Capítulo Uno: Sin Opción

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La portada es obra de la genial  @SamiKim9


Imperdonable

Capítulo Uno: Sin Opción

Marzo de 1963.

Charles Xavier yacía de lado en el lecho con dosel en su opulenta habitación en Westchester con seis meses de preñez. La situación era desesperante pero se negaba a aceptar que su cuerpo no estuviera preparado, que había llegado al límite y no podría llevar el embarazo a término. Se dio cuenta de que estaba esperando en la séptima semana y transcurrió los primeros meses sin dificultad, mas su estado se complicó al entrar en el sexto. Comenzó con dolores fuertes. Al principio los calmantes los apagaron en cuestión de minutos. Sin embargo, hacía una semana que eran constantes y no había remedio que los detuviera. No podía dormir, le costaba respirar y ahora había desarrollado fiebre porque su organismo rechazaba al feto. Pero él sostenía que podía sentir las ondas cerebrales fuertes y sanas, que la criatura se movía activa, y que el vínculo que había creado con ella era profundo y no permitiría que nadie le quitara a su hijo. Además de ser obvio que no podría sobrevivir fuera de su vientre.

Sean Cassidy intentó que bebiera algo de líquido. Dolorido y temblando, Charles apenas dio algunos sorbos. El joven le limpió el sudor de la frente con un paño mientras lo miraba con resignada tristeza.

Erik Lehnsherr entró y se sentó a su lado en la cama. Tenía una expresión de impotencia y angustia. No decía nada y Charles no necesitó leerlo.

-No – sostuvo Charles -. La respuesta es no.

Erik quiso acariciarle la cabeza pero su amante le retiró la mano para apretarla contra su vientre. Quería que sintiera a la criatura

-No lo permitirás, Erik –jadeó -. Prométeme que no lo permitirás. Solo. . . solo dos meses más.

-Lo sabes – suspiró -. Sabes que no resistirás tanto.

-Pero debes ayudarme a salvarlo. Es nuestro hijo.

Erik se mordió el labio.

-¿Qué posibilidades tendría nuestro hijo si te pierdo a ti?

Charles gimió. La presión en las entrañas era insoportable y dolía, dolía demasiado. Magneto le tomó la mano para darle aliento. Charles se retorció de dolor, quedaba claro que no podría resistir mucho más. Erik le besó la boca y lo acarició muchas veces, pero no pudo aliviarle el sufrimiento.

-¡No! ¡No! ¡Erik, por favor! No lo permitas. ¡Por favor!

-Lo siento, Charles – murmuró con lágrimas. Volteó hacia la puerta -. Emma, distráelo.

Emma Frost entró. Charles se retorcía entre gemidos y súplicas. Con su mirada gélida, la Reina lo congeló para que no sufriera más y tampoco pudiera detener a los médicos.

-Ya está listo – avisó la Reina -. Ahora llamaré a los doctores.

Erik asintió derrotado. Tenía el alma destruida pero sabía que no quedaba otra opción: era la vida de su amor contra la de su hijo o la pérdida de ambos. La ecuación era tan fatídica como lógica: no había posibilidades de salvar a la criatura.

Los dos médicos mutantes entraron y le pidieron a Magneto que se retirara. Él no lo hizo hasta que Charles estuvo sedado y ya no podía sentir sus caricias. Volteó por última vez hacia su amante y cerró la puerta.

Afuera lo esperaban Azazel, Sean, Emma y Angel. Hank y Raven habían viajado a Washington y regresarían recién por la noche.

-Nunca nos perdonará esto – suspiró Sean y bajó la cabeza. De los cuatro jóvenes, era el más afectado.

-Era la única opción – aseveró Emma mirando intensamente a Magneto -. Dilatar la cesárea era prolongar su sufrimiento.

-Nunca va a perdonarnos – repitió Sean, nervioso, y apuntó a Erik -. Nunca te lo perdonará y lo sabes.

Erik volteó hacia la puerta cerrada para no enfrentarlo. Tenía lágrimas mezcladas con impotencia y culpa.

-Magneto le salvó la vida, Banshee – acotó la Reina de Hielo -. Erik, nunca te culpes por esto. Lo salvaste y sabes que la criatura no iba a sobrevivir.

Erik no pudo responderle. Les agradeció escuetamente por ayudarlo y se retiró al estudio de Charles. Al entrar, la sensación de angustia aumentó. Allí estaba el sillón y el escritorio de su amante, y en la mesa de café, el tablero de ajedrez con las piezas ordenadas para una partida. Se vio a sí mismo junto con Charles la noche previa a la Crisis de los Misiles en octubre, cuando discutían mientras jugaban sobre la misión de cada uno. Allí Erik había descubierto que su amante no estaba bebiendo whisky sino jugo de manzana, y eso le dio a Charles la oportunidad para confesarle que estaba esperando un hijo suyo.

En ese instante el mundo se había detenido para Erik y el calculador y vengativo Magneto sonrió, lo abrazó y comió a besos. Al día siguiente tuvieron que separarse en Cuba pero apenas una semana después, Erik regresó a Westchester con los jóvenes que había reclutado en la playa y Emma Frost. Charles se estaba recuperando del incidente y aunque sabía que ya no podría volver a caminar, la alegría por el hijo que esperaba lo mantuvo alegre y optimista.

Erik se sirvió un vaso de whisky mientras evocaba cada recuerdo y se sentó en el mismo sillón que ocupara esa noche. Miró el tablero, dejó el vaso y se hundió en un llanto desconsolado.

...

Imperdonable (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora