Capítulo 10

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Jueves: Trabajo

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Jueves: Trabajo.
Viernes: Trabajo.
Sábado: Trabajo en casa.
Domingo:Inventar excusas para no salir de compras con mi prima Diana y terminar el trabajo en la comodidad de mi cama.
Lunes: Trabajo.

El sol da contra las ventanas de una forma pesada el martes por la mañana, el viento no se siente y los susurros y murmullos van de un lado a otro con mayor fuerza.

Cuando alzo el rostro, intrigada la mayoría de mis compañeros pasan frente a mi escritorio, uno por uno, nerviosos, saltando de sus asientos para hablar en susurros con el de al lado.

Justo cuando intento levantarme, ir a por un vaso de café, la mayoría de los asientos chirrían por el golpe de sentarse al mismo tiempo y los murmullos callan. El sol, el silencio y está extraña sensación de inmovilidad en los huesos hace que vuelva a tomar asiento. Pero no puedo volver a centrarme en mi trabajo en el computadora, no con todas las miradas puestas en la entrada, expectantes. Hago lo mismo. Espero.

Pero no espero mucho, el relincho de la puerta contra el piso de madera llena el vacío, el silencio. Los tacones resuenan en orden, en sincronía.

Mi vista viaja desde el tacón de punta color vino, hasta la extensa cabellera del color de la noche.

Joven, guapa, heredera. Ellie Goodall nos muestra a todos que no sabemos usar una falda de tubo color negro y mucho menos una camisa blanquecinas. Sus curvas, su apariencia glacil, el aire ligero que la rodea. Su rostro curvilíneo, las mejillas hundidas, los labios gruesos y los ojos cansados de un gris oscuro. La piel pálida y las pestañas largas.

Tragó saliva, no una, no dos, sino tres veces.

Una ligera voz raspa en mi interior.

No soy competencia.

Su sonrisa es lo más impactante, el dulce, traviesa y gentil. Un rostro ensombrecido por sus pensamientos.

—Estef.

—Ellie —quiero forzar la sonrisa, quiero odiarla, pero cuando su nombre sale de mi boca no hay más que vacío. No hay odio, no hay cariño, solo confusión.

—Un gusto verte.

Asiento, no hay un igualmente, no hay un lo mismo digo, solo hay un asentimiento, un ligero temblor en las manos y me muerdo el labio, esperando que pase.

—¿Estef? —es como si los muertos volvieran a la vida. Detrás de Ellie una señora parpadea, con absoluta confusión —¿Estef? ¿Estefanía Wilson? —en lo alto de su cabeza hay un chongo, un chongo rubio, rubio cenizo —Dios... —sus manos viajan por su rostro, un rostro terso y maduro, aceitunado —No puedo creer que... ¡Vaya! —su sonrisa es firma, abierta, sus dientes son blancos y sus labios están cubiertos por un tono rojizo fuerte —¡Muñeca, no puedo creer que estés aquí! —el olor a vainilla y a jazmín me llega cuando sus manos dan contra mi espalda.

The Wedding Jacket |Cazadora de Bodas|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora