3:25 am.
No podía dormir.
Había olvidado las tantas veces que revisó su celular en busca de un mensaje. Así como las ocasiones en las que cerró sus ojos tratando de mantener la calma, practicando los ejercicios de respiración que había aprendido y que en algún momento lograron estabilizar parte de sus pensamientos y emociones.
¿Debería llamar?
No.
Debería estar en casa empacando sus cosas para partir a la brevedad posible. No debería haber perdido las llaves; en lugar de estar en una habitación que no era suya, debería estar en el hospital, al lado de su mejor amiga y su madre, quienes la necesitaban con urgencia.
Debería mostrar valentía, más no dejarse llevar por las emociones y los recuerdos.
Llevó una mano a su pecho, sintiendo como su corazón latía descontroladamente, reconociendo la emoción que la invadía: miedo.
Un profundo terror se apoderó de su cuerpo ante lo que podría suceder. Temía perderla. Temía no volver a verla. Temía aferrar sus esperanzas hasta su último aliento, tal como lo hizo en aquella ocasión, solo para descubrir que la había perdido para siempre.
En ese instante, se permitió llorar en silencio en aquella habitación ajena, consciente de la posibilidad de ser escuchada en algunos momentos de desesperación que no podía contener. Se otorgó el permiso de sentir porque... sabía que era lo correcto. El temor perderla evidenciaba la profundidad de su amor hacia ella, haría cualquier cosa por ella; sin embargo, se sentía exhausta, atrapada en un espiral de ineficiencia, donde lo único que podía hacer era llorar, mientras que los mismos problemas y situaciones se repetían interminablemente.
Estaba cansada de disimular que estaba bien, de afirmar a todos que la recordaba con alegría, cuando, en realidad, la melancolía y ansiedad la saltaban. Se sentía agotada de no confesar que, desde que esa enfermedad había afectado a la segunda mujer que más amaba en el mundo, todo se había desmoronado a su alrededor.
Suspiró limpiando sus mejillas.
Necesitaba un vaso de agua, también necesitaba dormir un poco.
Con cuidado y obligándose a sí misma a detener el correr de sus emociones, limpió sus mejillas una vez más, caminando en la oscuridad de la habitación hasta llegar a la puerta. Cuando la abrió, se detuvo al verlo caminar hacia el cuarto contiguo. Matthew también se detuvo, segundos después se acercó.
—¿Está todo bien? — Piper asintió — ¿necesitas algo?
—Iba por un vaso de agua.
—¿Deseas algo más? — negó agitando su cabeza — Iré por el agua, no tardo.
En realidad, se tardó unos minutos, así que decidió esperarlo adentro, reparando su rostro, deseando que no hubiese señal alguna de que estuviese llorando, pero sus ojos rojos la delataban.
Dos golpes en la puerta la obligaron a elevar la mirada. Desde su posición, sentada en la cama, observó a Matthew ingresar a la habitación a oscuras, dejó el vaso de agua en el buró al lado de su cama y encendió al lampara iluminando un poco el espacio.
—He preparado algo de té para ti — tomó el vaso de agua y lo bebió, deseando que no notara que había estado llorando hace unos minutos — ¿Estás bien?
—Deberías estar durmiendo. ¿Por qué estás despierto? — Matthew sonrió tomando asiento a su lado, aunque su mirada reflejaba una preocupación latente. Sabía que algo no estaba bien.
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|Deseos a la luna| BORRADOR
RomanceHuir no es la respuesta a nada, pero esta vez fue su respuesta a todo. Conocer su sonrisa en medio de una oleada de problemas, un fracasado escape y un deseo, fue parte de la solución. Porque, al final del día, encontrarse a sí misma fue su principa...