Capítulo 1. Shinhye

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Había que ahorrar, se dijo. Pero el cansancio acumulado de varias semanas seguidas con un horario terrible le estaba pasando factura. Cada vez que servía un refresco tenía que sonreír, pero una vez de vuelta a la barra de la cafetería se sacudía el uniforme y se reclinaba en ella, intentando no bostezar. Cuando entraba un nuevo cliente, volvía a sonreír. 

Tenía que ahorrar para pagar el alquiler, aunque LeeMin siempre le había dejado claro que no hacía falta pagar el alquiler. A Shinhye siempre le extrañaba tal cosa, sino, ¿cómo podían vivir allí sin pagar nada? Aun así siempre intentaba comprar cosas para las dos. Hoy cobraría y compraría para una buena cena.

Su historia con LeeMin era muy larga. En ese momento Shinhye se encerraba en una habitación del orfanato y no quería salir. Tenía un espantoso recuerdo que siempre iba y venía y no la dejaba dormir. Pero, un día, LeeMin con una gran sonrisa se sentó al lado suyo y comenzó a contarle mil historias. Así, Shinhye se olvidó de la suya propia y comenzó a responder bien junto a todos los huérfanos del orfanato. Allí creció y se sintió dentro de la familia más grande del mundo. LeeMin se convirtió en su tutora hasta hace unos años, que se convirtió en su mejor amiga. Ahora viven juntas y Shinhye no le hace falta nada más. Hace mucho tiempo que se olvidó de las cosas tristes y aunque a veces vuelvan, el coraje de valerse por sí misma le hace levantarse de nuevo.

Cuando salió del trabajo se dirigió a un supermercado y compró lo básico para hacer una rica cena. LeeMin también vendría cansada de cuidar a los niños así que ambas quedarían bien felices tras comer.

Se encontraba pensativa mirando las verduras, no sabía con qué acompañar a la carne. Un breve toque en el hombro le sacó de su sueño y miró con el ceño fruncido al causante de ello. Mirándolo de arriba abajo sin saber qué podía querer. El chico le hizo otro gesto, intentándose que se apartase para servirse las verduras. Shinhye, avergonzada, se apartó de un salto y chocó la espalda con un gran cajón de patatas. Todas rodaron a sus pies, además de causar un terrible ruido. Estaba tan avergonzada que no podía mirar a los ojos del chico. Y en cuclillas, mientras recogía algunas patatas que se habían caído y pedía disculpas al dependiente, vio como sus piernas rodearon la zona y quedase lejos de ella. 

Suspiró y de nuevo comenzó a ayudar al dependiente que la miraba fulminantemente. Ella sólo podía reclinar la cabeza mil veces.

Cuando llegó a casa cerró la puerta tras de sí y soltó un largo suspiro. Se quitó los zapatos y caminó directamente hacia la cocina. Allí vio a LeeMin viendo la tele, ya que era un comedor-cocina. 

- ¿Qué tal el día, Shin? - le preguntó ella sin voltear la cabeza.

- Cansado, siempre es igual. - LeeMin la miró y vio como en su rostro había señales de cansancio y la miró con tristeza.

- Shinhye, sabes que no hace falta que trabajes... Tenemos dinero de sobra, tengo muchos ahorros. 

- No, no, no. - hizo un gesto con las manos - Seguiré trabajando, no tocaré tus ahorros. 

LeeMin suspiró y se dirigió a la cocina con un papel entre sus manos. 

- Mira, Shin. Lo encontré hoy en la calle. - Shinhye lo miró y vio en letras grandes "CLASES DE GUITARRA". - Así podrías despejarte un poco al salir del trabajo, o incluso pedir unos días libres. 

- LeeMin, no creo que pueda... Yo... - miró a la guitarra que tenía junto a la tele y le entró pena. No había conseguido tocarla desde hacía mucho tiempo.

- ¡Anímate! Mañana comienzas, además es tu día libre. Da igual que digas que no, ya llamé y concerté una clase. - Shinhye la miró con asombro, sosteniendo en alto el cuchillo que tenía en la mano. LeeMin sonrió - Vamos, déjame ayudarte. 

Ambas acabaron juntas la cena, entre risas y sonrisas. Y vieron la tele hasta que el cansancio se asentó en ellas. Estiraron la cama y se acostaron. Mañana Shinhye comenzaría a tocar la guitarra, todavía no se lo creía. Cerró los ojos, aún nerviosa y sonrió para sí misma. 

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