6. Sonrisas contagiosas

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Los siguientes días fueron agradablemente tranquilos. Reuniones familiares acompañadas de juegos de mesas, postres, películas animadas, lecturas que disfrutó en su habitación y dibujos que por fin pudo dar por terminados. Por otro lado, a diferencia suya y de sus tardes tranquilas y familiares, su hermano mayor había hecho un total espectáculo al llegar tres madrugadas seguidas sin billetera y sin rastro alguno de dignidad. En la segunda madrugada llegó con un golpe en la mejilla al ser atacado por el novio que una chica que besó, luego en la tercera madrugada vomitó su baño sin dejar de lamentarse lo imbécil que había sido con Gina, su mejor amiga.

Sin duda alguna las tres etapas del corazón abatido de su hermano fueron divertidas, patéticas y vergonzosas y no dudaría en recordárselo siempre. Era la única forma que tenía de burlarse luego de todas las malas bromas que le había hecho, aunque tal vez debía replanteárselo, después de todo, fue su hermano mayor quién corrió a buscarla cuando todo se estaba derrumbando.

—¿Planeas tener otra noche de diversión? — le preguntó a modo de burla. Su hermano se mofó suspirando — Oh, espera, estás castigado.

—Cállate.

—A los veinticuatro años Aiden ha sido castigado por su padre, quién lo diría. — se burló una vez más.

—No lo dejarás pasar, ¿eh? — se cruzó de brazos.

—Por supuesto que no, ¿también debería mencionar tus vergonzosas escenas estando ebrio? — su hermano sonrió.

—No juegues con fuego porque te vas a quemar, hermanita.

—Supongo que nos quemaremos los dos. — le guiñó un ojo.

—Ya es hora de comer, vengan — la voz de Morgan llegó a sus oídos. Aiden asintió a su madre con una sonrisa antes de levantarse y acercarse para abrazarla — No creas que esto te ayudará, sigues castigado — fue imposible no soltar una carcajada ante la respuesta de Morgan, por supuesto, su hermano no dudó en sacarle la lengua infantilmente mientras ambos salían de la habitación.

La mesa estaba llena de comida, había postres, espaguetis, carne y una ensalada de verduras que Morgan le obligaba a comer a Nicholas. Cuando los tres estuvieron ubicados en sus sitios y luego de darle un beso a su padre a modo de saludo, Morgan le quitó de las manos los papeles que él tenía indicándole que ya era hora de comer.

Llevó una mano a su cuello acomodando el collar que Matthew le había obsequiado y el cual se había enredado con su vestido.

—Lindo collar — murmuró su padre.

—Gracias.

—Fue un lindo obsequio luego de una linda cita, ¿no? — entrecerró la mirada hacia su hermano. — Cierto, no fue una cita, solo una salida, me equivoqué — Morgan negó con la cabeza suspirando y sonriendo al mismo tiempo — Qué rica te quedó la comida, mamá.

—No has tomado ni un bocado — Nicholas dejó salir una pequeña risa, segundos después esta se borró cuando vio que su madre le colocó un poco de ensalada de verduras.

—Pero no dudo que lo esté — añadió con seguridad, entonces se giró para observarla. Había cierta maldad en su mirada la cual le indicó que estaba a punto de molestarla — Por cierto, ¿no te ha llegado un mensaje del chico? Me pidió tu número.

—No, Aiden, ahora déjame comer en paz. No estás en posición de molestarme en estos momentos, ¿lo recuerdas? — y como si hubiese entendido de qué pasaba por su mente, Aiden sonrió con fingida naturalidad antes de comer en silencio.

|Deseos a la luna| BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora