Capítulo 7. Shinhye

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Shinhye todavía seguía sentada en el césped cuando Leemin se sentó junto a ella. Tenía la mirada perdida en el juego de los niños, por lo que Leemin pasó su mano abierta por la cara de Shinhye un par de veces hasta que le dio un fuerte empujón, derribándola.

     - ¡Ay, Leemin! 

     - ¡Despierta! - le espetó su amiga con una sonrisa. Shinhye frunció el ceño y suspiró de mala gana. 

     - ¡Qué no estoy durmiendo! - dijo, recordando lo que minutos antes le había dicho Yonghwa. 

     - ¿A no? ¿Entonces soñabas despierta hace unos minutos? - el rostro de Shinhye mostraba duda y desconcierto, no sabía de qué estaba hablando su amiga. Aunque su gesto en la cara hizo que lo adivinase pronto. Tenía una mirada picara acompañada de una sonrisa bastante sugerente. 

     - ¡No! Él... Él es mi profesor... ¡Mi profesor de guitarra! - dijo cruzándose fuertemente de brazos. 

     - Ah... Las clases de guitarra. ¿Todavía vas? Pensaba que te daba mucha vergüenza. - Leemin cogió la guitarra de Shinhye, que estaba posada en el césped, olvidada por ella. 

     -  Sí... No, eso intento. - dijo apenada. 

     - Bueno, ya mejorarás. - Leemin le quitó importancia al asunto. Shinhye siempre había sido demasiado tímida para lo sencilla que realmente podía ser una persona. Y aunque no supiese hacer algo ella nunca iba a preguntar porque se moriría de vergüenza. Algo bueno tenía aquello, practicaba hasta poder ellas sola. Así se sacó los estudios de segundaria. Leemin rasgó las cuerdas y recordó lo bien que se sentía hace muchos años tocando la guitarra. Sobre todo aquella guitarra. Algo había cambiado, de dueño, pero la guitarra era la misma. 

     - Vamos, toca algo.  

     - Si no me cuentas más cosas de ese chico no comenzaré. - le indicó Leemin. El rostro de Shinhye se volvió rosado y frunció el gesto. 

Hacía unos minutos Shinhye se sentía la chica más privilegiada de la tierra, aunque estuviese rodeada de niños y niñas. Pero ella... ella alcanzaba a verle los ojos de manera que otros no podían. No a su altura, no con su admiración. Su voz resonaba todavía en su cabeza, ni el coro de la iglesia le había hecho abstraerse tanto. Aquel chico, tremendamente guapo, arrancaba de ella una sonrisa cada vez que lo veía. Ocultándola poco después para que él no se diese cuenta.  

Apenas se había dado cuenta Shinhye cuando Yonghwa anteriormente la estaba mirando que cuando pudo cerró los ojos y prefirió seguir admirando aquella obra de arte antes de marcharse corriendo muerta de la vergüenza. La voz de Yonghwa atormentaba sus entrañas, aunque por fuera expresara una ancha sonrisa. Además, aún con los ojos cerrados, sólo podía ver los ojos de Yonghwa incrustándosele en el corazón. Apenas podía respirar si seguía escuchándolo. Pero al contrario, quería seguir admirando aquella melodía que salía de sus labios, de él, de su corazón. Porque él disfrutaba cantando y tocando, se notaba. 

Pero para Leemin el silencio que había elegido Shinhye a aquella propuesta le decía mucho más que sus propias palabras. Nunca había encontrado a su amiga de aquella manera y le resultaba muy emocionante. Sólo había visto las espaldas del chico al salir del recinto del orfanato pero minutos antes una melodía le había atraído al patio exterior. Cuando salió ya era demasiado tarde pero llegó a pensar que él había vuelto... El autor de su melodía prefería, de aquella canción. 

Leemin volvió a rasgar los dedos y comenzó a punzar las cuerdas de la guitarra sin ninguna importancia, consiguiendo captar la misma melodía que antes había tocado Yonghwa. Shinhye se volvió sorprendida a su amiga y señaló con el índice la guitarra. 

     - ¡Omo! ¡Leemin! ¿Esa canción debe de ser famosa, verdad? - Leemin frunció el ceño, no sabía de qué podía hablar Shinhye... ¿Famosa? Apenas tres personas podían saber la partitura real de ella. - ¡Qué sí! Es la misma canción que tocó Yonghwa - rápidamente se tapó la boca y se corrigió al no haberlo llamado por su apellido - El profesor Jung.

     - ¿Yonghwa? - preguntó Leemin, Shinhye asintió. - Ahora tengo más ganas de conocerlo. ¡Tráelo un día! - Shinhye asintió, seguramente a los niños le encantaría tenerlo de nuevo allí. 

Leemin soltó la guitarra y miró pensativa a la entrada del orfanato. No sabía qué pensar de aquel extraño profesor de guitarra. Cuando lo llamó para concertar las clases nunca confió que aquella voz fuese la de él. Sacudió levemente su cabeza, intentando quitarse aquellos pensamientos de su mente. Había muchas personas en Corea, en el mundo, que podían llamarse así. Se levantó y entró al edificio principal. Cuando salió, rápidamente, Shinhye la estaba esperando para volver juntas a casa. 

     - Oye Leemin - comenzó Shinhye en el coche - ¿Aprenderé a tocar la guitarra tan bien como tú? - Leemin sonrió, las preguntas inocentes de Shinhye todavía le sorprendían. 

     - Por supuesto. Siento no ser una buena maestra, por eso busqué un sustituto. Y creo que fue buena elección - Mostró una gran sonrisa frente al rostro enojado de Shinhye. - Vamos, no te mosquees. Que te guste un chico no es nada para lo que enfadarse o avergonzarse. El amor es lo más fuerte que conozco... Que conocí. - dijo Leemin apretando fuerte el volante, para que Shinhye no notase la frustración de su voz. Ella sonrió y le llevó la razón a su amiga asintiendo rápido con la cabeza. 

     - Es verdad. - sentenció firmemente, pero pronto su rostro volvió a mostrar duda - Igualmente no sé si será amor, creo que es admiración. Canta muy bien, ¡y es muy guapo! - Leemin soltó una carcajada. 

     - Vaya, eso no lo dudas. - Shinhye sonrió a la par que ella de su afirmación y se llevó el índice hacia sus labios mientras seguía riendo. Leemin aparcó con agilidad el pequeño coche que tenía e indicó a Shinhye que le ayudase con un par de bolsas del maletero. 

     - ¿Y esto Leemin? ¿Te fuiste de compras? - Leemin negó con la cabeza y se paró en seco. 

     - ¡Ay, es cierto! No te lo he contado. - Shinhye se paró junto a ella pero no fue hasta que entraron en casa y se sentaron alrededor de la mesa que Leemin no abrió la boca. 

     - ¡Vamos, ¿qué pasa?! - Shinhye estaba nerviosa y no podía estarse sentada tranquila. 

     - ¡No es nada Shinhye! Sólo que se me olvidó mencionarte que mañana hay un evento especial para recaudar fondos para el orfanato. No me han dicho quién es el patrocinador, mañana se lo dirán a todos. ¿Nos ayudarás no? - Shinhye asintió sin dudarlo - Distrae a los niños, seguramente se pondrán muy nerviosos a ver tanta persona desconocida.  

     - Claro, está bien. - Leemin abrió las bolsas y le entregó a Shinhye un par de camisetas. - ¿Son para los encargados? 

     - Sí, para diferenciarnos del resto del servicio de catering y demás. Se ve que el patrocinador tiene mucho dinero. - ambas sonrieron - Esto le vendrá genial al orfanato. 

Ambas afirmaron con la cabeza y cenaron tranquilamente mientras se reían de algunas anécdotas de Leemin con los niños. Ella siempre disfrutaba de aquello y en la vida querría otro trabajo más que el de servir a aquellos que la habían salvado. Por un momento su vida se derrumbó y las personas que creía junto a ella se fueron marchando decepcionándola. Por ello, estar junto a Shinhye allí, cenando, y relatándole los mejores momentos de su trabajo, estaba siempre agradecida. 

Se desearon buenas noches y fueron a dormir.  

Shinhye tardó un poco más en dormirse, pero todavía no podía. Cuando cerraba los ojos intentando relajar su mente de nuevo aquella canción le sonaba en la cabeza. Seguida de sus labios, sus ojos, sus manos... Apretó fuerte la almohada y decidió que nunca más lo admiraría así. No quería involucrarse más, no quería que él se involucrase más con ella. No sabía qué quería en realidad, le daba miedo todo aquello. Era algo nuevo y curioso hasta que aquella tarde él había llegado al orfanato, sin idea de que ella le hubiese dicho como, y había entrado en el mayor de sus tesoros como si fuese un tifón en su tranquilo mar. ¿Le tendría que explicar qué hacia Shinhye allí? No quería contarle nada... No quería contarle el hecho de que se sentía vulnerable con sólo recordarlo. 

Una lágrima le cruzó la cara antes de dormirse, pero el rostro de Yonghwa seguía brillante en su mente.

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