12. La casa quemada

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"Vive como si este fuera el último día de tu vida, porque el mañana es inseguro, el ayer no te pertenece y solamente el hoy es tuyo"

Anonimo


Mimi

-¿Quién es Laurie?

Acababa de recoger a Ana del colegio con el coche de mi madre e íbamos por la carretera. Ella tenía mi móvil en su mano y sinceramente no sabía que estaba haciendo para llegar a ese nombre.

-Hmmm una amiga...

-¿Solo tu amiga?

-Ana... ¿Qué estas mirando? ¿Me estas cotilleando las conversaciones?

-No te he cotilleado nada, estaba viendo videos cuando me apareció la ventanita esa de tu novia.

Y con esto me extendió mi móvil hasta dejarlo entre mis muslos.

-Whoaa, Ana, ella no es mi novia

-Lo que tú digas...

Aquel día Ana estaba rara, sabía que algo le había pasado pero preferí no preguntárselo, ella tenía sus tiempos, me contaba las cosas poco a poco y yo eso lo respetaba.

A cambio, la distraía, cuando más sola se sentía y escapar de su presidio era algo irrealizable, hablábamos por teléfono hasta altas horas de la noches y cuando la vida nos brindaba la oportunidad de estar juntas como en aquel momento, la llevaba lejos donde pudiera olvidarse de sus pensamientos.

-¿Dónde estamos Mimi?

-vamos a dar un paseo a un lugar al cual llevo muchísimo tiempo sin ir.

Aparqué el coche en un lugar de un pequeño pueblo a las afueras de Madrid. Llevaba años sin venir pero me acordaba del sitio perfectamente. Tomé la mano de Ana y tiré de ella para que caminara con algo más de energía, iba demasiado lenta.

-¿Qué te pasa hoy?

-Que hemos tenido dos horas intensas de educación física.

-upps, bueno, pues me temo que vas a hacer un poquito más de deporte conmigo.

La cara de Ana era de incredulidad, y más cuando vio como me paraba en una tienda de alquiler de bicicletas.

-Ni de coña, prefiero irme a casa

-¡¡Venga Ana!! Vaaaaa, te va a gustar

-Mimi de verdad estoy muy cansada

-No te vas a cansar nada te lo prometo

Me acerqué al señor mayor que estaba en el mostrador y enseguida me reconoció, durante un rato charlamos y me pregunto que tal me iba en Chicago y a pesar de que estaba muy a gusto con él, Ana se había quedado afuera sentada en una de las aceras esperándome. Me ayudaron a sacar las dos bicicletas y cuando Ana se dio cuenta, se levantó y cogió la que le correspondía.

-No me creo que me vayas a hacer andar en bicicleta con la falda del colegio.

No había pensado en eso pero tampoco era imposible.

-No te preocupes, por aquí apenas pasa gente, nadie te va a ver las bragas Anita

-pfff, de verdad no me apetece Mimi

-Venga porfaaa, me apetece ir...

-¿Es necesario las bicicletas?

-Llegaremos antes, es un sendero en aquel bosque –Se lo señale y volvió a suspirar mientras se subía a la bicicleta.

Lagrimas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora