24. Promesas

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"Siento que ya eres parte de mí, pero si el destino finalmente no lo quiere así, espero poder aprender lo que tienes para enseñarme."

Anónimo





Ana

Subí corriendo a mi habitación, estaba agitada, sudando y sentía que en cualquier momento me desmayaría, sus gritos se escuchaban por toda la casa, una sarta de insultos con un único objetivo eran escupidos de sus boca, yo. La había cagado, la cague como nadie y aquí estoy, dando vueltas en mi habitación pensando en cómo salir de esta sin media cara partida. No entendía como había sido tan estúpida, yo sabía que mi tío regresaba hoy, ¿entonces porque lo hice? Debí ser más cuidadosa pero ahora ya era tarde para arrepentimientos.

-¡Eres una zorra! ¡Abre la puta puerta Ana!

Hace un par de meses, entendí que si quería escaparme de esta casa, tendría que sacar dinero de algún lado, asi que a mí se me ocurrió la brillante idea, de recibir clientes en los privados, pero no piensen mal, solo cogía a los más indefensos, hombres ricos en busca solo de compañía y charlar un rato, a veces querían tocar un poco o que me sentara encima de ellos pero bueno, fue algo a lo que me acabé acostumbrando poco a poco. En fin, no sé, necesitaba el dinero y no encontré otra forma de hacerlo más que esa. Para ello tuve que engañar a un par de personas del local que acabaron creyendo que tenía la autorización de mi tío, y como él llevaba meses sin ir al club me pareció una buena idea y de hecho lo fue, hasta esta noche cuando se apareció y es que soy estúpida porque yo sabía que volvía y que estaba esa posibilidad de que se pasara por allí pero no lo pensé bien, creí que no iría así que acabé aceptando a un cliente.

Para resumir la historia, mi tío llego y se dio cuenta de todo lo que estaba pasando, le rompió la cara a uno de los tipos del staff y no porque tuviera culpa alguna si no porque estaba furioso y el pobre fue lo primero que se le cruzo por el camino. Al final me saco de allí prácticamente arrastrada con la firme promesa de que en casa ya me enteraría y aquí estamos, el allí fuera gritando como loco y yo aquí dentro encerrada y temblando. Tendría que abrirle si o si, primero porque de todas formas acabaría entrando, no sé, tiraría la puerta o algo y no valía la pena que se enojara más de lo que ya estaba, segundo porque tengo la esperanza de que si le abro y le pido perdón, puede que el castigo no sea tan severo.

-Ana déjame entrar porque como tiré la puerta abajo te voy a matar te lo juro ¡Abre!

-Vale vale, lo haré, te lo prometo pero de verdad lo siento, estoy muy arrepentida, perdóname –dije contra la puerta con la esperanza de que me oyera

Volví a escuchar como aporreaba la puerta una vez más así que me acerqué y después de unos interminables segundos de duda, acabe quitando el pestillo de la puerta. Esta se abrió enseguida y yo retrocedí sistemáticamente. Por un momento pensé que me tropezaría con mi propia cama pero él fue más rápido que yo y evitó que me cayera en ella cuando me agarro del cuello. No quiero relatar los detalles más amargos a partir de allí, simplemente diré que pensé que me moriría asfixiada, no obstante por alguna razón cambio de opinión y después de darme un par de golpes que me dejaron tirada en el suelo, se fue por fin.

Aquella noche no hice mucho más que lamentarme frente al espejo y curarme a mí misma, me dolía mucho la cara pero si les soy sincera, me siento agradecida porque realmente pensé que la cosa podría haber acabado mucho peor. Mi estómago estaba intacto, por lo tanto mi bebe también, y bueno, eso era todo lo que realmente me importaba en aquel momento.

Pensé en llamar a Mimi pero temía que acabara queriendo venir a buscarme o algo asi, asi que incluso cuando ya en la cama, acostada, recibí una llamada de ella, deje simplemente que el móvil vibrara. Ya mañana me inventaría una excusa.

Lagrimas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora