UNA ENTRADA TRIUNFAL Y UNA LEONA DIFICIL DE IMPRESIONAR

445 41 5
                                    

La monótona tranquilidad que se respiraba en A Coruña fue rota de pronto por el sonido de pisadas, pesadas ruedas y un griterío propio de las verbenas reguetoneras que se montaban en palacio en cada cumpleaños de la princesa Miriam.

Desde la entrada del reino se veía aproximarse un gentío un tanto rocambolesco presidido por un hombre muy alegre con un micrófono en la mano que se entremezclaba con los pueblerinos mientras cantaba:

Let Analice marry you
Let Analice marry you

Comenzó Ricky, para después cantar otra canción. Una en la que ensalzaba las proezas, virtudes y posesiones de su ama. Pedía a todo el bazar que saliera a recibirla. Que era una chica maravillosa a la que nadie nunca calificaría con un seis.

Según avanzaba por el reino cantando a ancianos, adultos y jóvenes, seguía glorificando a la morena que venía tras él con el resto de la comitiva.

Pedía adoración por aquella princesa que poseía tantos recursos, como para montar esa gran comitiva de cortejo. Pedía que se inclinaran ante la sensacional Analice War.

De gala se han de vestir
Sultán, Princesa, y Visir
Que la moza es soltera
Y a boda me huele aquí

Ricky siguió dando giros y volteretas. Hablando de lo altanera, preciosa y orgullosa que era la recién llegada.

Te doma hasta a un león
Y baila hasta reguetón
Clamemos al mismo son
¡Que viva Analice!

De pronto la gente se sumó a Ricky que estaba súper satisfecho de toda la atención que les estaban prestando. Mientras, él seguía idolatrando a su ama.

Según veían pasar a Ana todas las bolleras del reino suspiraban. A ojos de Ricky tenían las bragas en Albarracín. Al recordar aquel lugar aquel primer pensamiento que tuvo en el oasis, y que en su momento le pareció surrealista, iba tomando más forma. Cada vez estaba más seguro de que no podía ser simple casualidad. Algo en su cuerpo de genio cósmico todopoderoso se lo decía.

Ana desde lo alto de un elefante iba lanzando besos y saludando, al tiempo se contenía por no dejar caer la mandíbula por el despliegue de medios de Ricky.

Mimi que estaba sentada cerca de ella le dijo al oído:

—Oye, Banana, ya que tu sólo quieres a tu prinsesa, a estas me las puedo ligar yo ¿no?

Ana rio.

—Lo que tú quieras, pero nada de lanzarles besos desde aquí que me eclipsas, cabrona.

Mimi se llevó la mano a la frente en gesto militar.

—A sus órdenes jefa.

Mientras, Ricky, seguía cantando y generando revuelo cómo sólo él sabía hacer. Mencionó que Ana tenía plátanos de un lugar llamado Canarias, que ella no conocía. Y algo de unos warriers, que a saber que sería aquello. También mencionaba su falso nombre constantemente, como si buscase que hasta la última persona del reino se quedase con él.

Toda la comitiva golpeó a las puertas del palacio que se abrieron a su paso. En el interior el Sultán estaba maravillado con aquel cortejo tan pomposo.

Yo sé bien que hay un bombón cerca de aquí —cantaba Ricky— Por eso, su majestad, le obsequia con su amistad...

Luego mencionó que Ana tenía también aguacates, cocineros, y animales de todo tipo, que si ella los tenía primera noticia, pero ver al genio tan entregado hacía que ella se lo creyese más. Finalmente repitió su nombre una vez más.

Analice War:  la leona, la rubia, el hechicero y el genio de la lámparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora