"El que busca la verdad, corre el riesgo de encontrarla."
Manuel Vicent
Ana.
-¿A que no adivináis qué? –No tenia ganas de adivinar nada, pero Aitana es esa clase de chica que no se calla hasta que le das toda la atención que necesita.
-¿Qué?
-¡Mis padres se han ido de viaje esta mañana a Londres! –Mierda...
-¿Y? –Dije haciéndome la desentendida mientras me comía mi sándwich de queso con jamón. Hacía cinco minutos que el timbre que indicaba el inicio del recreo había sonado y Aitana, Amaia y yo caminábamos dirigiéndonos a nuestro sitio habitual en un rincón bastante apartado del patio, donde había un gran sauce llorón. Era mi sitio y acudíamos ahí todos los días por preferencia mía.
Cuando éramos más pequeñas Aitana y Amaia tenían muchas más amigas, sobre todo Aitana, que era algo popular. Pero ella se empezó a dar cuenta de que a mí me costaba mucho relacionarme, que me cohibía, me cerraba y me apartaba. Entonces poco a poco Aitana y Amaia fueron dejando de lado a sus antiguas amigas sólo para estar conmigo.
A mí me dio mucha pena porque evidentemente no era justo pero tampoco era como si ya no se llevara con ninguna de ellas, era simplemente que ambas preferían compartir más tiempo conmigo, sin embargo en clases seguían relacionándose con todo el mundo, muy al contrario de lo que hacía yo.
Cada vez que teníamos que trabajar en clases en parejas Amaia y Aitana se iban turnando para estar conmigo y cuando la pareja era asignada realmente lo pasaba fatal, me daba muchísima vergüenza hablar con otros compañeros porque siempre he crecido con un complejo de inferioridad muy interiorizado, me daban envidia la mayoría de mis compañeros, ansiaba sus vidas y todo lo que yo algún día tuve pero perdí, envidiaba la acostumbrada y natural cotidianidad que envolvía sus vidas y detestaba la inusual y toxica que día a día a mi me asfixiaba. Nunca me sentí una más y por mucho que Amaia y Aitana se habían empeñado en integrarme la gente siempre acababa cansándose de mi, de mi falta de palabras, de mi incapacidad de opinión cuando habían más de dos personas con sus miradas puestas en mi, de mi ineptitud frente el mundo que me rodeaba.
Durante el colegio los recreos eran difíciles, sobre todo cuando los niños invitaban a Amaia y a Aitana a jugar, pero ellas nunca me dejaron sola. A veces una se iba a jugar con el resto mientras la otra me hacía compañía pero jamás me dejaban sola. De todas formas, la mayoría de las veces Aitana traía juguetes a escondidas de sus padres, y las tres siempre acabábamos pasando un buen rato.
El instituto fue un golpe muy duro para mi porque reasignaron todas las clases y a mi me toco en 1ºA mientras que Aitana y Amaia estaban juntas en 1ºB. El drama fue enorme y recuerdo haberme pasado llorando las dos primeras semanas de clases. Fue entonces cuando mis ya olvidados ataques de ansiedad regresaron pero aprendí a controlarlos. Aitana me propuso ir a jefatura de estudios y solicitar un cambio de clase pero al llegar allí nos informaron que tal cambio sólo podían solicitarlo los padres. Estuve durante mucho días muy decaída y a punto de hablar con mi tío para que me concediera aquel pequeño favor pero nunca encontraba la ocasión, siempre estaba de mal humor y no quería arriesgarme a empeorar mi de por si delicada situación en casa. Casi un mes después de haber empezado las clases recibí la grata sorpresa de que habían cambiado a Aitana y a Amaia a mi clase. Ellas habían logrado convencer a sus padres para que solicitaran el cambio y al final lo consiguieron. A lo largo de mi vida había llorado una innumerable cantidad de veces pero aquella fue la primera vez que lloré de felicidad y se sintió tan bien...
ESTÁS LEYENDO
Lagrimas Negras
RomanceEn un mundo hecho a medida para que el culpable disfrute, infausto es el destino del inocente que solo nació para sufrir.