IV El viaje

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Todo estaba listo para irse, los dos carruajes preparados y un tercer carruaje para el equipaje. La verdad es que a nuestra pareja no les apetecía ir separados.

-Suad, ha habido un cambio de planes.

-¿De qué se trata, madre?

-Hemos decidido que tu padre y yo iremos en el carruaje de los emperadores, y tú irás con Abi en el nuestro. Y quién sabe, si Hathor hace de las suyas...

-¡Mamá, por favor! Ya sabes que Abi solo es mi amiga.

Ellos no querían que todavía se supiese que eran novios, no estaban preparados para decirlo.

-De acuerdo hijo, de acuerdo.

Y, sin esperar ni un segundo, Suad corrió para darle la magnífica noticia a su amada. Y, diez minutos después, todos subieron a sus respectivos carruajes.

-Esto es increíble -dijo ella-, no me puedo creer que vayamos juntos.

-Sí, es increíble. En fin, háblame de Mesopotamia. Cuéntame algo.

-De acuerdo. Bueno, mi padre se preocupa mucho porque todos los niños sepan escribir para que, cuando sean adultos, junto con los impuestos, le den una ficha en la que se diga cuanto les otorga, y si le mienten, decapitarlos.

-Hay algo que no me cuadra . Entonces... ¿tu padre enseña a la gente a escribir?

-Si.

-Vaya. El mío no quiere que la gente sepa escribir. Quiere saberlo todo él solito.

-Increíble.

-En fin. Cuéntame algo más.

-Bueno, veras...

La verdad es que Abi ya se estaba empezando a impacientar. Estaba harta de estar contándole cosas a su novio cuando podría estar besándolo (las cosas como son). Suad se percató de esto y, como a amante que no es osado, dale de lado, el se lanzó a sus labios, y mantuvieron un beso de 01:15, y pararon cinco minutos antes de llegar a Mesopotamia.

-Ha sido magnífico -dijo ella-.

-No tanto como tú.

-Te quiero, Suad.

De repente escucharon unos pasos. Rápidamente se incorporaron, e hicieron como si no hubiese pasado nada.

-Venga chicos, ya hemos llegado a Mesopotamia.

-Ahora salimos madre -dijo Suad-.

Al salir, Suad pronunció un Guau de esos que dice uno cuando está sorprendido. Entraron en palacio y, mientras los faraones charlaban con los emperadores, Abi llevó a Suad a un lugar que le encantaría.

-Ya hemos llegado.

Suad se destapó los ojos y se encontró ante él algo maravilloso, lleno de nuevas emociones por experimentar. Era la biblioteca.

-Toma Suad, encontré este libro hace mucho tiempo, y creo que te encantará. Suad lo leyó en diez minutos. La verdad es que era un libro muy corto, aún más para alguien que dominaba la escritura cuneiforme

-¿Y bien?¿Te ha gustado?

-Si, me gusta mucho, pero no tanto como tú.

-Suad...

Y, rodeados de sabiduría se besaron, y, de pronto, alguien apareció.

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