0,28

1.3K 147 98
                                        

Lista estaba, desde un inicio lo esperaba. Con armas en manos y el fuego dentro, enfrentaría al villano, de este cuento.

— ¡Haremos una fiesta!

— ¿Qué?

Tras haber planeado superficialmente lo que haríamos al día siguiente, sabiendo que en algún momento debíamos hablar seriamente sobre todo, Derian recibió los comentarios de su madre y Avén, que al tiempo, aseguraron estaban hambrientos, queriendo y exigiendo querer comer. Estoy segura que no lo mismo, no cuando éste último le dedicó una guasa sonrisa a Eila.

De todas formas, ya nos hallábamos en la gran mesa de cristal con el salón envuelto en aromas que iban más allá de lo fascinante para cualquier ser humano, con las velas entre nosotros, junto a las advertencias de Diuk para Kayne, evitando que incendiara el lugar al haber jugado con una de ellas. Clavé el tenedor en una de las patatas de mi plato y saboreé lo crocante que estaba mientras cerraba los ojos.

No podía negarlo, Derian sí que sabía cocinar.

—Kayne, sea lo que sea que estés planeando, déjalo para tu lista para Santa Claus—siseó la reflejo de ojos ámbar. Recostó su espalda en la silla color marfil y sonrió al ver el descontento del reciente mencionado.

Me metí otra patata a la boca.

—Dentro de menos de lo que canta un gallo, cumple mi hermana, y a diferencia de ustedes, desalmados—alzó el dedo, señalándolos—, nosotros celebramos nuestros cumpleaños.

Tensé la espalda al escuchar eso. Yo ni siquiera había pensado en qué fecha estábamos. Pocas veces lo hacía, pero de todas formas, libre, lejos de Cid...

Cada uno en la mesa pareció pensar en las palabras de Kayne. En segundos había logrado que el pesado ambiente cambiase, soltando uno que otro comentario, pidiendo más ron sí debía permanecer esa noche en la casa de los reflejos. Tragué la patata que tenía en la boca y sentí la pierna de Derian rozar con la mía, nuevamente, jugando con fuego, envuelto en aire y chocolate. Siempre chocolate. Porque ese sabor podía permanecer mucho tiempo en tu paladar, adictivo para algunos, deslizándose por tu lengua, perdurando más de lo que cualquiera imaginaría. Así era él.

—No parece una mala idea—coincidió Eila, llevándose verdura a la boca con la mirada de su familia sobre ella.

Antes de que tomara mi copa de vino, Aník entrecerró los ojos. Estaba al lado de Diuk, nadie quiso sentarse en la cabecera de la mesa, excepto Kayne que saltó enseguida hacia ella. Ninguno se opuso ante ello. Parte del poder de Aník seguía oculto, la oscuridad en él, rodeada de tinieblas, era apenas un destello sobre los candelabros de cinco brazos y cristales oscuros brillantes colgando.

— ¿Estás segura?

Eila sonrió tras la copa repleta de vino, del mismo color de su vestido en esa ocasión. Aparentemente los problemas que antes la habían desgastado, desaparecieron, solo por la presencia del reflejo a su lado. Era buena controlando cada sentimiento en su interior, porque sí, ella sentía más que cualquiera, pero dominaba con agilidad, evitando que aquello en su interior la destruyera, no solo a ella, sino a su esposo. Encogiéndose de hombros asintió, ganándose un chillido de emoción de parte de su hermano, mientras Diuk y Avén bufaron a la par.

— ¿Un momento efímero de felicidad?

—Lo que sea para ti.

En segundos, pareció que ambos se habían enfrascado en su propia burbuja, dejándose palabras por medio de miradas profundas que solo ellos podían comprender.

—A ti lo que te anima, es consumirme—rio por lo bajo, bebiendo de su vino.

Mastiqué, sintiendo que el roce de Derian se volvía más interesante en tanto sus padres practicaban un típico coqueteo entre ellos, en el cual, obviamente, no debíamos entrometernos.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora