Capítulo 15

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Gruño en lo bajo, volviendo a dar otra vuelta sobre mi colchón

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Gruño en lo bajo, volviendo a dar otra vuelta sobre mi colchón.

Joder, Maldición, porquería de mierda, mierda santísima.

Hago un reencuento de todos los insultos que me sé y otros que inventó conforme el dolor aumenta.

Hace un mes y medio que mi periodo no había llegado y ahora que llega no soy capaz de separarme de la suave y cálida comodidad que me proporciona mi cama.

Que hace mucho calor, que hace mucho frío, incluso intenté destapar un pie de las cobijas para encontrar el balance pero resultaba que me daba frío en el pie destapado y cuando lo volvía a tapar con el cobertor mi cuerpo parecía arder como en el Sahara.

No había ido al trabajo, no me importaba perder el día, de hecho ahora no me importaba nada y estaba esperando morir; de acuerdo, no esperaba morir, esperaba que el dolor en mi vientre se calmara.

No había podido comer mucho, lo poco que había desayunado en la mañana ahora estaba navegando por la alcantarilla de la ciudad, lo poco que comía mi estómago lo rechazaba, incluso el agua. Lo único que tenía deseo de ingerir era chocolate y era lo único con lo que no contaba.

Maldecía a la vecina de abajo por haber venido el sábado a pedirme de favor un ibuprofeno pera aliviar sus cólicos. Tonta de mi que le había regalado con gusto las pastillas que me quedaban.

Ahora no tenía mucho gusto de haber hecho mi acto de caridad de la semana. Le hubiera cerrado la puerta en la cara y me hubiera quedado con las pastillas.

El dolor que había podido apaciguar al acostarme volvía a regresar y tuve que hacer un intento para sentarme  en la cama.

Recordé que había escuchado que la respiración pausada era bueno para las embarazadas y sus contracciones. Y aunque no estuviera ni de chiste embarazada, empecé a ser sonidos de mono y aspirar el aire por la nariz para después expulsarlo por la boca.

Poco después de actuar como un mono en celo, podía sentir que el dolor en mi vientre ya era nítido.

Así que tomando un pantalón de mezclilla guango y una sudadera salí a la calle todavía con los sonidos de mono y respiración pausada para encontrar la farmacia más cercana y poder comprar pastillas para el dolor de cólicos.

Llevaba doce minutos caminando cuando frente a mis ojos apareció una farmacia.

Dulce, dulce bendito Dios.

Empiezo a caminar decidida, recitando los cánticos de mono justo antes de tropezar con un pecho fuerte y fornido, unas manos cálidas me toman de las caderas y cuando al fin levanto la vista mi respiración se rehusa a salir de mis pulmones.

Sus ojos turquesa, que admiro con adoración se posan en los marrones en mi rostro.

Sonrió y siento mis piernas temblar, no sé si por el dolor en mi vientre o por el espécimen de hombre que me sostiene con sus fuertes brazos.

The Wedding Jacket |Cazadora de Bodas|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora