UNA POST-CITA PASADA POR AGUA Y MÁS MENTIRAS DESCUBIERTAS

461 43 7
                                    

La alfombra descendió sobre el palacio y se detuvo en el borde del balcón de la princesa. Moldeó su parte delantera para generar unas escaleras y Miriam bajó de ella enérgicamente. Ana se había puesto de pie para ayudarla, pero no había hecho falta.

Descendió ligeramente con la alfombra y miró hacia arriba. Miriam, apoyada en el balcón, también la miraba con una sonrisa preciosa.

—Buenas noches, Ana.

—Descansa, Miriam.

Los ojos de ambas brillaban. Ana quería besarla, y creía que Miriam también lo quería.

Finalmente la indecisión de las dos fue rota por la alfombra que impulsó ligeramente a Ana hacia arriba haciendo que sus labios se unieran a los de Miriam.

La princesa se apartó sonriendo, se dio la media vuelta y caminó hacia su habitación. Justo antes de entrar le dio un último vistazo a Ana que la miraba embobada.

En cuanto Miriam desapareció una sonrisa se extendió por la boca de la morena.

— ¡Sí!—exclamó entusiasmada y se dejó caer de espaldas.

No le importó nada en ese momento. Estaba tan optimista que sabía que la alfombra no la dejaría caer. Y así fue.

Descendieron hasta el suelo con rapidez y cuando ya sentía que por primera vez las cosas en su vida empezaban a funcionar, cuatro pares de brazos la agarraron y la tiraron fuera de la alfombra.

Le dieron la vuelta en el suelo y la engrilletaron. Miró a su derecha mientras la amordazaban. A menos de diez metros de ella, Julia volvía a tener sujeta a Mimi. La rubia estaba amordazada y un sable se pegaba a su cuello. Ana sentía que aquello era un jodido déjà vu. Se fijó en su amiga, su cara estaba pálida y tenía los ojos enrojecidos. No sabía hasta qué punto eso era por esta situación. Y se sintió aún peor. Un pálpito le dijo que ella estaba en peligro y no le hizo caso. "Seré idiota" pensaba.

— ¡Mimi!—chilló contra la mordaza mientras se revolvía tratando de escapar, sin éxito, de los guardias.

A la alfombra la habían atado a un árbol con muy mala leche.

En ese momento una vara se puso frente a sus ojos. Levantó la vista. El visir, Cepeda, la miraba impasible.

—Has agotado la paciencia de tus anfitriones, princesa Awarcate—dijo, y se dio la vuelta.

— ¡Eres un traidor!—gritó Ana, pero su voz apenas se proyectó.

—Aseguraos de que nunca la encuentren—Le dijo el visir a los guardias. Luego miró hacia donde estaba la rubia—. Y en cuanto a esa: que se pudra en una mazmorra.

Ana volvió a retorcerse y los guardias la golpearon dejándola inconsciente.

Lo siguiente que vio fue a los guardias tirándola por un acantilado. Cayó hacia el agua velozmente y se hundió en el fondo del mar. Al parecer con el forcejeo su kimono se había abierto y de él había caído la lámpara que descansaba en el fondo a unos metros de ella.

Al verla, Ana, se impulsó con la intención de llegar a ella, tragando mucha agua por el camino, y justo cuando su mano rozaba la lámpara, su cuerpo le falló y se desvaneció.

Ricky salió de la lámpara desorientado, al darse cuenta que estaba bajo el agua. Miró a Ana delante de él, inconsciente.

Se acercó a ella y la zarandeó.

—Ana, por favor, despierta. Sabes que no puedo hacer trampas. No te puedo ayudar si no formulas un deseo. Tienes que decirme: Ricky quiero que me salves la vida—La miró alterado y la volvió a zarandear—. ¡Ana, joder! – Al ver que la morena no reaccionaba y que estaba al borde de la muerte dijo—: Me lo tomaré como un sí.

Analice War:  la leona, la rubia, el hechicero y el genio de la lámparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora