¿Casualidad?

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- No creas que eres el único que tiene derecho a elegir - Le gruñe Ethan antes de separarse de él.

Ahora que los chicos han acabado, me voy a acercar a ellos, pero toman caminos opuestos y no sé con quien ir. Matthew me mira irritado, y en seguida de da la vuelta y sale por la puerta. Cuando me acerco a Ethan, él está secándose con una toalla que había en una grada, A causa del sudor, la camiseta se le ha pegado al cuerpo, marcando cada curva de su abdomen. 

- ¿Estas bien? - alza la vista y me mira tranquilo.

- Perfectamente.

- Me alegro, aunque deberías mirarte ese labio - le digo señalándole la boca- creo que está roto.

- Descuida, lo haré- y por algún motivo, no me lo creo.

Una voz me sorprende por la espalda, es Giobben, que viene a decirnos que no hace falta que volvamos a la sala del consejo, porque han visto toda la pelea por las cámaras. Si, hay unas cámaras ocultas en cada esquina del entrenamiento. 

Dado que Matthew no aparece, Ethan yo decidimos ir juntos de vuelta a la residencia. A mitad de camino, él me dice que me va a enseñar un atajo, así que lo sigo por algunas calles por las que nunca había pasado. Caminamos en silencio, y yo me siento algo incómoda

A medio camino, dice que me quiere enseñar un atajo, así que me guía por algunas callejuelas.

- Oye Ethan, si no te importa... ¿Me puedes decir como funciona el asunto ese del ... Cristal? - le pregunto señalando el bolsillo de su cazadora donde guarda la piedra rojiza. Ethan la saca y me la enseña.

- ¿Esta? Mira, es fácil. El cristal es muy representativo para nosotros, los solyn, porque es cristalino, y deja pasar la luz. Poseemos cristales especiales, como este, que son capaces de recibir la luz, para almacenarle y poder emitirla después. Pero, lo más interesante, es que son capaces de cambiar de forma, y eso es algo que todos nosotros somos capaces de hacer. E aquí otra diferencia en lo que respecta a los lenarys; vosotros sois capaces no solo de transformarlos, sino de cristalizar cualquier cosa, incluso las partículas de aire, pudiendo crear cristal de la nada.

- ¿Y como....

- Relájate criatura - me interrumpe tono divertido - tienes toda una vida por delante para aprender a hacerlo. Cada solyn tiene un cristal, los cazadores rojo, como el color de la sangre, los medicos y científicos verde amarillento, y los líderes lo tienen azul, y todos ellos nos ayudan a cumplir en nuestra función. Los de los cazadores, por ejemplo, se tranforman en armas, pasando de dagas hasta espadas. Mira, solo tienes que cogerlo, y transmitirle un poco. 

- ¿ Un poco de qué?

- No sé, la Lenarys eres tú. - Le miro con cara que expresa totalmente mi contrariedad sobre sus argumentos y cojo el cristal. Puede que no tenga ni idea de lo que tenga que hacer, pero miro al cristal en mi mano e intento concentrarme en él. Poco á poco, lo noto más caliente, y de golpe, una energía me recorre todo el cuerpo hasta llegar al cristal, que empieza a brillar y a cambiar de forma bajo mi mano. Cuando la luz cesa, una daga, del tamaño de una navaja ha tomado forma. Se lo devuelvo a Ethan porque yo no sé que hacer con él, y este lo guarda de nuevo en el bolsillo exterior de su cazadora mientras me sonríe satisfecho. Acabábamos de entrar en una callejuela, cuendo oimos gritos a nuestra espalda. Me giro, y veo a un chaval, bolso en mano, huyendo de alguien, y para ello tiene que entrar en el callejón en el que estamos y chocarse conmigo (empujarme) para pasar. No me caigo, pero Ethan me sujeta de todas formas. Un hombre, seguramente el acompañante de la mujer a la que han robado el bolso, se asoma al callejón antes de seguir con su carrera y pasar de largo. Solo ha sido un segundo, pero reconocería esa cara llena de percings en cualquier sitio, el chico que había robado el bolso era el mismo que estuvo metiendo mano el día anterior.

Me tomé esta casualidad como una oportunidad, y, roja de ira, le cojo el cristal del bolsillo a Ethan y hecho a corrertrasel chico.

Lo encuentro escondido en una esquina, al igual que lo estaba yo ayer, sorprendido de mi presencia, se pega a la pared, y antes de que pueda reaccionar le doy un rodillazo entre las piernas, lo que le hace soltar el bolso y agacharse lo suficiente como para que le pueda tirar al suelo y ponerme encima de él. Le pongo el cuchillo en la cara, presionándole bajo el pómulo, aunque no recuerdo exactamente en qué momento ha cambiado. 

- ¿Te acuerdas de mí, cabrón? ¿Te suena mi cara? - le grito. - ¿Dónde están tus amigos ahora? ¿en la carcel quizás? - El chico, impresionado, me mira inmóvil, y se permanece en esa posición cuando Ethan me levanta y me sujeta los brazos por atrás.

- Elisabeth, tranquilízate, solo ha sido un empujón, asi que...

- ¡No es eso! -grito - Él y su estúpida pandilla de subnormales me arrinconaron ayer y estuvo a punto de... ¡Me quería violar! - Me revuelvo entre los brazos de Ethan, sin resultado, porque él está quieto y muy tenso. Cuando me suelta, lo hace en sentido opuesto a él, para así tener tiempo de acercarse él al ladrón y agarrarle por la sudadera, levantándolo hasta ponerlo de pie, aunque lo que Ethan hace es llevarlo hasta la altura de la cara, de tal manera que el chico, al ser más bajo, apenas roza malamente el suelo.

- ¿Es eso cierto? - le pregunta con un deje de rabia en la voz. El acosador, no le contesta nada, está demasiado ocupado mirando cómo le apunto con el cristal, me da la sensación de que se acaba de acordar de mí. Ethan, ante el silencio, le lleva hasta la pared con fuerza, aún levantándolo.

- He dicho que si eso es cierto - Esta vez, le escupe las palabras, enfadado.

- Solo queríamos divertirnos, yo no... - No pudo acabar. Ethan le había pegado un puñetazo en el ojo, y tras ese, otros tantos. Mientras tanto, yo me concentraba en mirar, pretendía ser yo la que hiciera daño a ese chico, pero Ethan no lo hace mal. No es fácil olvidar aquella experiencia; el tacto de sus manos, su olor... son cosas que no soporto.

La cara de Ethan luce diferente, tiene la mandíbula en tensión, y parece que sus ojos van a empezar a arder de rabia en cualquier momento, este efecto, es más perceptible si me fijo en su color, de un rojo intenso.

Las imágenes de ayer no paran de repetirse en mi cabeza, reviviendo los sentimientos de miedo, ira e impotencia. Recordándome que no es nada agradable sentirlos juntos, y causando que una ola de calor me recorra todo el cuerpo, lo suficientemente enfadada como para apartar a Ethan del chico y ponerme yo delante. Su cara ahora es un conjunto de rojeces y moratones, los cuales espero que empeoren.

- ¿Por qué lo hicisteis? - Le exigo saber. No hay respuesta por su parte, así que le acerco el cuchillo al cuello para que lo vea. No pretendo matarle, claro está, sin embargo me gustaría que lo pensase, para que se acobardase y deseara salir corriendo, como... como acaba de hacer.

Ya estoy dando el paso para ir tras él, pero alguien( supongo que Ethan) me ha cogido la mano y tira de mí hacia una callejuela lateral más pequeña todavía en la que apenas entramos y para inmovilizarme me aplasta contra la pared con su cuerpo.

- ¡Suéltame! ¿Pero qué... - Me interrumpo porque él pone su dedo índice en los labios y apoya sus brazos en la pared a ambos lados de la cara. Quiero dejar de mirarle para que no vea lo roja que estoy, pero no puedo dejar de mirarle a los ojos. De lejos oigo pasar a unos policias han aparecido a la entrada del callejón, y pasan de largo. Ethan tira de mí a través de las callejuelas, cada vez mas estrechas, hasta que llega a un callejón sin salida. Me mira, dubitativo, y sin previo aviso me coge en volandas y me levanta. "Agarrate fuerte" me susurra mirando al cielo. Antes de darme cuenta de qué pretendía hacer, él ya no está, son solo unos instantes, pero tengo los ojos muy abiertos, y sé que antes de llegar a la azotea hemos estado suspendidos con el aire unos instantes, y que en ese momento solo notaba sus brazos entorno a mí. La segunda vez que viajo con la luz no me ha mareado tanto como la primera, pero sigue desorientándome un poco. Estamos en una azotea, supongo que perteneciente a uno de los edificios que nos acorralaban abajo. Ethan me deja en el suelo y empieza a bordear la azotea, buscando algo entre aquella masa de edificios que era la ciudad de Londres. Llegado el momento, se para y se sube al extremo, como la última vez. Antes de que se gire, yo ya me he subido junto a él, repitiendo el proceso del día anterior y aferrándome a su brazo de nuevo. Esta vez, el salto lo damos juntos.

Sombras OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora