EPÍLOGO.

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Epílogo.

—Hola Dean —le saludó el pelinegro con una pequeña sonrisa, a lo que Dean solo asintió con seriedad.

El silencio se instaló en ambos, el rubio apoyado en la puerta del Impala mirando hacia otro lado para evitar los hipnotizantes ojos azules de Castiel, quien se encontraba parado enfrente de su ¿novio? Con el cuadro que le pintó completamente envuelto sobre sus pies.

—¿Cómo estás? —el ojiverde se encogió de hombros—. No sabía que me habías invitado a pasar la navidad contigo... Balthazar me dijo que viajaron con tus hermanos y los míos.

—Y Benny —agregó con fuerza el Winchester.

—Sí, él también fue... ¿Lo pasaron bien?

—Cas —le interrumpió Dean— ¿Qué haces aquí exactamente?

—Yo...—el pelinegro bajó la mirada hacia el cuadro que con tanto trabajo y esfuerzo pintó para su novio—. Quería pedirte perdón.

—Un poco tarde.

—Lo sé. Dean, pero aunque sea tarde quiero intentarlo... Perdón...

—¿Qué haces? —la pregunta de Sam asustó a Gabriel que espiaba desde la ventana a su torpe hermanito y su cuñado.

—Nada —respondió, apartándose con rapidez para encontrar a un Sam Winchester con los brazos cruzados y una ceja levantada—. Bueno, estaba vigilando que mi Cassy no lo arruinara esta vez.

El castaño más alto suspiró, Adam y Benny le sonrieron suavemente. Por su parte, el menor de los Shurley se encontraba pensativo.

—¿Ellos lo arreglaran cierto? —Samadriel observó a los mayores con unos preocupados ojos claros. Su amigo se encogió de hombros.

—Tal vez —le murmuró Adam con una sonrisa, intentando de darle apoyo.

_*_

Habían pasado dos meses de su regreso, ahora se encontraban ambos atravesando callejón con rapidez. Solo se tomó un momento Balthazar para el mirar el teléfono cuando un disparo terminó en su hombro.

—Argh —gruño con dolor.

—Vamos —dijo Gabriel.

Continuando con la persecución sin detenerse hasta el edificio al final del callejón. Con agilidad y velocidad subieron por las escaleras hasta el loft del último piso.

La situación se había torcido a tal punto que se encontraba en estado crítico, el rubio colocó su mano en la herida, mientras que el castaño vigilaba la puerta. Estaban rodeados, los agentes iban y venían por el pasillo.

—No nos queda más que saltar por la ventana —Balthazar miró a los ojos a Gabriel, quien asintió. Juntos saltaron por la ventana hacía el otro lado donde una colchoneta azul los esperaban.

—¡Corten! —gritó el director satisfecho con la toma.

Lentamente los actores se levantaron de la colchoneta, sacudiéndose los vidrios falsos de sus ropas.

—¿Y cómo estuvo? —le preguntó Gabriel a la maquillista que se acercaba con una toalla.

—Perfecto —les respondió con una sonrisa.

El rubio le guiño el ojo a su amigo. El castaño sonrió contento, al principio tenía miedo de regresar a actuar, pero con el apoyo de su novio y su mejor amigo decidió no dejar marchitar su sueño regresando feliz a su trabajo, donde poco a poco volvía a tomar la confianza perdida.

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