Tomando un baño en leche de burra, Sebekkara recuerda que tiene que decirle una cosa muy importante a su marido, el faraón Neferusobek.
-Por favor, Ahhotep, ¿serias tan amable de ir a buscar mi túnica blanca?
-Claro señora, aquí la tiene
-Muchas gracias. Puedes retirarte.
-Como usted desee.
Nafepitrus se puso su túnica, blanca como la luz, con unas largas mangas y unos encajes en los bordes de estas. En la parte baja, la túnica tenía bordada a Isis, diosa que 13 años atrás había bendecido a su marido y a ella con un precioso niño, Suadyekara.
Apresuradamente, fue a buscar a su marido, el cual, casualmente, también la estaba buscando.
-¡Ay! Dijeron los dos al mismo tiempo.
-Cariño, menos mal que te he encontrado. Quisiera saber si esta todo preparado para la fiesta de cumpleaños de Suadyekara.
-Si, todo está listo
-¿También tienes un regalo para él? Me gustaría que se sintiese querido por ti, como casi no pasáis tiempo juntos, y llevas dos años sin regalarle nada por su cumpleaños...
-Tu tranquila, ya está todo preparado.
¿Y tú, has asegurado que todo esté listo para los emperadores de Mesopotamia?
-Pues claro, cómo no iba a hacerlo, dijo ella con tono sarcástico.
No se lo podía creer. ¡Se le había olvidado!
Rápidamente, ella buscó a Bahiti y a Chione, sus doncellas, y les dijo que lo preparasen todo: Una gran alfombra roja, manjares en el comedor, dos alcobas y dos baños, y sobre todo, muchos regalos.
De pronto, recordó que no había comunicado la noticia a su hijo. Le buscó y le buscó por todos los rincones del palacio, pero no había ni rastro de él, hasta que recordó que había encontrado un libro en la biblioteca que le había llamado mucho la atención. Trataba de dos amantes de familias rivales.
Se apresuró a la biblioteca, y efectivamente, allí encontró a Suadyekara.
-Buenas tardes, Suadyekara. ¿Puedes acompañarme a tu alcoba?
-Claro, madre.
-Pues vamos, rápido, no hay tiempo que perder.
Al llegar a su alcoba, su madre le comunicó que al día siguiente debería llevar sus ropajes más elegantes.
-Has de ponerte tu túnica blanca, y tu corona de oro. ¡Ah!, y no olvides ponerte las sandalias azules.
-Si mama.
Tras retirarse su madre, Suadyekara vio sobre su mesilla un libro que él no había visto en su vida. El libro se titulaba Cómo agradar a una dama.
-Ufff... De verdad, mi madre ya me tiene harto, en cada ocasión que tiene intenta convencerme de que necesito encontrar una esposa, para después de mi muerte, poder tener sucesores. -dijo él con tono de rechazo- Yo no creo en esas tonterías y, además, no tengo tiempo para eso.
Después de esto, ordenó a Quasshie, uno de sus sirvientes, que quemase el libro. Y tal como Suadyekara ordenó, se hizo. Nunca más se volvió a saber nada de ese libro.
Esa noche, en la cena, su madre le recordó que tenía que ponerse la ropa que le había preparado, y él le comunicó que lo haría gustosamente.
A la mañana siguiente, a las 10:30, llegaron los emperadores mesopotámicos, Hammurabi, y su esposa, la emperatriz Nirgal, con su hija Abisai. Durante la comida, mientras los faraones conversaban con los emperadores, Suad (Suadyekara) y Abisai intercambiaron una breve pero gran mirada, en la cual ambos sintieron algo. Ese sensación era algo que a Suad le parecía una tontería, una pérdida de tiempo, algo en lo que se negaba a creer. Ese algo, era el amor.
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Clasocade
RomansaEsta es la historia de dos jóvenes que harán locuras para que su amor prospere.