14. Nuestro hasta luego

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"Para mi ser feliz es esto, estar conversando contigo en medio del universo."


           

Mimi

Los rayos de sol que se colaban entre las cortinas de mi habitación imposibilitaron que siguiera durmiendo, me senté un poco desorientada y mire la hora, eran las 8 de la mañana y en aproximadamente una hora y media llegaría mi familia y amigos para desayunar conmigo. A mi lado, reposaba la figura desnuda de Ana, su pelo cubría casi toda su cara y su postura era tan relajada que ocupaba más de la mitad de mi cama, era un maravilloso desastre.

Creo que aún no soy muy consciente de lo que hicimos ayer, de todo lo que compartimos, lo que nos prometimos y las confesiones que hicimos. Todo aquello tendría consecuencias, conllevaba una responsabilidad para con ambas muy grande si no queríamos salir ninguna lastimada, responsabilidad que yo no estaba segura de poder tomar ni ella tampoco porque sinceramente, sí, me había enamorado de probablemente la persona menos indicada, y ahora ¿qué? Yo me iría y Ana se quedaría aquí sufriendo, ¿que podría hacer por ella? Siempre estuve en contra de las relaciones a distancia, más de una vez lo intente en estados unidos y no salió, ¿que haría ahora con una chica con la cual ni siquiera compartía una zona horaria decente? Lo veía todo muy negro pero tampoco es como si pudiese deshacerme de mi problema, básicamente porque yo amaba mi problema.

Tendría que hablar con Ana y preguntarle que querría hacer a partir de ahora pero dejaría de lado todas mis creencias para intentarlo una vez más por ella, encontraría la manera de que funcionase, tenía que hacerlo.

Me acerque a ella y con mucha delicadeza y una sonrisa comencé a besar su cuello. No tardó mucho en despertarse y cuando lo hizo pego tal grito que casi me caigo de la cama del susto. Cuando levanté la mirada Ana estaba casi al otro lado de la habitación, sentada y con su brazos rodeando sus piernas, su cara la tenía escondida entre sus rodillas y apenas se movía. Estaba... ¿asustada?

Me acerque con cuidado hasta donde estaba y sin tocarla me senté frente a ella.

-¿Ana? Soy Mimi...

Como si finalmente hubiera despertado de su ensoñación, levantó la cabeza y me miró con cautela, era como si estuviese volviendo al mundo real. Poco después se tapó la boca con una mano y miro hacia un lado con resignación.

-Ana ¿estás bien?

-Perdón... -La escuche murmurar, apenas la entendía al tener aun sus manos tapando su boca- perdón... me asuste, pensé que... -negó con la cabeza- simplemente fue una pesadilla, perdón por asustarte.

Me acerque a ella e intente darle un abrazo pero enseguida se apartó y se puso de pie, busco inmediatamente algo de ropa interior con que cubrir su desnudez y después volvió a tomar asiento en mi cama, me senté a su lado pero no muy cerca, no quería perturbarla más de lo que ya estaba, quizás se arrepentía de todo lo que hicimos ayer, quizás se sentía mal y la sola idea de aquello estaba provocándome dolor de cabeza y estrés.

-Ana, ¿qué pasa? ¿Te hice daño ayer?

-No, mimi, no, no vayas por ahí, no hay nada mal ¿de acuerdo? Solo necesito un poco de espacio, esto no tiene nada que ver con nosotras ni lo que paso ayer ¿de acuerdo? Lo de ayer fue perfecto... -Tomo una de mis manos entre las suyas y dejo un casto beso sobre mi mejilla. Su gesto me tranquilizó pero no lo suficiente como para dejarme de rayar, era obvio que algo le pasaba. – ¿te importa que me duche? Luego llamaré a Pedro para que me recoja.

-Claro, dúchate...

Después de darle una toalla y algo de ropa limpia se metió a la ducha, no tardo más de quince minutos y ya estaba fuera fresca como una flor.

Lagrimas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora