III La confesión

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Todo iba genial entre Suad y Abi (Abisai), cada día su amistad se hacía más fuerte, hasta que un día...

-Suad, tu padre y yo hemos de contarte algo importante
-¿De qué se trata?
-Tenemos que darte una mala noticia. Los emperadores Mesopotámicos se marchan mañana, al despertar de Rá.
-¿¡Que!?

Suad no podía creerlo, el amor de su vida se marchaba, y quién sabe si volverían a verse, afortunadamente, Sebekkara le dio una buena noticia.

-Pero también tenemos una buena noticia, y es que nos han ofrecido ir a Mesopotamia esta semana. ¿Te parece bien?

-Claro que me parece bien, madre.

-De acuerdo. Informare pues de tu decisión a los emperadores.

-Gracias madre.

Suad fue a comunicarlo todo a los criados, para que preparasen su carroza y un suministro de Ful medames (un plato típico egipcio que le encantaba, y que no creía poder encontrar en Mesopotamia). Antes de las 19:00 salió al jardín a contemplar sus flores, y allí se encontró al jardinero, y él le pregunto si podía regar una planta, a lo que el jardinero le contesto que si, y él la regó con mucho cariño.

A las 19:15 subió a su alcoba para prepararse, y allí se encontró con alguien...

-¿Abi? ¿Qué haces tu aquí?

-Suad, nos vamos a ir dentro de muy poco y no podía dejar que nos fuésemos sin hablar contigo.

-Dime, de que se trata -preguntó el en la inopia-, que es lo que quieres preguntarme.

-Veras, Suad, nos conocimos hace poco, y quería saber si...

-No hace falta que vuelvas a pedirme que fuéramos amigos. Dijo él en tono burlón.

-No, no se trata de eso Suad, se trata de algo mayor.

-Dime, Abi.

-Veras, yo...

-¿Si?

Ella se lo iba a confesar, iba a confesarle que lo amaba.

-Te amo.

-Abi, yo...

-¡¡Lo sabía, no me amas!!

-¡Espera Abi!

Antes de que Suad pudiese detenerla, ella salió corriendo, con la cara empapada de lágrimas y el corazón roto.

Suad sintió un impulso, y se lanzó a buscarla, y, como él pensaba, estaba en el jardín, en el centro del laberinto de setos, donde estuvieron observando las estrellas. Y allí la encontró, llorando, acurrucada entre dos árboles.

-Abi, yo...

-No Suad, es evidente que tu...

Ella no pudo terminar la frase, pues, de pronto, se encontró en un profundo beso entre los brazos de su amado.

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