UN INTENTO DESESPERADO

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Cepeda, con un pergamino enrollado en la mano, irrumpió en la sala del trono, mientras el sultán jugaba una partida al solitario.

—Majestad—Se aproximó al sultán e hizo una reverencia exagerada que casi hace caer a Roi de su hombro. El hombre levantó la cabeza del juego para mirar al visir—. He encontrado la solución para el problema con vuestra hija.

— ¿De veras? –Dijo emocionado.

Cepeda asintió y con una sonrisa torcida desplegó el pergamino. Éste era tan largo que cayó a los pies del sultán.

—Aquí está—dijo comenzando a leer—: Si la princesa todavía no ha elegido a nadie con quien casarse cuando llegue la fecha límite, entonces el sultán elegirá por ella.

—Miriam odiaba a todos sus pretendientes. ¿Cómo voy a obligarla a casarse con alguien que odia?

—No os preocupéis, mi señor, hay más—continuó leyendo—: si la princesa no encontrase a alguien aceptable, ella deberá casarse con ¡oh! –Exclamó sorprendido—... con el visir real. ¡Vaya! Si ese soy—hizo una pausa y miró a Roi con malévola diversión—... yo.

El sultán frunció el ceño y agarró el pergamino.

— ¡Espera! Yo estoy seguro de haber leído que la princesa sólo podía casarse con alguien de la realeza—dijo buscando el apartado en el que eso se mencionaba.

Cepeda le quitó el pergamino de las manos y lo enrolló con rapidez.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

El visir acercó su vara del lagarto y la colocó frente a los ojos del sultán. Los ojos del lagarto empezaron a emitir su hipnótica luz verde.

—Medidas desesperadas—pronunció de forma lenta el sultán.

—Ordenareis a la princesa que se case conmigo—prosiguió Cepeda.

—Sí, ordenaré a la princesa que se case con—El sultán pareció salir del trance en el que se hallaba— ¡Pero eres demasiado mayor para ella!

"Si sólo le llevo siete años" pensaba Cepeda con rabia "Aún soy joven y atractivo, maldito viejo". Acercó la vara de nuevo a la cara del sultán.

—La princesa se casará conmigo—repitió.

—La princesa se casará con—Un sonido de trompetas sacó al sultán de su trance nuevamente— ¿¡Qué es ese sonido!?—dijo entusiasmado corriendo hacia el balcón que había, cruzando una puerta, a su derecha. Al fondo se aproximaba una comitiva. El sultán se giró hacia el visir— ¡Cepeda, ven! ¡Tienes que ver esto!

Analice War:  la leona, la rubia, el hechicero y el genio de la lámparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora