Chris, era como el susurro que lleva las olas del mar, aveces en calma y a momentos de olas gigantes, lo peor es que hacía que mis sentimientos divagasen justo así, pero nunca en calma.
No supe si darle importancia o no a lo que sucedió, no sabia porqué lo había echo, no quise preocuparme, no sabía exactamente que eramos y pensarlo solo me causaba quebraderos de cabeza.
Comprendí a los días de llamarle y solo obtener su contestador, que Chris no quería saber nada de mi, y hasta comprendí que llego el momento en el que yo ya no quería saber nada de él.
Empujo la puerta de madera acristalada y entro en el interior de un pequeño establecimiento en la calle central de la ciudad de Dallas.
Dentro, el ambiente es acogedor, nunca había venido a él, pero Cloe me lo recomendó calificándolo como uno los mejores sitios de la ciudad, de gente humilde y de clientela juvenil. Así que me pareció un sitio perfecto para presentarme a trabajar.
Huele a café nada mas entrar, pero no es un aire cargado o pesado, nada por el estilo. El lugar consta de dos plantas, la segunda visible desde abajo y accesible a través de una escalera de caracol negra.
En la primera planta reposan mesas redondas de madera desgastada, cada una con un jarrón negro que aguardaba rosas blancas como centro de mesa, estas estaban rodeadas cada una por dos o tres sillas blancas creando una estética sumamente agradable, en las esquinas hay sofás de cuero negro adornados por cojines naranjas de tono claro que le daban un toque mas juvenil al recinto, sumados a unas mesas bajas y rectangulares de la misma categoría que las demás; las paredes eran blancas y altas adornadas con fotos en blanco y negro y con plantas que ascendían a modo de escalón asta el techo también blanco; la luz entraba por las claraboyas situadas en el techo con formas rectangulares a ambos lados de él, pero para seguir alumbrando en la noche el local, disponía de unas elegantes y grandes lamparas que descendían del amplio techo, son acristaladas, de forma exagonal y de bombillas antiguas, pero que a su vez le daban un toque moderno a la estancia.
Ocupando la parte derecha estaba la barra de color negro y taburetes altos de color crema los cuales conjuntaban bien con el color de las mesas, a su izquierda tras ella se instalaban las maquinas de café y chocolate, además de una palomitera, todo esto situado detrás de el estante acristalado que guardaba unos dulces y helados que si me quedo mirando un poco mas juro que habría que fregar mi baba.
Por lo que podías ver de la planta superior es que era prácticamente igual a la primera planta, o por lo menos parecida, asegurada por una barandilla del mismo color que la escalera se encuentra, desde aquí se pueden apreciar las mesas a rebosar de gente a mi parecer.
-¿En que puedo ayudarte?.- Una voz masculina invade mis pensamientos. Proviene de la barra a dos pasos de donde me encuentro.
Era de mi edad, una cara conocida, su pelo castaño siempre despeinado, su sonrisa pícara y perfecta, su escultura esculpida modelada por el gimnasio, era un chico atractivo y de personalidad de chulo de playa, y era extraño verlo aquí.
—¿Brus?.—- Me sorprendo de verlo, y más de verlo allí, trabajando, él, Brus Telemann, el alma de la fiesta y ligón de clase, trabajando, en un café-bar, esto no se veía todos los días.
— El mismo. ¿Cómo tu por aquí?.— Dice mientras limpia con un trapo amarillo la barra, aún tiene una tirita cubriendo su nariz.
— Venía por asuntos de trabajo.— Me limito a decir.
— ¿Trabajarás aquí? Wo, que sorpresa, trabajaré con Alexis Phaton, es un sueño echo realidad.— Sus ojos avellana brillan, mientras, su sonrisa se ensancha dejando mostrar unos oyuelos perfectos.
— Aun no es seguro, venía a la entrevista.— Me limito a decir.
— ¿Quieres que le hable bien al jefe de ti, soy su empleado favorito?.— Dice con un aire de perversión a la vez que mueve las cejas de arriba a abajo.
— Te lo agradecería.— Digo sincera.
— No hay más que hablar, voy a buscarle.— Dice rápidamente mientras sale de la barra, va vestido de negro, con el uniforme del local, yo no lo conozco mucho y por lo que conocía ni quería hacerlo, pero al hablar con él algo me decía que tal vez si que quisiera conocerlo.
A los cinco minutos veo aparecer a Brus, un hombre alto y con perilla va con el y al encontrarse ante mi me estrecha la mano.
— Este es mi tío Richard, dueño del local.— "Asi que por eso era su favorito".— Tío, esta es Alexis, la chica que te he comentado.
— Encantado.— Me muestra una sonrisa cerrada.— ¿Entonces quieres trabajar en el Cufpa?.
— Pues si, sería un placer.
— Pues no hay más que decir, Brus dale su uniforme a esta encantadora señorita.— Ensancho mis ojos sorprendida.
—¿Ya?
— Andamos escasos de personal y como ves estamos llenos, por lo que me ha dicho mi sobrino eres de fiar, solo tienes que firmar el contrato y el puesto es tuyo, me fío de mi familia.— Brus me giña el ojo, muy astuto querido "amigo".
...
La tarde se paso volando, Brus era encantador conmigo y un buen compañero, me adapte rápido a mi nuevo trabajo y por fin da la hora de cerrar.
Solo quedábamos Brus y yo, su tio ya se había ido hacia las siete de la tarde y nosotros debíamos de terminar a las once. Todavía me huelen las manos a palomitas y a la masa de los gofres, es un olor delicioso pero pringoso.
Brus cierra con llave el establecimiento y tras eso se acerca a mi con las manos en los bolsillos de su pantalón negro.
— ¿Qué tal la experiencia?.
— Bien, el sitio es agradable.
— Y la compañía, obviamente de primera.— Rio con él y asiento.— Bueno se hace tarde, creo que debería irme ya a casa.
— Está bien, asta mañana.— Monta en su moto roja como la sangre y se va. Y yo emprendo mi camino, sola.
No esque vea mal que no me haya preguntado si queria que me llevase, porque no tiene porqué hacerlo, pero tampoco esperaba irme a estas horas sola a casa, pensé que nunca me darían el puesto y mucho menos que Brus trabajase allí, pero me alegró, era divertido, no un caballero, pero era una persona divertida y muy curiosa, tal vez un tanto embriagador.
...
Me dolían los pies, el centro quedaba muy lejos de mi casa, camino sola por las calles de Dallas por las que solo transitan un par de coches a estas horas de la noche circulos de luz blanca dibujan la calle, a mi derecha solo un par de tiendas terminan de cerrar, solo un bar al final de la calle sigue activo y con ganas de fiesta, de repente siento como una fina gota de lluvia cae sobre mi cabellera y me recorre la sien haciendome tiritar, esto no podía ser verdad. "Dioses, ¿yo que os he echo?".
Intento ocultarme de la lluvia, pero se le da bien el escondite, todo esta cerrado y los toldos no estan plegados por lo que no hay lugar donde esconderme de ella.
La intensidad con la que llovía era cada vez mayor, las gotas chocaban contra mi cuerpo sin ningún tipo de compasión, intento acelerar el paso y por lo menos resguardarme el rostro con mi brazo para que las gotas no me impidan ver el camino, y en ese instante resbalo, mi cuerpo cae al suelo de tal manera que me ocasiona un gran dolor en mi pie derecho y unas cuantas rozaduras en los codos, palmas y rodillas.
Levemente me quejo en el intento levantarme, al hacerlo mi cuerpo se estremece y me mareo, necesitaba ir a alguna parte, visualice donde estaba, la calle era recta con aceras a varios lados del asfalto, con muchos establecimientos a sus lados ,todos los cercanos cerrados, y edificios que no conocía, solo tiene un saliente a mano hacia la derecha, que daba con una calle un tanto "especial".
El destino era retorcido y como si él lo quisiera, a la calle derecha estaba su casa, la casa de Chris, y yo no tenía donde ir más que a ella.
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Tarde, Espero Que Nunca
Teen FictionSu vida no es facil, ya no le ve rumbo, tampoco sentido, asi que decide hacer algo por la humanidad y escribe cartas a la espera de que alguien la ayude. Un dia como hoy , como cualquier otro Chris encuentra las cartas, por error , por curiosidad...