo se vuelve borroso a mi alrededor, hasta que me despierto.

No se que pasaría si algún día no se me corta el sueño en esa parte. Tal vez conseguiría verle la cara. Tal vez no pase nada. Tal vez es un... ¿recuerdo? No, no creo, implosible.

Tras lo que parecen ser unos largos minutos mirando al techo, me decido por levantarme y hacer algo útil con mi vida, quizás incluso hacer deporte.

Me dirijo hacia la cómoda para sacar un sujetador deportivo y unas mayas a juego, pero el sonido del extractor me distrae. Acto seguido, el ruido de un plato cayendo al suelo hace definitivamente que cambie de dirección y vaya a la cocina. ¿Qué hora sería? No podía ser muy tarde, ¿no?

Al llegar a la cocina me encuentro con Emma concentrada en la sartén y en lo que parece ser una tortita. ¡Tortitas para desayunar! ¡Yas!

—¡Buenos días bella durmiente!—me saluda Emma.

—¿Qué hora es?

Emma se miró la muñeca y hizo una mueca antes de contestar.

—Las diez menos trece minutos, buena hora, ¿no?—puse cara de alivio, juraría que era mucho más tarde.

—Dios, no sabes que alegría me acabas de dar, pensé que eran las doce por lo menos—desvié la mirada hacia la cafetera—. ¿Quieres que haga unos cafés?

—Si, por favor.

Después de preparar dos tazas de café con leche y de que Emma acabase de hacer unas cuantas tortitas más nos sentamos a la mesa para desayunar.

La cocina no era muy grande, pero los muebles blancos la hacían parecer mucho más espaciosa, y resultaba bastante acogedora.

Justo cuando le doy un bocado a mi tortita se me vienen a la cabeza imágenes del sueño que acababa de tener, y me atraganto con el trozo de tortita rebozaba en Nutella que me acababa de meter en la boca.

Besa la verdad | Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora