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  Era un 27 de octubre de 1974. La era donde todos querían expresarse libremente usando la simple excusa de vestimenta extravagante e inadecuada como moda; los bloqueos comunistas de la unión eran más propensas y como si no fuera para tanto pero no para tan poco, el terrorismo olía por donde anduvieras.
Las calles ya no eran muy seguras. Dirán que era menos propenso al peligro, pero siempre es y será inseguro de por vida. Tantos problemas había en la sociedad, pero nadie quiso tomarlo por seguro.

Y entonces estoy yo.
Una chica inconformista por sus deseos y decisiones que tome en la vida; alguien que por supuesto, no quisiera ser yo. Innata, incontrolable, insatisfactoria con un gran orgullo que no cabe dentro de si misma.
Una chica con problemas cuyos resultados hacían que los problemas fueran más graves.

Pero así soy yo, y eso no evitara seguir viviendo.

Era tarde para llegar al colegio: un lugar donde los padres que no pueden mantenerte en la casa te mandan y así poder hacer las cosas que los adultos mayores hacen tranquilamente; un lugar de sufrimiento, que hace emanarte un sentimiento que la mayoría de veces se conoce en la adolescencia: el odio.
Aun así me gustaba estar ahí. Habían varias razones: Como una mejor vida, una mejor vivienda tanto social y económica o tal vez un nuevo renacimiento de amistad.

Pero yo iba por algo mejor.

Agarre mi walkman color negro, un poco viejo. Fue mi regalo de mi sexto cumpleaños por parte de mis padres cuando estaban todavía de moda. Era algo muy especial, a lo que se convirtió en mi primer objeto al que moriría por conseguir si le llegase a pasar algo. Me puse los auriculares, agarre mi mochila y salí corriendo del edificio 406 en donde llevo pasando toda mi vida.

A lo largo del camino, podía admirar los buenos lugares donde mi residencia se ubicaba; no me molestaba perder el camión, o tal vez es por que nunca me he subido a el. Y no me culpo. Tanto a fuera como adentro de los lugares habrán personas que te amarguen la vida con tal de subir al éxito que en esta época se llama ser popular.

No lo entiendo; bola de ineptos tratando de conseguir una vida fácil y distante de la educación para terminar trabajando en un centro de comida rápida y con un sueldo miserable con el que apenas puedan completar la renta de aquel edificio cero estrellas que se encuentra en los barrios bajos de la ciudad...

-"Y decían que la loca era una."-

—¡Chica!

La voz irrelevante de aquel ser toco suavemente mis oídos, mostrando una sinfonía angelical que solamente yo podría predecir. Me quite los auriculares, seguí caminando pero aun así voltee por morbo...

Y estaba él.

—Buen día como siempre, ¿no? —Dijo el chico tras haber cerrado la puerta de su casa y caminar a un paso acelerado hasta llegar a su carro color rojo; muy bonito la verdad. Cualquiera se vería bien con un carro último modelo, hasta yo.

—Si... —Comenté apenada.

El me miro, quito sus gafas de sol y sonrió. Todo mi cuerpo se inquieto, sentí nervios en el estomago y para no parecer descortés yo igual lo hice.

—¿No quieres venirte conmigo? —Dijo. —Como siempre, vamos al mismo lugar.

—No te preocupes Todoroki. —Balbucee. —Mi rutina de ejercicio consiste en irme caminando todas las mañanas de la casa a la escuela y viceversa. —Reí.

—¿En serio?

Todoroki Shouto:
Él es un chico superficial, gentil, de buenos modales y muy guapo. Es como si fuera sacado de esas novelas mexicanas que mi madre ve por las noches; un chico ideal.
Su padre es un hombre de gran prestigio, con un muy buen negocio; su madre es una ama de casa, muy bonita y amable. Él tiene tres hermano al cual uno desconozco su paradero.
Todorki y yo somos amigos desde la infancia; riendo y peleando por todo. Pero desgraciadamente tuvimos que crecer y empezamos a cambiar. Con forme yo cambiaba, mis sentimientos y la forma en que lo veía también lo hicieron.

Imperfecta || TodochakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora